Monstruito.

Porque era un pequeño monstruo. O al menos eso me pareció cuando llegué de la escuela y lo encontré, grande y deforme, en el patio. ¡Como me asusté!... parecía un morrocoy con cachos en la concha, los dedos de sus patas estaban unidos entre sí por membranas, y el enorme cuello, larguísimo y feo como una gorda serpiente, ostentaba en su punta dos ojos diminutos, absurdamente desproporcionados. Tenía la cabeza como la de un sapo y una naricita graciosa como los marcianos de los suplementos.
- Pobre monstruito - pensé, es todo, todo feo, y debe estar muy triste. A nadie le provocaría acariciarlo, creyendo que por ser feo sería también malo. Yo misma le tenía miedo... un miedo mezclado con lástima por su deformidad. A lo mejor tendría hambre. Quizás tendría sed. ¿Estaría muerto?... no me parecía que respirara.
Y se me ocurrió echarle agua en el lomo... ¡que susto pasé!... Monstruito, muy contento, movió sus patas como si quisiera nadar y con una flexibilidad asombrosa estiró su gran cuello que creció ante mis ojos casi del tamaño de su cuerpo. Entonces grité y mamá salió corriendo del cuarto.
- Vas a tener que llevarte a ese animal de aquí, chico - le dijo a mi papá -
la muchacha está asustada.
- Hay que ver que esa mocosa si es tonta - respondió él. Y agarrando a Monstruito tranquilamente se lo llevó cargado como si fuera un bebé.
¿Van a creerme?... el pobre bicho abrió sus ojitos tristes y me vio... me vio igualito a las comiquitas de la tele, con un pesar muy grande en su mirada... así, como con ganas de llorar porque yo le tenía miedo.
Y ya no volví a verlo. Papá me contó que se lo iba a llevar a un veterinario para que lo cuidara y alimentara. Nos dijo que un señor quería matarlo para vender su manteca en el mercado y que para evitarlo él lo había comprado. El pobre Monstruito se había quedado quietecito dentro de una batea llena de agua y nadie sabía qué darle de comer. Alguien comentó que era una especie de tortuga del Orinoco. Se habló de hacerle publicidad en los diarios. Se alborotó la gente del pueblo. Todos deseaban satisfacer su curiosidad.
Y una mañana, cuando papá fue a llevarle mangos porque averiguó que a Monstruito le gustaban, no lo encontró en la batea. Se cansó de buscarlo - dice él - y no estaba por ninguna parte.
Nos quedó su retrato... su pequeño retrato de monstruo triste. Viéndolo de cerca, uno se da cuenta de que el animal está aterrado... ¡pobrecito!... a lo mejor sabía que lo querían matar... quizás al reflejar su imagen en el agua que le echamos se vio tan feo que prefirió huir. Fíjate... a mí me parece que sus ojitos están húmedos... ¿te das cuenta?...

 

sí estan húmedos, sus ojitos.
me ha dado pena el monstruo, pero a lo mejor esta bueno si se asaba.

Esperemos que nunca nos pase nada parecido y que nadie nos quiera matar por que piense que seamos unos mosntruos.
Vive la vida con mucha fuerza, v´viela con mucha intensidad
cr

 

encantadora prosa, me hubiera animado a
ponerla en infantiles.
Para mi que se fua a su lago con su mamá
y su papá y siempre te recordará con cariño
su única amiga humana.
Un beso, estrellas y te felicito

 

Gracias, amigo, por pasar a comentarme. Un saludo y un fuerte abrazo.

 

:::triste::: Susana... pobre tortuguita... que historia más triste... dan ganas de llorar... Besitos

 

Tu personalidad está bien espuesta en este artículo, mi querida Albaclara, a tu prosa sencilla y sincera, se une tu evidente amor por los animales y esa compasiva mirada al que no se puede defender ni expresar su temor;
también veo el amor y el respeto a tu familia y una imagen afectiva de tu padre al que retratas protector;
Seguiré tus relatos, un abrazo querida amiga,
Eduardo.

 

Gracias, Almita, por tu afectuoso comentario. El relato está basado en una historia real. Besos.

 

Gracias, Celena, por pasar a leerme.

 

Gracias, amigo, por pasar a leerme.

 

Me encanto tu prosa. Me encanta ver prosas en este Foro. Disfruto mucho la imaginación y la tuya me encantó. Saludos

 

Gracias, Paloma, por pasar a leerme y comentarme.