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Mi rivera de aqueronte

Tema en 'Prosa: Surrealistas' comenzado por Gecko, 11 de Enero de 2010. Respuestas: 0 | Visitas: 863

  1. Gecko

    Gecko Poeta recién llegado

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    8 de Noviembre de 2007
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    He ahí, de nuevo ese ratón, paseándose por entre las vigas que sostienen el techo de este cuarto, deambulando de aquí para allá, deslizándose entre la madera; la roe, me mira (bueno, quizás no me mira) pero sus ojos se cruzan con los míos, y despiertan en mí un extraño deseo de gritarle algo… creo que estoy perdiendo la razón.

    ¡Corre ratón! ¡Aduéñate de las ruinas que alguna vez sentí mi hogar! ¡Acaba con este húmedo escondite de tristezas! ¡Corre ratón escapa de aquí, tal vez para ti aun no sea tarde! ¡Corre, corre que se aproxima la lluvia! ¡Corre! ¡Huye! ¡Huye! que llega la lluvia, la lluvia, la lluvia, la lluvia…

    Debo mover esa pesada silla donde reposa mi libro preferido de Lovecraft (no quiero que se moje), bajar la cortina (aunque no sirva de mucho) y… ¿y el ratón?, se fue… Bueno, ¿y ahora? …intentémoslo otra vez.

    He ahí, de nuevo esa brisa helada, atormentando la desgarrada tela a la que he llamado cortina, filtrándose por entre los agujeros de la pared, por entre los bloques huecos; por la visión insana de ventana. No produce ningún tipo de ruido al entrar (o tal vez es sofocado por las gotas que se estrellan furiosamente contra el tejado, esas gotas que caen justamente en la letra H de esta vieja maquina, esas que humedecen mi dedo cada vez que escribo “He ahí”)

    Silenciosa, silenciosa, la brisa taciturna sonríe mientras agrieta los muros, mientras desmorona la pintura, mientras sopla y sopla; el lila que cae al suelo, y el concreto que se muestra… soy yo quien vocifera… como un loco, sí, como un loco.

    Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis ¡imposible no puedo contarlas! ¡Son tantas! ¡Son tantas! ¡Imposible! siete, och… ¡maldita sea! ahora debo moverme yo.

    He ahí, de nuevo esa vela blanca luchando en la penumbra, me dirijo hacia las escaleras con la “luz” en mis manos, y diviso los muebles que me han soportado desde niño, les alumbro los brazos, se ven cansados, dóciles, ya no les tengo miedo, ya no lucen tan fuertes, el tiempo los ha acabado. El tercer escalón, la figura de una mujer semidesnuda que sonríe, no sé por qué, pero sonríe, (siempre ha sonreído, y nunca la he entendido) después de todo nada comprende el forastero, yo, quien intento descubrir los secretos del espacio vacío donde moro.

    La llama de mi lumbre se debilita, tambalea, parece que danzara con la fuerza gélida del viento, siguiendo el compás de la sinfonía de la lluvia en el techo (ah! esa H que no se seca) …y ya olvidé lo que seguía, es ese maldito sonido que me perturba, es ese frío, y los gritos que retumban en el lila y en el concreto, es el rústico suelo, y ese penetrante olor a alcanfor, el tracatá del aguacero, tracatá, tracatá, tracatá, que ahora cae en mi rostro.


    He ahí, de nuevo al vientre, a la placenta, mis labios se congelan, la bailarina se desmaya; frío, frío, todo es frío aquí en mi celda, los barrotes invisibles, la cerámica astillada, frío, frío, el cuarto se oscurece, las puertas oxidadas y esta vieja máquina se alejan ¡Se alejan!, frío, frío… el pánico y el ratón que ha regresado, frío, frío, digo adiós a la condena, al crujir de los dientes, frío… He ahí, mi alma.
     
    #1

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