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Mi futuro en el pasado

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Malphast, 8 de Mayo de 2011. Respuestas: 0 | Visitas: 642

  1. Malphast

    Malphast Poeta recién llegado

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    6 de Marzo de 2010
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    Esta historia ha sido escrita entre Trintiy y yo, solo es la primera sección como podréis comprender, sin más rodeos aquí les dejo, disfruten. Quizás cambiemos luego el titulo.

    "¡¡Corre Alyson, corre!!" la voz desesperada de su madre resonaba en su cabeza como un eterno eco. Esa madrugada había vuelto a soñar con aquella fatídica noche en la que la perdió para siempre, volvió a sentir el frío de la nocturno, la impotencia de no poder hacer nada por la persona que más amaba en el mundo con sus pequeños brazos de apenas siete años. Siempre que soñaba con aquello lo único que la tranquilizaba era una ducha con el agua lo más caliente posible, aunque habían pasado quince años desde entonces todavía se sentía sucia, pero tenía que seguir su vida, y lo que tenía que hacer en ese momento era salir del chorro de agua a punto de ebullición e irse al trabajo.

    Cerró la llave del agua, abrió la puerta y tomó una toalla para secarse. Comenzaba de abajo hacia arriba, siguiendo por inercia las cicatrices que se encontraban en su piel y que le hacían revivir los recuerdos de aquel momento tan aterrador de su pasado. Secaba vidrios incrustados en los pies, cadenas atando sus piernas, la sangre provocada por los golpes en su espalda... Todos los días era la misma agonía regresandole a la cabeza mientras contemplaba su desnudez, para luego vestirse tapando aquellos rastros de desdicha, ir por un café, el desayuno, encender el auto y respirar hondo para actuar como si todo estuviese bien.



    La verdad no recordaba como había escapado de ese infierno, había pasado dos eternos días en manos de esos secuestradores, sufriendo lo más atroces castigos por no responder las preguntas que para ella no tenían respuesta. Se quitó el pelo de la cara con una mano temblorosa, los mechones color vino tinto le recordaba mucho a su madre, tenían el mismo color de pelo pero sus ojos eran de un misterioso grisaceo-dorado mientras que los de ella eran de un verde profundo. De esa noche no podría olvidar los ojos sin vida de su madre, sus propios gritos de desesperación y dolor, las sonrisas malvadas de sus captores... disfrutaban con su sufrimiento. Se había desmayado tras una de las tantas palizas, sintió unos brazos recogiéndola y una voz extrañamente familiar, no eran sus captores, pero tampoco ningún hombre cercano a ellas, y después había aparecido en un hospital. Al principio pensó que era su padre, pero con el tiempo se dio cuenta de su error, si las había abandonado incluso antes de que naciera ¿Por qué habría de preocuparse por ella en ese momento?.

    Se obligó a disipar aquellos pensamientos y arrancó el automóvil antes de que se le hiciera tarde; el trayecto no era muy largo, diez cuadras y solo dos cruces eran la distancia entre su casa y la estación policial donde trabajaba como secretaria. Irónicamente, a pesar de que había obtenido ese trabajo con el fin de que su caso fuese resuelto, ella sabía que eso nunca sucedería; había revisado e incluso fotocopiado secretamente gran parte del expediente y era evidente que las pruebas no eran suficientes, además de una serie de incoherencias que rodeaban los sucesos de su pasado. Dejó el carro en el aparcadero de la estación policial y saludó al vigilante mientras caminaba con rapidez a la oficina cuando sonó su celular... "Número desconocido".

    -¿Diga?

    -Alyson, tiempo sin saber de ti- contestó una voz familiar, una que paralizó sus sentidos, una que había escuchado quince años atrás justo antes de despertar en un hospital y darse cuenta de que se encontraba sola: sin respuestas, sin soluciones, sin su madre... sin nada más que dolor.

    -¿Quién habla?- preguntó con ansiedad y temor en su voz.

    -Tengo la información que estás buscando... Encuentrame mañana en el café Sweet cuando salgas del trabajo, estaré sentado cerca de la entrada con una gabardina marrón, una camisa de cuadros y un pantalón de vestir. Ven sola y no le cuentes a nadie de esta llamada, quiero ayudarte.

    Un ruido indicaba que aquel extraño había colgado la llamada... un ruido que sonaba casi tan rápido como su corazón y que la llenaba de más incertidumbres que cualquier otro día, pero al mismo tiempo de una esperanza disuelta entre la duda y el temor.

    Durante ese día no pudo hacer nada bien, cometía errores que nunca habían sido problema para ella. La cabeza no dejaba de darle vueltas, en unas horas comprendería todo, pero... ¿por qué ahora?, había pasado toda su adolescencia investigando esos sucesos y justo ahora habían vuelto para reconcomer su alma. Por la noche casi no durmió, dio vueltas en su estrecha cama, algo difícil, por no decir imposible ya que apenas era más ancha que ella misma; no le pagaban demasiado en su trabajo así que no podía permitirse nada mejor.

    Por la mañana, al día siguiente, estaba tan nerviosa que se había equivocado al combinar la ropa, había pisado en varias ocasiones a su pobre gatita, Fifi, y casi se olvida el teléfono móvil en casa y su teléfono era tan importante como su vida en ese momento. Varios agentes le preguntaron por su salud, seriamente preocupados por su falta de concentración, ella era conocida por su eficiencia y no pegaba nada con ella el confundir expedientes y equivocar papeles de mesas, es más, era conocida como la más eficiente de todas las comisarías cercanas.

    Cuando llegó la hora de salir se atragantó con su propiasaliva. El café que le habían indicado estaba a solo unos minutos a pie pero quiso coger el coche, nadie le decía que aquel no fuera un degenerado. Aparcó cerca, algo raro en esa parte de la ciudad donde había demasiados coches para el espacio habilitado para ellos, y después fue con paso lento para convencerse a sí misma que aquello no era un sueño, pero toda duda se le fue de la mente cuando vio al hombre sentado en la mesa cercana a la puerta.

    Se acercó con lentitud y se sentó mientras suspiraba y aferraba su bolso contra su regazo.

    - Hola Alyson- saludó el hombre de unos 45 años bien llevados y con el pelo rubio, sus ojos azules eran penetrantes y nada más verla no se habían apartado de los suyos.

    - ¿Quién es usted?- se limitó a contestar.

    - Bien, directa al grano como tu padre, eso me gusta- la mención a su padre le electrificó el cuerpo-, seré franco; estás en peligro, tu padre quiere que te vayas a vivir con él de inmediato.

    - ¿Por qué?- su voz estaba estrangulada-, para empezar no se quién es mi padre y nos abandonó antes de que llegara a nacer a mi madre y a mí... yo estoy aquí para saber sobre la muerte de mi madre, para nada más.

    - Todo está relacionado- hizo un gesto fluido con la mano, como apartando el tema que acababa de lanzar-, bien, la versión corta de los hechos fue la siguiente: Tu padre no os abandonó, simplemente no sabía de tu existencia, tu madre se lo ocultó para que pudieras vivir una vida normal- estaba perpleja-, y te preguntarás ¿Por qué no podría ser normal con tu padre?, bien, tu padre es el jefe de la mafia Rusa, Ismael Nalikof. Tu madre por su parte era Saila McRigan, la próxima heredera del imperio de la mafia irlandesa, lo que quiere decir que tu eres el posible acuerdo entre las dos mafias y que tu eras el objetivo de aquel indiscriminado ataque, querían saber si en verdad eras la hija de Ismael. Fuiste rescatada porque tu madre utilizó su última llamada para avisar a tu padre que decidió que era mejor que te criaras en los servicios sociales antes que entre tanta violencia gratuita. Pero ahora hay un problema, las dos bandas restantes que manejan la cuidad, la mafia italiana y la mafia latina, se han enterado de tu existencia y quieren que desaparezcas.

    La información era demasiado para ella, su madre tenía un nombre falso, por eso no podía indagar sobre su pasado, su padre era un criminal, uno de muy alto nivel y todo lo que le había pasado a su madre era su culpa... sintió que la lágrimas empezaban a escocer en sus ojos, pero no lloraría ante ese hombre.

    - ¿Cómo se que es verdad todo lo que dice?

    - No lo sabes, pero tu apartamento ha sido desvalijado y todas tus pertenencias han sido enviadas la casa de tu padre, si insistes en no acompañarme hasta ella no tendré otro remedio que secuestrarte- aunque la estaba amenazando su voz sonó suave y modulada.

    Alyson se sentía molesta, confundida y aterrada... Por unos minutos estuvo en silencio y aquel hombre no hacía más que mirarla, vigilando cuidadosamente sus movimientos para saber como actuar; en caso de que decidiera no coopera, esto la incomodaba. No entendía cómo podía ser posible y no hacía más que desear que todo fuese una mentira, sin embargo, la única forma de saber la verdad sería llegando hasta final y para ello, debería arriesgarlo todo.

    Un golpe en la mesa marcaba su salida.

    -¡Alyson, espera!- Escuchó mientras cruzaba la calle a gran velocidad. Se dirigía al aparcadero donde había dejado su carro, no quería mirar atrás.

    "¿Sé que debo arriesgarme, pero qué sé yo de estos sujetos?" "Mi madre no podría pertenecer a una mafia... ¿O sí?" "Tengo que averiguar lo que ha sucedido." "Esto no me puede estar pasando." "Siento como si lo conociera desde antes; incluso me atrevería a decir que me inspira confianza... Iré con él." "Debo huir." Contradictorios pensamientos descontrolados atacaban a su cerebro y ella solo seguía caminando con rapidez hasta que, tanto sus ideas como su caminata, se vieron interrumpidas por golpe que la desmayó.

    Despertó lentamente esperando sentirse agarrotada y dolorida por los golpes, sabía que estaría atada a una silla, amordazada y con los ojos tapados. Se sorprendió al sentirse libre, quizás no pudiera salir del lugar y estuviera insonorizado o lejos de lugares habitados, pero... ¿Por qué el lugar donde estaba tendida se sentía tan suave y mullido? era como estar acostada en una nube. En su vida había tenido un colchón tan cómodo como el lugar donde se encontraba y mucho menos unas sabanas tan suaves y frescas.

    Levantó los párpados lentamente y se quedó sin aliento al darse cuenta de que se encontraba en una cama de dos por dos metros que estaba engalanada con sábanas de seda y un edredón blanco con trazos negros; se avergonzó de estar en esa cama con los zapatos puestos y rápidamente gateó por ella y se puso en pié. La habitación era grande, espaciosa y poco amueblada, solo había un gran armario y un escritorio además de la cama. Las paredes estaban repletas de fotos.

    Esperó encontrar fotos de familia, quizás algún lugar bucólico o bellas mujeres, pero en clugar de esto encontró fotos de ella, en todas las edades. Había fotos en las que estaba jugando con una muñeca en el orfanato, de cuando se graduó en el instituto, de la ceremonia de entrada en la universidad, de su entrega del diploma por terminar la carrera, de su primer día de trabajo... y todas etiquetadas con día y motivo de la foto... o era obra de un padre alejado de su hija o de un perturbado obsesionado con ella por algún motivo.

    Sus pensamientos fueron interrumpidos por una voz que indicaba, sultimente, su entrada a la habitación. Alyson volteó alarmada, pero la calma retornó cuando observó una mujer que indicaba unos sesenta años de edad, con un dulce rostro que no dejaba de mostrar una sonrisa llena de ternura.

    -Buenas señorita Alyson, me alegra tanto verla nuevamente por aquí, ¡qué grande se encuentra! Me ha mandado el señor a buscarla, ¿podría seguirme, por favor?

    -¿Qué señor y quién es usted?- Preguntó desconcertada por la confianza que aquella mujer le inspiraba y al mismo tiempo, confundida por el trato que se le estaba dando a lo que ella consideraría una prisionera.

    -Mi nombre es Elisa, fui su nana cuando usted era pequeña y he trabajado durante muchos años para el señor Ismael, su padre, quien me ha encomendado el honor de llevarla personalmente ante él. Está muy emocionado, la ha extrañado mucho y muere por verla.

    Alyson se encontraba confundida... Volteó nuevamente a ver las fotos y no sabía qué pensar; ciertamente aquel hombre parecía ser realmente su padre porque a pesar de todas las ideas difusas recorriendo su cabeza, se sentía con una extraña sensación de comodidad en aquel lugar y Elisa, en la mirada cristalina de sus ojos marrones, no hacía más que inspirarle el cariño que olvidó hace mucho tiempo en un hospital donde comenzó su nueva vida.

    Asintió con la cabeza y desprendiendo la mirada de la pared, caminó fuera de la habitación, siguiendo a Elisa por un largo pasillo que se encontraba adornado con bellas esculturas a los lados; debía encontrarse dentro de una mansión porque todo a su alrededor era inmenso y hermoso. Al terminar el largo pasillo, bajaron por unas grandes escaleras que que encontraban del lado izquierdo y parecían dirigir hacia entrada principal de la mansión; había guardias en cada esquina, armados con ametralladoras Mini Uzi que combinaban con su elegante traje, algo totalmente distinto de lo que ella esperaba ver.

    Dos guardias les abrieron las puertas y al salir, Alyson no sabía cómo eliminar la cara de asombro por tanta belleza... Había un jardín inmenso con varios caminos de piedras que dirigían a diferentes lugares y por los alrededores, rosales de diferentes colores junto a fuentes y esculturas que embellecían majestuosamente todo el lugar.

    -A tu madre le encantaban las rosas... cuando vivía aquí ella misma se encargaba de cuidar, con algo de ayuda, del jardín; recuerdo que decía que este era su paraíso- decía Elisa con una sonrisa en su rostro, mientras caminaban -recuerdo que usted solía acompañarla desde muy pequeña. De haber seguido en esta casa seguramente usted hubiese mantenido este sitio como ella lo hacía.

    Ciertamente, su madre siempre había amado la naturaleza... Era impresionante que ese jardín le haya pertenecido. ¿Cómo una mujer tan dulce podía pertenecer a una mafia? Solo esperaba encontrar las respuestas con el hombre que decía ser su padre, porque a fin de cuentas, no tenía opción.

    -Llegamos.

    -Hola de nuevo, Alyson-, era nuevamente aquel hombre, el que la había llamado aquella mañana para responder a todas sus preguntas y, aunque ella no recordara muy bien qué había sucedido luego de salir corriendo el café Sweet, sabía que fue él quien la había llevado hasta ahí por la fuerza. -¿Estás preparada?

    Al pronunciar estas últimas palabras se colocó frente a una puerta de metal y la empujó hacia dentro invitándola a entrar...

    -Sí, lo estoy.

    No bien terminó de pronunciar estas palabras unas grandes puertas laterales se abrieron dejando pasar a dos mujeres tan bellas podían cortar la respiración a cualquier hombre, pero nada más verla parecieron encogerse y haciendo una reverencia se marcharon todo lo rápido que le permitían los tacones. Bien, no podía decir que aquello le disgustase, pero no era nada normal.

    Estaba perdida en sus pensamientos cuando alguien volvió a entrar, era un hombre alto y distinguido, su pelo era negro como el betún y su porte podría dejar a cualquier príncipe atrás. Iba vestido con ropa de marca y podría decir que tenía apenas cuarenta años, pero ella sabía que como mínimo debía tener los cincuenta bien pasados. Lo que acabó de convencerla fueron sus ojos, de un color gris que solo había visto en otra persona... ella misma.

    - Alyson- se escapó de sus labios al verla, los papeles que sostenía en la mano cayeron al suelo y se acercó a ella con paso firme. Cuando estuvo a su lado la agarró por los hombros y la miró de arriba abajo con minuciosidad-.¿Cómo estas? ¿Te hicieron algún daño al traerte? Estoy tan aliviado de poder verte al fin.

    Estaba apunto de contestar cuando la envolvió en sus brazos y la abrazó con tanta fuerza que casi la dejó sin respiración.

    Ella se dejó abrazar, aunque no solía simpatizar con los desconocidos algo en su interior se revolvió, era como si todo el tiempo que pasó lejos de él se disolviera en su mente... Ahora, era una niña pequeña que experimentaba el abrazo de alguien que nunca deseó, pero ahora que estaba ahí, parecía que lo había necesitado siempre.

    No entendía, sabiendo que todo podía ser una falsedad, no podía evitar abrazarlo fuertemente y sentir que su corazón se aceleraba de pura felicidad. Unas lágrimas tocaron sus mejillas; "no debo confiarme" pensó, pero no podía evitar sentir que aquél, realmente era su padre y, en los pocos segundos que vio sus ojos y ahora que la abrazaba, saber de cierta forma que él de verdad la quería...

    ¿Cómo era posible que su vida hubiese sido tan diferente a como realmente lo era?, sentía dentro de sí un cierto rencor porque, aunque fuese por su bien, su padre nunca antes la había abrazado y le parecía tan injusto no haberlo tenido a su lado... Pensaba que él era el culpable por haber elegido ese camino, un segundo, ¡es un mafioso! No es como ser hija del jefe de la policía, porque, por más amor que sientan, los mafiosos no son más que asesinos que eliminan a quien sea por obtener dinero y poder, arriesgando a su familia así no lo quieran y llevándolos, al final, a la muerte.

    Se separó de él inmediatamente al pensar en aquella palabra que le produjo un escalofrío aterrador trayéndole consigo el recuerdo de su madre. "Muerte", todos estamos destinados a ella, sin embargo, no era justo merecerla por el error, por las decisiones, por la forma de vida de alguien más.

    Lo miró fijamente mostrando tristeza y felicidad en sus ojos... Era extraño sentirlo, simplemente no sabía cómo reaccionar, ¿debía quererlo u odiarlo?, ¿y ahora qué? Simplemente estaba pasando por un momento dificil en el que, por primera vez, no sabía qué hacer.

    -Mejor será que terminemos de entrar, creo que es momento de que te explique todo personalmente. Debo admitir que esperaba que todo sucediera de otra forma, pero es tarde para arrepentimientos.

    Alyson respiró profundamente y entró al sitio donde encontraría finalmente las respuestas a las preguntas que se había hecho durante años... Aunque parece que aquellas preguntas, ya no eran las correctas.

    -Damián, no dejes que nadie entre ni siquiera por emergencia alguna... Cualquier cosa que llegase a suceder, estás a cargo de todo.

    Por primera vez escuchaba el nombre del hombre que la había salvado cuando murió su madre, el mismo que la había traído hasta aquí sin siquiera haberse presentado. Damián... Luego él también tendría que darle algunas explicaciones.

    -Sí Ismael, yo me encargo. - Justo después de estas palabras, Damían cerró las puertas. Ya no había vuelta atrás.

    No le gustaba estar encerrada sin salida, todavía no confiaba en nadie en aquel lugar y no podía impedirlo. Buscó salidas por todos lados, una manía que tenía desde su secuestro, y localizó dos ventanas y una puerta tras el gran escritorio que presidía la sala, que seguramente no le serviría de nada. Los suelos eran de mármol negro y blanco y las paredes estaba cubiertas de tapices ciertamente hermosos, seguramente serían de Rusia, por las imágenes y porque suponía que aquel era el despacho del que decía ser su padre y debía impresionar a sus oponentes.

    - Sientate- le indicó una silla ante el escritorio y cuando lo hizo, en vez de dar la vuelta y sentarse tras él, se sentó frente a ella, en otra silla.

    - ¿Que pasó?- preguntó ella sin rodeos.

    - No fue tan drástico como te lo contó Damián, solo quería que tu vinieras lo antes posible, eres tan testaruda como tu madre- suspiró y se pasó las manos por la cara-. La conocí en una fiesta, ella siempre reía diciendo que eramos como Romeo y Julieta, dos familias enfrentadas...- la miró a los ojos con pena y dolor no disimulados-, fue un flechazo, su pelo me recordó a el vino que estaba bebiendo y sus ojos a mis jardines. Su padre no nos quería juntos, pero aún así llegamos a un acuerdo y pudimos casarnos, las relaciones entre las dos familias mejoraron y más todavía cuando se quedó embarazada la primera vez... lo perdió a los tres meses. Al medio año se volvió a quedar embarazada, esta vez de ti. Cuando te tuvo fui el hombre más feliz del mundo al tenerte entre mis brazos. Todo fue bien los cinco primeros meses, pero entonces intentaron secuestrarte y ella se puso paranoica y nos sin razones, este mundo es muy peligroso pero no es como si pudiéramos desvincularnos así como así. Ella lo consiguió, un día desapareció sin dejar rastro, cambió su nombre, cambió su vida, cambió todo... supongo que no cambió su color de pelo porque sabía que era lo que más me gustaba de ella- alargó la mano y acarició su mejilla lentamente parando un momento en una pequeña cicatriz que tenía bajo la barbilla-. Cuando recibí la llamada de tu madre y oí que estabais en peligro casi me muero del susto. Busqué en todos lados, mentiría si digo que no le hice daño a nadie cuando os buscaba, torturé y maté a barias personas en esos dos días. Al final fue la mafia latina, cuando te vi totalmente cubierta por tu propia sangre...- le temblaron las manos y las apretó fuertemente, no pudo evitar cogerlas con una de las suyas-. No pude salvar a tu madre... no habrá cosa que me avergüence más en mi vida que eso, perdí a la persona que más adoré por un error. Así que no permití que volviera a pasar contigo, no dije a nadie que estabas viva, solo lo sabíamos Damián y yo, y dejamos que el estado cuidara de ti, aunque no dejé de cuidarte durante todo este tiempo... el no poder abrazarte me ha estado torturando todo este tiempo- la miró y le apartó un mechón de la cara-, ahora ya eres una mujer y yo...

    El dolor en sus ojos fue tan grande que no pudo menos que abrazarlo. Cuando la abrazó con fuerza en verdad lo sintió como su padre.
     
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    Última modificación: 18 de Septiembre de 2011

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