Narcotizado

Narcotizado aquel ser enclenque por los vahos alucinantes de la roca de Delfos, soltaba improperios baquicos. Que resabiaban a linfa alucinatoria. En las mentes jaculatorias de los fieles seguidores del dios del vino. El narcotizado tenía ojos vidriosos. Y cal viva en su rostro compungido. Salía de su nariz un dióxido de carbono. Que alteraba el ambiente. Con la chotacabra alada del funesto vaticinio molecular. El narcotizado caía en trances obtusos. Que generaban una atmósfera lunar y demoníaca. Era un pelele al servicio de las entidades ctonicas. Subía siete notas su voz. Y era entonces cuando los representantes sacerdotales del dios lo miraban con sacro respeto divinal. El narcotizado salió de su trance melancólico. Cuando una sacudida temblorosa de la roca en que estaba postrado hizo añicos su frágil esqueleto.