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Necrosis temporal

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por sebastianidad, 20 de Enero de 2013. Respuestas: 0 | Visitas: 460

  1. sebastianidad

    sebastianidad Poeta recién llegado

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    24 de Enero de 2012
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    Mi último viaje fue en secreto, a decir verdad, todos mis viajes fueron secretos, es que no cabía mas opción que hacerlo solo, lo contrario no era posibilidad. Un viaje secreto y solitario donde el único fin fuera ayudarme en mi desesperación también secreta y solitaria. Era el año 1999, el mejor y el peor año en mis dieciséis noviembres, e ignoraba el futuro aun mas desdichado.
    La marcha del tiempo no es constante, hay veces en que se retuerce sobre si como una célula que se suicida, a este procedimiento temporal y biológico lo llamo como esta ciencia de la vida lo indica: necrosis. Explicaré, un poco rudimentariamente, como funciona esta necrosis temporal. En sintéticas palabras no es otra cosa que la exterminación de la línea del tiempo uniendo en una sincronicidad un instante del presente, medida de tiempo absolutamente relativa para esta concepción, con otro instante de un presente que desde la lógica del sentido común se denomina pasado o futuro. Entonces pasado y futuro, diré, son relativos al presente a la vez que presente se involucra consigo mismo en un distanciamiento de si. Puedo decir por mis experiencias con los mecanismos del tiempo que el presente fue una excusa para retrotraerme al pasado. En realidad, partí de una necesidad básica: ayudarme a mi mismo. Eran los tiempos, curiosa palabra tiempos, en que la memoria componente esencial de todo esta subjetividad temporal, no albergaba en mi otra cosa que no fuera desdicha. Emprendí el camino hacia el pasado con el objeto de brindar una ayuda a mi corazón desolado y abatido, transcurría mi adolescencia con las más duras penas, en verdad, adolecía de finitud.
    El rasgo característico de mi personalidad, a fines de los noventa, además del aislamiento prematuro y consternado, mi inclinación a la introversión, y la solapada impronta de una timidez de tipo radical, fue la sistemática devastación de mi conciencia que comenzaba a germinar como un brote malsano, una decrepita cabeza cuasi humana aturdida por la sin razón de una especie en extinción: los parásitos del anonimato que abrevan en el abandono y la marginación con respecto a si mismo. Con esto, quiero decir, la suscitación de un sentimiento compartido por todos pero manifestado por unos pocos, entre los cuales me incluyo, pero con el aliciente de que en mi esta pordiosera incredulidad en la vida me llevó al acto de auto beligerancia incumplida, pero también me llevó a un razonable descubrimiento. Suicidarse, desde el punto de vista del suicida, es el lamento de una mala conciencia, esto es, suprimo mi vida a costa de erradicar aquello que vive en mi como el amor de una caricia en la mejilla en el instante en que la veo a ella descender por las escalinatas del infierno. Y si me refiero al infierno no daré mas que un caso, el mío propio, y no hay solo un infierno sino los suficientes para abastecer a la memoria del dolor extremo, sin medida, sin control de los actos, solo sufrir detrás de los barrotes del genio de las propias fantasías.
    Fue como un sueño la realidad de la necrosis temporal. Una alucinación, un delirio, una fantasía palpable, tangible como el agua, un cabello abierto de par en par por un hacha. Y lo peor de todo es que fue realidad. La muerte acierta de manera espantosa en los corazones taciturnos. Y el milagro de la vida es la continuación luego del abismo del túnel que colapsa cuando nuestro tren lo transita.
    Quise viajar y viaje y sin maquillaje. Me adentré en los misterios de una postergación que fue lápida y llevé flores de tumba a esa lapida enmascarada de enigma: me encontré con mi propia muerte. En el preciso instante de mi defunción vital, lloré las lágrimas del futuro y raramente me sentí dichoso por haber dejado de existir. Morí a la par de mi nacimiento. Arrojé, en un estado de frenesí, mis últimos días al tacho del tiempo y fue en un instante de creación que concebí la idea de la necrosis temporal, la vuelta al lejano pasado, sin mas que un volver vivo y concreto, en el que las almas reposan sedentarias mientras yo viajo y me encuentro.
    El encuentro con mi propio yo fue realmente espantoso. Estaba tan viejo de espíritu, tan abatido por el cansancio del dolor, que levantar el dedo de la alegría era tan dificultoso como articular una falange envuelta en vendas de momia. La putrefacción era un hecho tan ignominioso, solo movía mis deseos de caminar por la senda del tiempo hacia mi infancia tal vez menos dramática. El dilema tiene dos cuernos, el tiempo y su reverso es lo que se juega aquí. En el valle de la pereza están los soldados de la ignorancia. Pero tenía un plan aunque nunca imagine que fuera tan difícil llevarlo a la práctica. En el espejo de la memoria las cosas se dificultan un poco más, confeccioné el trazo de mi accionar en el pasado en base a planos del recuerdo, sin embargo, el instante presente envuelve la tierra de un modo mucho mas planetario.
    Una vez instalado en el pasado me creí yo mismo. Entonces era mi yo del futuro el que adolecía, sin embargo con un resto de distancia, lo que me permitió navegar en los pensamientos de mi conciencia infeliz como si fuésemos dos cabezas en un mismo cuerpo. La necrosis temporal había sido un éxito pero lo peor se avecinaba como tormenta. Hubo algo en el desfasaje del tiempo que hizo que escuchara los sueños de mi ser pretérito. Las mas horrendas pesadillas viví como atrapado en un torbellino, pero también gocé de los sueños de la humedad. Era el año 1999, y toda mi memoria futura comenzaba a desvanecerse. Si el grado de aproximación al presente desde donde yo había partido comenzaba a anularse temía convertirme en lo que soy o lo que fui, y ya no mas poder recrear las condiciones para una nueva necrosis temporal. Para llegar a la noción que me permitiría retroceder en el tiempo es necesario que alcance al menos a cursar el CBC y la materia Biología, porque fue allí cuando acobije la idea.
    Los recuerdos son tan parte de uno que en la necrosis temporal se los vive con la misma intensidad del presente. En febrero, salimos en caravana al recital de una de las bandas que sacudían nuestros oídos en aquella época. No era muy asiduo a Las Pelotas, pero la iniciativa de mis compañeros de colegio me sedujo y Marqui fue nuestro destino. En el viaje en colectivo nos convidamos el alcohol y una recelosa campana motora indicaba la marcha hacia la noche que se abría con el enigma de un amor fortuito y no buscado. Marqui estaba hasta las manos, y nosotros tan embriagados por el torrente de la música. Fue el reloj de los tragos de las bebidas alcolizantes lo que llevó a uno de los compañeros a lanzar en el baño apocalíptico porque fue el rellano que suspendió la fiesta. En ese momento me había independizado del grupo y sin pensarlo ni desearlo, me encontré con el seno de una mujer parada sobre una tarima, posándose intencionalmente sobre mi mejilla. Eran las tres de la madrugada, la penumbra nos envolvía y los aromas a sudor y marihuana intensos como el vómito de mi compañero en el baño anunciando que nos teníamos que ir en motivo de camaradería. A pesar de todo, aquel seno imprudente, dispuso a mi corazón a dar brincos de erotismo. No le vi el rostro, ni el cuerpo, repentinamente estábamos fuera del Marqui, solo me llevé el recuerdo de un instante de eternidad donde seno y mejilla era una y la misma cosa. Ahora bien, este artefacto del tiempo parecía estar fallando, porque por mas que afianzara mis fuerzas en cambiar este momento de mi pasado, el presente de mi yo pretérito dialogaba en el mar de la noche con las cabezas nocturnas de modo que por mas intervenir quisiese el rostro de ese seno permanecería oculto para mi de manera perentoria. Esta fue una de mis primeras aproximaciones al lenguaje del tiempo, un lenguaje que habría que aprender a hablar con el mismo devenir del ejercicio de la necrosis temporal.
    Comprendí que las pausas temporales eran aleatorias, de pronto estaba o estaría allí junto a ella, mi mas preciado anhelo de conquista. Ya no era la noche sino el día o mas bien el desenlace de un día en el cual lo incierto era la fortuna, la gran cuota de azar que conjuga el provenir. Pero mi plan estaba pautado, ese día del viaje en micro a campamento de colegio y mi prodigo solitario incluso aislado me dio una patada en el pecho. Era el caso maestro de mi misión al pasado y lo diré sin mas: ella me amaba locamente tal vez, pero con insistencia certeramente. Y en mi cavilar adolecente era un puño que me oprimía la boca y una piedra en la garganta. Ese era todo el punto, un beso que sellase el futuro con todas las letras del abecedario. Un nuevo universo despertaba en mi si el beso fuese dado, y una vez hechos los mapas del tiempo y habiendo practicado con amores mucho menores porque el de Mariana era realmente el importante, daría toda la plenitud de mi ser para concretar el aroma de su boca que había sido lapida clandestina por la fragancia que dejaría la estela que recorrería el gran trecho de mi vida futura hasta llegar al presente desde el cual había partido, es decir, de hoy que ya nos es hoy sino ayer o mañana. Y hoy, como la muestra de un presagio, no hago otra cosa que confeccionar mapas del tiempo para secuestrar mi pasado y llegar al fin de la desolación y la austeridad de espíritu y la clave es: besar a Mariana.
    Me he dado cuenta del modo siniestro en que funciona la necrosis temporal. Me creo que el viaje es uno y cada vez que vuelvo es un viaje para mi, pero en verdad, ya he viajado 89 veces y no he hecho otra cosa que alterar el tiempo una cantidad de veces a la par de mi insatisfacción y todo el punto es besar a Mariana y que su amor entre por mis poros revitalizando mi alma muerta condenándome a una juventud dichosa.
    Estoy viejo ahora, el cuerpo es un cuerpo decrepito, me pregunto si el artefacto temporal me impide como efecto colateral la muerte y solo me queda morir porque ya estoy cansado para elegir. Supongo que mi edad es de 94 años y asimilo las verdades del tiempo como si fuesen cataratas de vidas que transcurren como los antiguos discos de vinilo. Mi cuerpo decrépito tal vez yace en fértil tumba, siempre he deseado un entierro en el campo, tal vez halla comprado una parcela en Chascomus para enterrarme y es desde allí el lugar donde estoy ahora. El siglo XXI es un siglo de desesperada urbe deshumanizada, y yo que fui el único que ha vuelto para ver el destino. Prescindo del cuerpo, creo que soy solo espíritu.
    Mariana fue mi esposa, mis hijos son los de ella. Nunca viaje. Nunca hubo una necrosis temporal. Fui secuestrado por el tiempo y nunca lo supe, hasta hoy. Hoy es el dia en que me alimento de los gusanos que roen mi cuerpo. He descubierto la manera de viajar en el tiempo, y me he visto a mi mismo en un viaje temporal y conozco el mecanismo del viaje y el preciso instante donde concebí la idea. Sin embargo, el tiempo late como río, y mi ser habita en el lecho, soy el sedimento del pasado. Mi conclusión de todo este movimiento del carácter voluntarioso de cambiar mi vida doliente, no hizo otra cosa que anular esta posibilidad de viaje. La necrosis temporal, amigos gusanos que me acompañan en mi descenso por las escalinatas al infierno, nunca existió, no fue más que el soplo de un infinito de posibilidades entre las cuales lo mismo que la permitió la devastó. Esta es mi posibilidad, la que eligió la marcha del tiempo, la posibilidad única de una impugnación de la necrosis.
    El amor de Mariana fue (como decirlo) infinito. 89 viajes realicé hasta la finitud de la necrosis. Nunca, en verdad y al decir verdad soy lo que soy, tuve contacto con el concepto de necrosis. Soy la lágrima del espanto, y Mariana llora a mi lado. Nunca me creí ser tan original como para concebir una idea y materializarla de modo inédito. Es hoy el tiempo en que Mariana me dijo lo sucedido. Porque en verdad fue ella la ejecutante de todo este plan. La vida es olvido, y la memoria un antídoto contra la vida que es enfermedad. En la agonía vivimos y no somos otra cosa que el instante en que somos.
    Mariana me dijo: “Contempla tu futuro, es el pasado el que te constituye como por venir, mi viaje ha sido solo uno, y fue suficiente para mi, pienso como mujer, tu mujer, y el gran descubrimiento que hice te lo cuento ahora. Es el amor lo trascendente, el dolor siempre fue tu preocupación, ese primer viaje que nos unió así como tanto querías fue para mi la ruina de mis anhelos, te amo en la inmensidad del tiempo y el espacio, ten a bien saber que me deslicé por la música porque vos me amaste y nunca quise cambiar eso. Pero ese beso que tanto arrojo te costó darme en nuestra adolescencia y finalmente por tu ímpetu insistente lograste concretar, debo decirte que fui yo en mis viajes que desde nuestro punto de vista siempre fue uno, hice todos los mapas temporales que por supuesto no bastaron, fuiste mas inteligente y aguerrido que yo, para evitar el beso que nos trajo a esta tumba compartida”.
    Entonces desde el ocaso del tiempo vemos marchitar la vida. Y no hay otra cosa que la fibra de aquel saco de invierno que Mariana llevaba la noche del beso. Noche de un amor no correspondido pero correspondido. Noche de ella entrando para despojarme de su destino y noche entrando para amarla violentando mi desolación.
    Sebastián Bertuccio
     
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