¿Mi historia jamás contada?

Esta mañana me ha parado una chica de una ONG para pedirme dinero y contribuir a la humanidad. Mi respuesta ha sido una mierda, sin fundamento alguno, no tenía ganas de pensar, no me salía pensar.
Pero por un momento me he sentido mal, qué hija de puta, seguro que es una pasionaria. Que hable así y de esos argumentos , con firmeza y sentido del altruismo, me pone cachondo. Espero que realmente piense así y no sea todo mecanizado para vender, espero.
Un momento, voy a liarme un cigarrillo.
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Vale, ya. Ha pasado más tiempo del que esperaba y casi se me ha olvidado qué iba a decir. Y suena Jim Morrison.
Hoy es uno de esos días en los que todo parece una mierda, en los que no me apetece hablar, me cuesta sacar las palabras. He llamado a Ángela para contárselo, creo que es la única que me entiende en esto.
No sé por qué me pasa esto a veces, lo de que no me salgan las palabras en una conversación, mi creatividad queda anulada y sólo es posible en un papel, como ahora.
Esta tarde viene Diana, no sé si me apetece. Parece buena chica, pero no sé si me apetece. Tengo que comprobarlo al menos ¿no? Nadie responde...

Llegando a casa un cartero miraba las piernas de una bella chica, yo también las he mirado, aunque yo siempre intento dirigirme a los ojos en busca de contacto, necesito ese contacto.
Creo que sólo se puede amar locamente mirando a los ojos. Por eso siempre intento mirarme los ojos frente al espejo.
El cigarro se acaba. Y me pican las piernas, no sé por qué me pican tanto los mosquitos, o las chinches, no sé por qué mierda me pican a mí.
Hay cierto consuelo en todo esto y es que mi ventana está abierta y sale el Sol poco a poco, las nubes de tormenta parecen dar una tregua.
Frente a mi ventana hay un árbol de hojas verdes. Se huelen desde aquí, lo observo, es la máxima expresión de vida que he visto hoy. Pero yo he tirado el cigarrillo por la ventana.

Y Jim habla de guerras, toros y fútbol... Creo que es un genio.