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Mi primera sopa de mariscos

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Pacoswaldo, 23 de Febrero de 2014. Respuestas: 0 | Visitas: 870

  1. Pacoswaldo

    Pacoswaldo Poeta adicto al portal

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    El domingo transcurría más allá de su punto medio, el frío de Santiago de Chile promovía el deseo de preparar algo rico, calientito y con sabor a esa comida que se hace en casa, de aquella que dista mucho desde aquí, allá en mi lejana Talara. Mi prima y yo acudimos a la feria de Santa Patricia, compramos los vegetales frescos, unas ricas papas, zapallo, coliflor, col, cebolla, zanahoria y todo cuanto se hallaba para la semana, incluido los personajes insalvables como sal, pimienta, comino, palillo y la novedad ante la ausencia del rocoto en crema, el MERKENT un ají en polvo que aquí se vende y según se dice, arde como el infierno mismo.
    De retorno, ante ese laboratorio mal llamado cocina, nos aventuramos a preparar una sopa una de aquellas que no solo llenan las tripas, sino que queman en la pancita. Para sorpresa mía, me enteré muy a mi pesar que era yo, el cocinero de turno. Apasionado, intenso, desenfrenado, sin protocolos, ni reglas culinarias, preparé los vegetales de tamaño siempre dispuestos a dejarse atrapar con una colosal cuchara, paso seguido calentar una olla con una porción generosa de aceite como dice mi amigo Gastón Acurio, dorar un poco de ajo, con sus ingredientes respectivos de aderezo, agregar el agua, agregar los ingredientes dejando que tomen cuerpo y consistencia, unos traviesos fideos infaltables en aquella danza, girando sin miedo al compás de la música que imprime mi vieja cuchara de palo cuando rosa el fondo de la vieja olla, pasa el tiempo en el reloj, y el olfato se afina, los aromas emanan de aquél cráter gastronómico, ah… una jarra de agua se tiñe de naranja con la ayuda de un jugo instantáneo, las cucharas hacen acrobacias por llegar a la mesa en las manos de mi no menos hambrienta prima, rectifico el sabor, con sal, Merken, para ese saborcito a rocotito, una probadita para agasajar el paladar y ¡Caracoles! Ese sabor no nuevo no lo conozco, ¿Qué rayos hice?, la prima que mira con ojo fiscalizador, que protesta con boca hambrienta, se me sale el Bolognesi que va dentro, arrojando el último intento, “comida mala con ají pasa” decía la abuela (qpd y dg), pero si esta está mala por culpa del ají, dilema cruel, avanzamos con todo y me practico un “hará kiry” casero le arrojo, pimienta, comino, ají no moto (comercial gratuito), y cuanto pote hallaba a mi mano, mientras los platos yacían aun quietos antes de convertirse que ovnis, bueno ya más no podía hacer, no tenía el valor de probar aquella sopita marca “molotov casera”, que estallaría en mi única comensal de turno. “Esta listo” dije, parándose más rápido que inmediatamente a servir, salí con dirección desconocida buscando algo de amparo en el lavamanos del baño, todo era silencio, por un minuto, por dos, entonces regreso confiado, hallando a mi prima que me saludar con su dedo pulgar hacía arriba diciendo: “Buena primo, esta del carajo”, con el alma en el cuerpo tomé asiento y deguste eso que llamé sopa, ¡Caracoles! No estaba nada mal, una inesperada pero siempre paracaidista vecina saludando y haciendo uso de su agudo olfato. “Llévese un plato vecina” palabreo mi samaritana primita y antes que reaccione lo tenía en su mano, mi rostro estaba sereno, mirando fijamente lo sucedido y solo eso. ¡Espero que se enreden las tripas, vieja sangrona! Pensé, que más da. Me tiré a la cama y solo quise dormir, no quería almorzar. Llegada la noche, ese remanente era sólo mío, (algo que no quería probar) prendí la vieja cocina, el aroma fugó rápidamente por entre las ventanas, las rendijas y por cuanta pared se pudiera, en aquella soledad en la que me hallaba, tocaban a mi puerta, era mi vecina con plato en mano: “Vecino, buenas noches”, en silencio asentí, “Le comenté a mi esposo que hizo hoy sopita de mariscos y que le quedó de campeonato, y como anda un poquito caído del ánimo véndanos dos platitos, para revivir el cuerpo”, seguidamente me extendió su mano con los platos y 5000 pesos chilenos. Cogí el dinero antes que se arrepienta de lo que está diciendo, “Lleve la olla vecina, allí hay uno más, mañana me la retorna”, cerré la puerta con prisa tras de ella, me puse mi viejo abrigo y salí con rumbo a la casa de mi amigo Juan, a comprar algo para comer de mi agrado, salí agradecido por conseguir mi primera paga como cocinero, gracias a una sopa de verduras con sabor a mariscos. Moraleja: “Un cocinero no sabe lo que prepara, hasta que otro paladar lo consagra”.

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    Que viva la cocina el ingenio de la mano la complicidad de la cuchara y el paladar ajeno encantado



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    #1
    Última modificación: 23 de Febrero de 2014

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