Mis pasos se van haciendo más lentos.

Hoy se enverdece las montañas, y comienzan a vivir.
Las lluvias tempranas refrescan la tarde.
He caminado hace varias horas bajo las grisáceas nubes que siguen desahogándose sobre mi alma. Mis pasos se van haciendo más lentos; siento mis pies mojados buscando el suelo que se pisa en el camino donde mis huellas desaparecen bajo los pequeños riachuelos que se forman por la lluvia. Y el desgastado forro que me sirve de impermeable se siente como dos férreos brazos que me empujan hacia abajo.
Hoy se enverdece las montañas, y comienzan a vivir.
Las montañas, se enverdecen al paso de las lluvias tempranas, pero sus habitantes buscan un refugio posible para seguir viviendo. Las garzas han dejado de volar, los zorros corren por el campo hacia los lugares más altos. Yo sigo bajo la lluvia.
He cruzado ya varias montañas, sigo mi lento caminar deseando volver a verte; pero se que me espera un letargo silencioso, un abrazo frío de soledad y tu última imagen tierna dejada sobre la almohada.
Sigo pensando en tus razones, y no entiendo muy bien algunas cosas; pero deseo verte, escuchar tu voz aunque sea para recriminarme.
La noche llega fresca... Ha dejado de llover.
A dos pasos se encuentra una puerta que nos separa. Me propongo tocar, pero me acobardo.
Pienso en los momentos del ayer. Se calma mi angustia.
Doy media vuelta y retorno sobre mis pasos perdidos bajo los charcos que aún quedan.
Sí... Te amo demasiado para esclavizarte a mi destino.
Ha dejado de llover... Sólo mi corazón herido siguen creado los pequeños riachuelos de tantos hermosos recuerdos.