1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

    !!!Te va a encantar, no te la pierdas!!!

    Cerrar notificación

¿Mi último cuento?

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Guillén Gomariz, 31 de Agosto de 2006. Respuestas: 0 | Visitas: 1022

  1. Guillén Gomariz

    Guillén Gomariz Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    25 de Agosto de 2006
    Mensajes:
    79
    Me gusta recibidos:
    0
    “Cuando los pájaros vuelan lloro porque yo no puedo volar”. Así empecé el decimoquinto cuento que iba a escribir como aspirante a ser presentado por mi parte al concurso de cuentos de mi instituto. Pero nada más escribir la frase la borré porque si cada vez que veía mi protagonista pasar un pájaro se ponía a llorar hubiera tenido que estar todo el cuento llorando y hubiera sido un poco... pesado. Además no me gustaba la organización sintáctica de la frase. El pobre verbo llorar estaba solo y acosado por dos proposiciones subordinadas adverbiales. Además las dos proposiciones se peleaban entre ellas para ver cual de las dos era más adverbial que la otra. La primera hacía alarde con hidalguía de su condición de adverbial propia mientras que la segunda amenazaba con denunciarla ante el tribunal constitucional pues estaba pisoteando el derecho a ser adverbial con igualdad que le correspondía según lo establecido en la constitución de 1978. No me hubiera extrañado que el verbo llorar estuviera llorando al darse cuenta de su situación donde incluso había sido abandonado por su sujeto que se había elidido el muy... Es que en la lengua española(¿o debería decir castellana?) los sujetos son escurridizos y libres, no como en otras lenguas que los tienen bien atados(for example: English). En conclusión, era una oración muy rara. Rara para mí que me dio por personificar los elementos sintácticos de esa oración.
    “Sus ojos encharcados derramaban lágrimas incesantemente por mi culpa”. En esta ocasión la frase me gustaba sintácticamente. Era una oración simple. ¡Qué hermosa! Un solo verbo con sus complementos y con un hermoso sujeto sin elidir. Una oración de lo más sencillo pero no me gustaba tampoco. Parecía como si sus ojos fueran un embalse o un lago a punto de desbordarse y encima era mi culpa, como si yo hubiera sido un huracán de nivel cinco o un terremoto de nivel siete. Lo que tampoco me gustaba era que aparecía yo en la oración. ¿Por qué tendré esa manía de escribir en primera persona? ¡Qué egocéntrico soy! La taché también.
    “Ella lloraba por culpa de los pájaros pues les tenía pánico”. Sin comentarios. Al igual que las anteriores fue tachada y con una especial repulsión.
    La poca inspiración que había tenido al principio se había esfumado por completo. Tendría que elegir entre los catorce cuentos restantes para presentar tres pero eran todos tan cursis... Además en la mitad de ellos acababa suicidándose el protagonista y ya me había advertido mi profesora de lengua de primero de bachiller que acabara con esa costumbre casi bárbara de acabar con mis personajes colgándolos de una lámpara o tirándolos por un barranco porque no está muy bien visto eso del suicidio en nuestra sociedad aunque después nos obliguen a estudiar en segundo de bachillerato cierta obra teatral donde una hija de una madre un poco autoritaria se suicida. Aun podía cambiar el final de algún cuento y no matar a los protagonistas pero la verdad es que no me gustaba esa idea. ¿Y si me hacían como a Cervantes a quién le sacaron un Quijote apócrifo? Y eso fue porque se esperó a matarlo en la segunda parte. Yo como no quiero que se aprovechen de mis personajes pues los mato. De ahí lo del suicidio. Los podría matar de muchas maneras pero matar a un adolescente de un infarto de miocardio... la verdad es que no concuerda mucho. Podría atropellarlos, acuchillarlos o tirotearlos... Lo mejor sería dejarlos vivitos y coleando, ¿no?, aunque te los copien.
    Me estaba viendo ya en la universidad totalmente traumatizado y diciéndoles a mis compañeros de facultad: “Presenté cuentos cada uno de mis cuatro años de instituto en su concurso de cuentos pero no gané nunca. ¡Menudo trauma!”.
    Más tarde cuando ya estaba más relajado, absorto en el análisis sintáctico de una oración: “Mi perro come las patatas que La Poncia le dio cuando estuvo ladrando para que se callara”, pensé que no era tan importante el ganar, pensé que sólo por haberlo intentado ya era suficiente, pensé que sólo el haber hecho que los miembros del departamento de Lengua Castellana y Literatura en pleno se tuvieran que haber leído todas aquellas historias que yo había presentado (les hubieran gustado o no) ya era todo un triunfo, pensé que aún podía escribir un último cuento y ese cuento acaba con el siguiente punto final. No, con éste.


    Al final gané y con este cuento.:::sonreir1:::
     
    #1

Comparte esta página