Mis ojos

Mis ojos

Se me acercaba lentamente. Su vestido de raso blanco ondeaba a través de la noche, a causa del viento que ululaba entre los árboles del bosque que se extendía a su derecha. Allí tan sólo había hierba, un campo de moribunda hierba a la que nadie le importaba cuidar. La piel de la muchacha parecía aún más pálida a causa de la gran luna que se extendía sobre el cielo, rodeada de densas y oscuras nubes que incrementaban mi ansiedad. Su pelo negro se confundía con el cielo, y sus ojos… ¡quién sabe dónde estaban sus ojos!
Lo único que podía ver en el lugar que le correspondía a sus esferas oculares era un profundo vacío, un agujero negro, un hueco terrorífico del cual emanaba la sangre que corría por su cara.
Y ella seguía avanzando. Lentamente, sí, pero se acercaba y yo no podía escapar, me sentía sujeta a un no sé qué allí en el suelo, inmóvil y con ese cuerpo acercándose.
Apenas distaban ya unos pasos entre nosotras y ella seguía avanzando. Su cara me resultaba espeluznantemente familiar desde aquella distancia. Se agachó allí donde estaba yo, como si pudiera verme. Empezó a tantear a ciegas el terroso suelo y fue entonces, al notar que ella me tocaba, cuando comprendí que yo no era un cuerpo, tan sólo dos esferas. Yo era sus ojos, ella era yo. Entones de su cuerpo, de mi cuerpo, emanó un terrible grito, un quejido de dolor, por haber perdido los ojos. Mi cuerpo los cogió y, lleno de furia, los apretujó entre sus manos haciéndolos estallar.
Fue entonces cuando grité, despertando de esta pesadilla, en mi cama. Un sudor frío recorría mi cuerpo, helándome la piel. Al comprender que no había sido real tuve el impulso de llevar mis manos a mis párpados y allí se encontraban mis ojos, perfectamente fijos en sus concavidades. Suspiré, aliviada.
Para tranquilizarme y comprobar que todo estaba en orden encendí la luz de la lamparita que había sobre la mesita de noche y me dirigí hacia el espejo. Allí estaban mis ojos, pero la sangre los rodeaba sin que parara la hemorragia de mis párpados, volviéndolo todo nubladamente rojo, hasta que un profundo dolor me atravesó la cabeza, llevándome a la locura y haciéndo que me arrancara los ojos para que cesara. Lo último que recuerdo es que me desmayé.

Por Aryaa​

 

Y eso que era un sueño, yo miro esos ojos y me muero de la impresión.Un abrazo anda, que esta noche ni me mirare al espejo