Neuróticos anónimos (NA) o el infierno del sexo.

Estaba muy deprimida, pero dejé de ir al sicólogo. Casi todo el dinero se iba en pagarle
y yo no mejoraba. No tenía trabajo. Mi ex me pasaba una exigua renta, para mantener a mis hijos y apenas me alcanzaba. Decidí ir al grupo de Neuróticos anónimos. Es gratis.
En un salón, nos reuníamos a escucharnos los unos a los otros. Se decía: “a curarse”.
Me dijeron que pasara yo primero, pero preferí escuchar a los otros.

Una mujer decía que, de joven, había sido sirvienta en una casa donde los hijos de la patrona la violaron todos los días mientras trabajó ahí. Ahora estaba casada y era feliz,
pero no podía olvidar ese infierno.

Otra decía que todas sus hermanas eran rubias, de ojos azules, pero ella no.
Cuando estaba en Secundaria se embarazó. La casaron con el padre se su hijo, que era su compañero de clase. A él le pagaron sus estudios, pero ella tuvo que cuidar al bebé, así que no estudió. Sus hermanas, todas eran profesionistas.
Siempre iba con el pelo rubio pintado. Un día estaba feliz porque su esposo, a quien siempre le ponía el cuerno, le regaló unos lentes de contacto de color azules.
Ella iba a N.A. porque que quería controlar esa fascinación que le daba ligar a un desconocido, lograr atraerlo y conseguir que la llevara a un motel.
Si quería a su esposo, pero, no podía controlarse.

Un señor, decía que era muy tímido con las mujeres, que no podía conseguir que una mujer quisiera ser su pareja. Ni siquiera conseguía hablarles. Él “sabía” que a las mujeres nos gustan, sobre todo los hombres con los brazos bien torneados, así que él iba al gimnasio para hacer músculos. Lo que lo impulsaba a ir a N.A. era, decía él, que al no conseguir pareja, el calmaba sus ansias “faltándole al respeto a su madre”, que ya era una anciana. Sentía culpa.

Cuando me dijeron que era mi turno, no quise pasar, yo no tenía nada que interesante que contar.
Echar una mirada en el verdadero infierno. Mirar a otros retorcerse entre las llamas, encadenados a su martirio sin poder librarse. Fue la mejor terapia. Espabilé. Me puse a buscar trabajo.

 

Cuántas veces solucionamos nuestros problemas cuando los comparamos con los de otros. Un beso, Luciana.

 

Gracias por leer este poema realista degradado a prosa. Ja,ja. No aprendo. Pues si, tener la referencia de los otros nos permite evaluar la verdadera gravedad de las cosas. Un beso, Sergio.