Mucho gusto.

Mucho Gusto​

Sólo somos capaces de apreciar una ​

minúscula porción de la realidad.​

Cierta tarde al recorrer el barrio y mientras cavilaba acerca de mi recién adquirida inclinación hacia la homofobia, claro está, después de mi drástica transición, me tope con un hombre alto, de buenas maneras y muy dispuesto a la charla dicharachera, quien a bocajarro me dijo a modo de íntima confesión:
— No sé porqué, pero la sola idea de que se me pueden subir las cucarachas, me pone fuera de control, créame, me parecen insectos verdaderamente aterradores y asquerosos.
— Por aquí no he visto muchos de esos bichos, le contesté.
— Lo sé, pero ¿me creería si le dijera que los presiento? No me juzgue loco, en verdad que los presiento,
— Usted habrá de disculparme, pero he notado que es invidente. ¿Cómo puede tenerle tanto miedo a algo que nunca ha visto?
—Ver lo que se dice ver, pues no. No podría precisarlo con exactitud, pero lo que mi imaginación ha visto, después de la detallada descripción de mi tía Eustolia, no me deja lugar para incertidumbres, es más, le aseguro que las he visto.
—¿Podría describírmelas? Le pregunté.
*—Tampoco podría hacerlo con precisión, porque cada vez que lo intento me bloqueo por completo y empiezo a sudar, puedo visualizar con claridad una abeja, una hormiga, incluso a una araña con sus ocho patas y sus ojillos en racimo. Una cucaracha no.
—Eso es un disparate, le dije, cómo le puede resultar tan perturbador algo que ni siquiera puede describir.
—Disculpe, como bien ha notado soy ciego y aparte descortés, me llamo Eduardo Soriano.
—No se preocupe, me llamo Franz Kafka y extendí una de mis antenas a modo de saludo.
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