1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

    !!!Te va a encantar, no te la pierdas!!!

    Cerrar notificación

Molesto placer

Tema en 'Prosa: Melancólicos' comenzado por ivoralgor, 13 de Octubre de 2016. Respuestas: 0 | Visitas: 302

  1. ivoralgor

    ivoralgor Poeta asiduo al portal

    Se incorporó:
    17 de Junio de 2008
    Mensajes:
    494
    Me gusta recibidos:
    106
    Género:
    Hombre
    La poca luz del día se coló por la ventana. Era un día de diciembre, pálido y gris. En la casa del político, venido a menos, Adrián Ordaz, se oyó un gemido lastimero. Los ojos de Esmeralda se anegaron sin remedio. Por favor, dijo entre sollozos, no tan fuerte, que me duele. Una mueca de fastidio se dibujó en el rostro de Adrián. ¡Deja de quejarte! Recriminó. Las manos pequeñas, y tersas, de ella, se aferraban a las sábanas de satén blanco. No era la primera vez que la poseía de esa manera. Debió intuirlo por la urgencia de la llamada, un par de horas atrás. Estoy muy cachondo, le dijo por teléfono. ¿Quieres ser diputada?, preguntó agitado, entrando y saliendo con brusquedad de su esfínter. Apretó los ojos y el llanto se fue apagando lentamente, pero el dolor era cada vez más intenso.

    Se imaginó las manos expertas de Nicola recorriendo cada palmo de su cuerpo, para evadir, a toda costa, ese lacerante dolor. Las entrañas se le revolvieron sin remedio. Apretó los ojos y sintió como esas mismas manos la estrujaban entera. El placer y el ardor que emanaban de su sexo la hacían eyacular. Intentó, sin conseguirlo, sentir ese mismo placer, aquel ardor delicioso que le tensaba todo el cuerpo. Las manos asían con más fuerza las sábanas de satén, de impotencia. Sintió, al fin, escurrir por las nalgas el líquido tibio de Adrián. Estiró las piernas y se quedó inmóvil. De súbito, el dolor y el ardor se esparcieron por todo su ser. Las lágrimas empaparon las sábanas. Escuchó el correr del agua que cayó de la regadera. Tenía que aguantar esos placeres por seis meses más, cuando eligieran por el partido a los candidatos para diputados. La voz de Adrián la sacó de esos pensamientos: Después de bañarte y vestirte, te largas, dijo con voz áspera. Tengo otros asuntos que atender, en esta misma cama.

    Se incorporó con dificultad. Recogió sus ropas y agarró el bolso donde tenía aquella pomada que una amiga le recomendó para esos casos. Por dentro sabía que pasarían, al menos, dos días para que el sentarse no fuera doloroso. La llamada de Adrián estropeó los planes que tenía con Nicola. No podía entregarse a él en tales condiciones, no lo disfrutaría. El agua tibia escurrió por su piel y pensó en la excusa que inventaría para postergar la cita. ¡Maldito cerdo! Se recriminaba en silencio, apretando la mandíbula con rabia. Se percató, hasta ese momento, que tenía moretones en los muslos. Esas marcas de dedos grisáceos le provocaron nauseas. Se consoló imaginando el dinero que ganaría, junto con Nicola, al crear empresas fantasmas para desviar fondos del gobierno. El plan ya estaba urdido desde hacía un año, cuando desnudos en la cama de un motel, a las afueras de la ciudad, ella le contó sus planes de hacer, hasta lo imposible, por ser diputada. Incluso, dijo con firmeza, ofrecería mi cuerpo. ¿Y qué pasará con tu esposo?, preguntó Nicola hurgándole el sexo con los dedos. Con un movimiento ágil se recostó sobre él. A ese pendejo lo tengo controlado, respondió antes de mordisquearle los labios. ¿Qué harás para quitar al estorbo de tu suegro?, preguntó mordiéndole la barbilla suavemente, como a él le gustaba. Tengo que llevar a mi esposa, y mis suegros, a unas vacaciones para que me cedan el control total del negocio inmobiliario, dijo con fastidio. Suspiró con pesadumbre mientras sentía escurrir, por su cuerpo, las burbujas de jabón.

    Adrián salió de la habitación cuando vio levantarse a Esmeralda. Ver ese espectáculo le daba repugnancia. No aguanta nada, se dijo para sus adentros, como si fuera la primera vez. Por un momento, Esmeralda olvidó el dolor, pero el roce de la toalla por sus nalgas se lo recordó. Se miró al espejo: tenía los ojos hinchados y la cara pálida. Perdió su mirada en el café oscuro de las aureolas del pezón. De nuevo, sintió las manos de Nicola acunando sus pechos voluptuosos, productos de una cirugía estética. Se sentía satisfecha por tener esa carta de presentación; sin olvidarse de lo firme de sus nalgas, trabajadas con horas y horas en el gimnasio: El spining hace maravillas, se repetía al contemplase las nalgas en los espejos. Abrió el bolso y sacó la pomada. Suspiro largamente antes de untársela. Maldijo de nuevo a Adrián. ¡Ojalá que ya no se le pare al desgraciado!, dijo con una mueca de dolor, mientras sus dedos repasaban suavemente, con la pomada, la zona escaldada. Sacó del bolso unas pantaletas holgadas, unos lentes oscuros y guardó la otra ropa interior de hilo dental que llevaba puesto al llegar a la casa. Se terminó de vestir, se maquilló rápidamente y se puso los lentes oscuros. Salió de la habitación a paso lento, altiva, sintiendo molestias al caminar. Le sonrió a Adrián y le mentó la madre, en silencio. Una sirvienta, de mirada inquisidora, le abrió la puerta. Se detuvo en el umbral y aspiró profundamente. Se giró un poco y le dijo con ira: ¡Pendeja! Dio un par de pasos y se escuchó el portazo detrás de ella. Aún le faltaban unos metros antes de llegar a su carro y las molestias la irritaban sobremanera.
     
    #1

Comparte esta página