Monzón

Odio a ese perro
ladra como un hijo de mil

y a su dueña, hija de mil
y a su dueño muerto hijo de mil

yo nací entre olmos
y gatitos enterrados en el fondo
del patio, y me crié viendo como
mi hermano y sus amigos mataban
pajaros y lagartijas

viví en siestas utópicas
a la sombra de gigantes eucaliptus
tirado mirando el cielo en noches de verano
no supe lo que es odiar
a eso lo aprendí de viejo

si no escuché mal
esa vieja que me regala limones
le decía monzón
al perro.

massimo

 

Bien claro queda el silencio frente al bullicio. Incluso el léxico se trastoca...

Saludos!

Palmira

 

Creo que pasa por la atención puesta, cuando estoy concentrado en algo los ruidos no me molestan, pero esa concentración es breve. En el pueblo es dintinto, pero vivir allá no es facíl.

gracias Uqbar. que andes bien.

 

Yo quería odiar a mi perro/vecino que no para de ladrar/me, juro, quería odiarlo... Sin embargo, a veces le doy comida y le pido que se "calle', y el hijo de tres mil no para, ¡no para!
Pero, creo que ya me estoy acostumbrando a él, hasta nombre le puse: Negrito (a veces) o Negro (hijo de mil) casi siempre.
Me gustó leerte.
Saludos, Massimo.

 

pasa eso sí, normalizamos, pero el olvido es la mayor venganza. gracias ro ni ma.,

 

De ná, Pedialor