Miranda

Qué era todo aquello que teníamos, Miranda. Qué era todo aquello que filtraban nuestros poros en cada noche horizontal, en ese reducto de espartanas soledades. Qué era aquello que flotaba en la monótona fragancia de la almohada. Qué era todo ese polvo antojadizo en la diminuta y profunda intemperie de tu piel. Qué era todo aquello, Miranda. De qué se trataba ese indeleble campanario poblando las horas sobre nuestros muertos, sobre nuestros huesos vencidos haciendo garabatos para conquistar el destino, ese implacable peregrinaje hacia la zona desconocida, hacia la sombra de un ocaso o el resplandor de la luna. ¿Es que era acaso, Miranda, todo ese tumulto de aplausos y el desconsuelo de mi abrazo, el final del juego? Qué era todo eso de tener el Danubio a orillas de tu espalda y morir en Venecia con la palma de tu mano. De arrodillarme frente a tu altar y despertar junto a tu cara. Qué era todo aquello con Madrid empotrada en tus entrañas y yo amurado a tu lenguaje. A tu álgido lenguaje de silencios urbanos, de místicas devociones por el trance pagano. Qué era toda esa jauría de dioses incompletos devastando Roma con nuestros corazones, con nuestras garras invisibles chapoteando en La Fontana, con nuestros dedos extendidos jugando a la distancia. Qué era todo aquello, Miranda, me pregunto desde el rigor de mis cristales, mirando siempre a España, a tu cuarto de olvidos amarillos y rojas soledades. A tu alfombra persa de liviano equipaje y vuelos de sabotaje. Qué era todo aquello, Miranda, todo aquello que teníamos con horario de partida. La distancia es tan sólo ahora, una sórdida fantasía seduciendo mi memoria. A pesar de los años, aún recuerdo tu calle, tu calle como tu rostro, y esa falsa ventana, que alguna vez pintaste, mirando a Buenos Aires...

 

todo un detalle y encantador texto que nos deja, saludos

 

Pues no tengo más que palabras de agradecimiento por tan bello gesto. Muchísimas gracias por dejar su huella en mis palabras, querida amiga. Un gran abrazo.


Hernán