Mi último amor

No debería amarla porque me pegaba mucho. Me encantaba cuando me despertaba por la mañana en plan cuchara y follábamos de lado. Me gustaba que lo hiciéramos todos los días. Nunca había tenido tanta satisfacción sexual. Ni con mi primera novia del instituto follaba tanto, y eso que ella también era bastante sexual. Pero tú eras otra cosa. Eras lo que siempre había buscado. Y físicamente estabas muy bien. Por eso aguanté todo ese maltrato. Me rompiste mis libros favoritos, una costilla, me jodiste el coche varias veces... pero por la noche lo hacíamos y me quedaba dormidito así que me compensó una buena temporada. A día de hoy me masturbo pensando en ti diariamente. Me hubiera casado contigo, hubiera tenido un hijo contigo. Pero el maltrato era demasiado. Además, yo tengo un punto solitario que también me ha salvado.

Recuerdo una de las veces que vino a casa la policía. Esa noche creí que me llevaban preso. Por suerte, no se te dio por hacer falsas acusaciones. En ocasiones me amenazabas diciendo que ibas a decirle a todo el mundo que te pegaba por así joderme. Me decías que si no te dejaba embarazada ibas a hacer falsas denuncias en la policía. Yo sentía como amor que no cumplieras tus amenzas. Era un completo esclavo de ti. De tu culo. Cuando te dejé no tardaste en buscarte a otro ni en quedarte embarazada.

Es sorprendente como la vida de fuera gira cuando te maltratan. Como ver que tu maltratadora tiene hijos y se coje bajas de maternidad o días libre para cuidar a su hijo enfermo. Me pregunto si no enferma a causa de que lo esté golpeando. Aunque creo que no. Me pegaba a mí especialmente. Puede que pegue a su novio actual, no lo sé a ciencia cierta, pero a un hijo sería demasiado.

Me dejé engatusar por ella. Se enamoró de mí como de otros. Aunque hubiera este juego de maltrato había amor. Un amor muy intenso y poco sutil. Un amor enfermo pero un amor igualmente.