Mi madre me regalo a otra señora

Corría el sol hacia su morada nocturna, despacio para darme tiempo a ubicarme en el umbral de mi casa, la casa que mis padres alquilaban frente al parque, tendría yo 5 años, los mismos que teníamos de vivir en esa casa. En el largo patio, Mamá barría las hojas caídas durante el día, azotadas por el viento que por molestar o por obligación, arrancaba de los árboles de almendro, mango, guayaba, carao, limón, marañón y otros que el tiempo borró de mi memoria. Mami esperaba la tarde para evitar el inclemente sol y que el viento se cansara de molestar a los árboles, para quemar las hojas caídas. Yo, sentado en el batiente de la casa, a la expectativa, mirando hacia el norte, casi escuchando aquel grito de batalla, un grito acostumbrado por aquella señora, de alegría para mí. Podía correr hasta donde estaba mi madre a pedirle dinero, ella no me lo negaría, lo sabía, pero ¿y si en ese instante pasaba la señora y su grito no llegaba a escucharlo? Y ¿qué tal si pasaba de largo y se olvidaba de anunciar su paso?. No! mejor esperaba, con mi taza de lata, color blanco, la tasa más grande posible. Mi madre siempre compraría lo mismo, la misma cantidad, el mismo dinero, pero aquella señora recompensaba mi espera, mi vigilia, mi fidelidad con un poco más en mi tasa.

Allá viene, ya la vi, se detiene en otras casas, ¿porque no la dejan pasar de una vez?, ¿porque no llega primero donde yo estoy?, de todas maneras hay muchas casas después de la mía. Pero que no se detenga en esas casas antes de la mía, la casa de don Venancio y doña Benita, la casa de don Victor Matamoros y de mi prima Enedina Hernández y hoy que quiero que avance rápido, también se les antojó comprar a los hijos de la enfermera, Doña Corina Lagos, pero ya viene, aun trae ese producto que tanto me gusta, la detengo, le digo que yo quiero, que mami quiere, me aseguro de que baje aquella pesada y caliente olla, ahora sí! A correr, a gritar, mami!, Mami! , la señora está en la puerta, esperando que usted venga y le compre. Mi madre parece molestarse a veces, porque ella sigue en su batalla, con la escoba como arma contra el sucio, las hojas, los frutos podridos caídos y cuanto desastre había dejado yo, jugando a la guerra o subido en los árboles comiendo los frutos.

Aaaahhhh, que rico, está caliente, me quema, pero tengo prisa por saborear aquella bebida. Hoy fue uno de esos días, en que aquella señora, que muuucho tiempo después supe se llamaba, doña Consuelo, me había regalado un tanto más de aquella bebida de maíz. Si, era el chilate lo que esperaba tan ansiosamente, un capricho que mi madre siempre estuvo dispuesta a complacerme y por lo que, bromeando le decía a Doña Consuelo, este cipote se lo voy a regalar para que tome chilate, pues me sale caro comprarle todos los días. Para entonces yo sabía que era una broma, porque las oía reír a ambas. Hoy, no estoy tan seguro.

Con el tiempo, unos 12 años después, me enamoré de una joven 2 años menor que yo, Deysi Pereira Santeli, sin saber que era la hija de aquella señora, a quien mi madre amenazaba con regalarme. Sería la voz de Deysi, la voz en mi memoria de Doña Consuelo Santeli y el delicioso aroma asociado en mis recuerdos o en verdad las señoras cumplieron con su broma?. Ya no tengo que correr hasta el final del patio, ahora y para siempre, te tengo junto a mí y tu aroma me hace feliz. Felicidades mami, hoy cumples 55 años y a sorbos, calientes y aromáticos, te bebo cada día. HERNANC

 

Un escrito entrañable, atrapante y muy bello!! Felicitaciones por tan estupendo trabajo, compañero de letras!! Un abrazo

 

Que hermosas imágenes lograste crear en mi cabeza. Esas alegrías de infancia, tan absurdas para los adultos y tan eternas en los niños. Me encantó, como tomarse esa taza calentita.
Saludos.

 

Bellísimo , muy tierno felicidades y por favor una deliciosa taza de chilate, me encanta