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Mutilaciones Mañaneras

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por Saber, 23 de Enero de 2014. Respuestas: 2 | Visitas: 731

  1. Saber

    Saber Poeta recién llegado

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    PIDO DISCULPAS POR LAS PALABRAS PEGADAS; EN EL ARCHIVO DE WORD NO LO ESTÁN Y ALGUNAS DE LAS QUE CORRIJO SE VUELVEN A PEGAR. Ignoro que ocurre.

    “Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza "
    Dante Alighieri (La Divina Comedia)


    Verdaderamente, temía por mi vida. Podía oír la risa de la muerte: era la voz de mis carceleros, mis jueces, que debatían sobre el futuro de mi mísera existencia. ¿Es necesaria esta eterna agonía por tener sueños? ¿Acaso el anhelar un mundo mejor es un pecado imperdonable para ese ser al que llaman Dios? ¿Merezco esta inhumana tortura por pensar que un cambio mejoraría nuestra podrida sociedad?No podía recordar como había a ese horrible lugar. Atribuí mi falta de memoria, mi excesiva debilidad y la magnitud de mi hambre y mi sed, a las drogas: el método clásico para domar a las ovejas descarriadas como yo. No puedo (ni siquiera hoy) apagar la luz de mi razón, que, por su maldita intensidad, crea las más horribles fantasías que se extienden como lúgubres sombras a través de mi pensamiento. He visto como cuerdas, que unen mis extremidades a caballos galopantes, se llevan lejos mis brazos y piernas. He vivido, en mis más sombrías pesadillas, la experiencia de ser penetrado por incontables clavos, en la más profunda oscuridad, y, sobrevivir solo para que la infección incrementase mi llanto y mis gritos de terror y de dolor casi eternos.Había estado muerto desde que fui encerrado, aunque mis captores no hubiesen hecho nada más que encerrarme… Mis malditos pensamientos eran la peor parte de estar privado de la libertad. “¿Qué será de mí cuando decidan darle un propósito a mi estancia aquí? ¿Qué ocurrirá cuando consumen las más espantosas torturas, que, de seguro son la razón de las risas que escuché hace poco?” No quería ni imaginarlo… pero, mi imaginación estaba muy ocupada creando los más mínimos detalles de estas torturas. Yo no podía calmarla (mucho menos teniendo en cuenta mi cansancio físico y mental).En aquel momento, tras un leve dolor en mi cuello, un sueño irresistible se apoderó de mí, y, sin oportunidad alguna de soportarlo, caí, como muerto.¿Cuánto dure en ese estado? No lo se. ¿Dónde estaba? No lo se. ¿Por qué no lose? Porque la más negra oscuridad evitaba que pueda ver algo. Oscuridad que parecía sacada de los más ocultos y profundos temores de la humanidad. Desde el momento en que recuperé mi conciencia, perdí mi movilidad: Un miedo eterno inundó mi existencia, e, impedía cualquier posible intento de moverme. Mi razón no encontraba la razón de la falta de luz. ¿Ojos vendados? ¿Cuarto de juegos? ¿Entierro prematuro? Todas estas eran posibilidades tentadoras para mi lado más humano (¡el atemorizado!). Sin embargo, en un ataque de insensibilidad (¡Una epifanía!), mi alma entró en un estado más… soportable. ¿Ojos vendados? No, no sentía nada sobre mis ojos. ¿Entierro prematuro? No, aún podía respirar y no sentía el aroma a tierra y muerte. ¿Cuarto de juegos? Si. ¡Eso era! ¡Aquella risa de antes era como la inocente alegría de un niño a punto de jugar! Pero… La inocente alegría del niño hace que rompa su juguete. Y yo era el juguete…Un aroma captó mi atención, y, evitó que siguiera torturándome más. Era comida. ¡Alimento! Me arrastre como la rata humana que era, buscando alcanzar el elixir de la existencia. Desesperadamente (y sin pensar en nada más que en el acto de comer), tomé el alimento y lo introduje en mi boca. Mi ardiente sed se incrementó al instante, mientras escupía el salado puré que me habían dado.Acto seguido, me arrastre aún más y,limpié el sucio suelo con mi lengua: mi hambre era insoportable. Si bien calmé mi hambre, aumenté mi sed, y grité (creo haberlo hecho) por algo de beber.Grité (Si, ¡estoy seguro de haberlo hecho!, con lo que quedaban de mis fuerzas,por alguna bebida. Mi garganta me quemaba, como si el infierno mismo estuviese allí. No hubo respuesta alguna, si bien creí haber escuchado una lejana y débil risa.¡Maldición! El sueño se apoderó nuevamente de mí. ¡La maldita pasividad de mis captores me estaba volviendo loco!Desperté, sentado en una silla. Mi primera reacción fue intentar moverme,alejarme de allí (Una inútil manifestación de lo que llamamos esperanza). No pude moverme. Se me explicó, con sonrisa en boca, que me inyectaban barbitúricos para inhibir posibles actos de rebeldía. Efectivamente, portaba yo una especie rara de brazalete, con unos contenedores oscuros que, debía asumir,estaban llenos de aquella droga.En aquel momento, mi juez (cuyo rostro estaba cubierto por una mascara idéntica a la de aquella película de terror tan famosa entre los jóvenes)empezó a formular preguntas cuyas respuestas desconocía. “¿Quiénes lideran el movimiento? ¿Dónde te contactaron? ¿Quieres seguir sufriendo?”. Tras cada respuesta negativa (y no podía ofrecer otra cosa), una uña de mi mano era removida. La carne se rasgaba a un ritmo prudencial y acelerado: lo suficientemente rápido para garantizar un sufrimiento constante, para luego acelerar casi imperceptiblemente con el fin de aumentar la magnitud del mismo. Era imposible el descansar del dolor. Creo que mencionó algo de que el pulgar era el más doloroso, o quizás, por mi experiencia propia, yo mismo lo asumí. Las preguntas continuaron, cada vez menos específicas –e incluso llegaron a ser simples-, pero, mi mente, cada vez menos útil, no tenía la capacidad de contestarlas. Cada uña que era arrancada incrementaba mis gritos de dolor y de horror. Dolor, por la tortura física.Horror, por la psicológica. ¡No podía moverme! (ni siquiera podía temblar),pero, ¡podía sentir! La esperanza, contrario a la falsas enseñanzas que había recibido, se escapó entre el aíre que tan difícilmente exhalaba (¡Podía sentir como lo hacía!). No podía dudar ya de la inminencia de mi muerte.Luego de concluir el interrogatorio, y, tras mi aparente obstinación,martillaron mis dedos. Un pesado bloque se acero, cuyo tamaño era comparable al del torso de los más atléticos hombres de Grecia, cayó sobre mis pies. Todos y cada uno de mis huesos se quebraron en mil. Mis cuerdas vocales debieron de desgarrarse tras un sonoro alarido gutural. El dolor crecía exponencialmente. Supliqué a Dios, si, a ese Dios en el que jamás creí, que acabará con esta miseria. El ultimo rayo de esperanza, que estaba oculto tras mi nublada mente,se mostró momentáneamente. La risa divina pareció manifestarse en el relevo de mi victimario, quien, posicionándose atrás de mí, comenzó a mover una especie de rueda anexa a la silla (cuya existencia, hasta ese momento, no había percibido ¡Era mas importante ver como jugaban con mi cuerpo que analizar el lugar en que estaba!). Una especie de tornillo empezó a emerger de la silla y a penetrar mi ano, con un ritmo análogo al que usaron para despojarme de mis uñas.¿Para que gastar más espacio tratando de describir el dolor y la humillación de estos padecimientos? Mi sangre decoraba el suelo. Mi dolor decoraba, con sonrisas, el rostro de aquellos seres que se hacían llamar humano, ¡esos malditos y depravados seres que destrozaban lo que quedaba de mi propia humanidad! Al ver que tales medidas “no lograban doblegar mi voluntad” (¿Cuál voluntad? ¡Simplemente, ignoraba todo sobre el movimiento al que, por simple y desgraciada curiosidad, me presente un solo día!), pasaron a un nuevo nivel.Azotaron mi espalda, dejando tiras de piel desgarrada como adorno (¡La casi inexistente brisa en la habitación los movía al ritmo de la muerte!).Penetraron mis muñecas con clavos, para unirme con un trozo de madera. Ataron mis muslos y brazos a una cruz. Rodearon mi cuerpo con alambre de púas.Retiraron el brazalete de barbitúricos. No quedaba en mi duda alguna de que moriría de la forma más horripilante que le hombre ha creado: crucificado. Al principio, no halle motivo para los alambres, según mis básicos conocimientos (de la mano de la religión) sobredicha tortura. Tres minutos, y, mi necesidad para respirar me dieron respuesta.Arrastrar mi espalda en busca de oxigeno clavó un puñal en mi propia alma. Los alambres de púas se unieron, en sagrado matrimonio, a mi cuerpo. Mi hora estaba cerca.Mis latidos eran la cuenta atrás. Mi respiración, la música de fondo. Las cuerdas vocales, que creía muertas ya por sus inmensos esfuerzos pasados,resucitaron para emitir un último y prologando aullido de desesperación. Mi alma estaba lista para dejarse llevar. Mi razón había aceptado a la muerte como la mejor opción: No valía la pena seguir “¡Que el señor se apiade de mi pobre alma!” grité.Me bajaron de la cruz. Me aplicaron curaciones provisionales, para evitar infecciones. Vendaron mis heridas (en las de las muñecas, aplicaron un polvo blancuzco antes de aplicar los vendajes). Me alimentaron suculentamente. Yo,estupefacto, me deje llevar por la situación, sin pensar ni decir nada más. Luego, me dijeron “Muy bien, amigo, de ahora en más, trabajas para nosotros. Te infiltraras en esa red de anarquistas (de la que ya sabemos,¡Siempre lo hicimos! no eres parte) y nos ayudaras a desmantelarla. Si no, ya sabes lo que te espera. Esto en un servicio a tu país ¡Siéntete orgulloso!”Reí frenéticamente. Simplemente, reí. ¿Qué más podía hacer? Me resigné a servir fielmente a aquellos monstruos… Aquellos seres que decidieron torturarme de la forma más inhumana en la habitación en que pase mi infancia. Mis recuerdos alegres están ahora manchados de dolor. No soy más que un esclavo de mis asesinos. De entre todas las torturas que he vivido, la peor de todas, son mis recuerdos. ¡Yo ya estoy muerto! Podría matarme, y acabar este sufrimiento,si no tuviese familia que ignora que estoy vivo. El miedo a que sufran lo mismo que yo no me lo permite, pero, para ellos… ¡Yo ya estoy muerto!​
     
    #1
    Última modificación: 23 de Enero de 2014
  2. tyngui

    tyngui Poeta que considera el portal su segunda casa

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    muy bueno
    gracias por compartirlo
    saludos
    tyngui sanchez
     
    #2
  3. Saber

    Saber Poeta recién llegado

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    ¡gracias por tu comentario! :) Espero que mis otros textos te gusten
     
    #3

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