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¡no puede ser! ¡no puede ser!

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Walter Alejo, 17 de Junio de 2011. Respuestas: 0 | Visitas: 551

  1. Walter Alejo

    Walter Alejo Poeta recién llegado

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    27 de Mayo de 2011
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    -¡Nadie trabaja en este café!- pensó una Tana petisa y culona, que venia DE LA FERIA MUNICIPAL CON EL CHANGUITO cargado de prejuicios y futuras recetas caseras, mimetizadas entre las verduras. Pensamiento harto remanido que repetía siempre que pasaba por la vereda del bar. Cuando observaba de reojo por un ventanal del mismo, la cantidad de personas que había a esa hora tan temprana en el lugar.
    -¡No puede ser! ¡No puede ser! -repetía. -¡Nadie trabaja! ¿De qué vive esta gente?- se preguntaba, mientras se persignaba muy santurrona de memoria; sabiendo que a su espalda a dos cuadras, se encontraba la iglesia Santo Cristo. -¡Dios Mío! este sitio está lleno de vagos! ¡Qué horror!- Y rezongando, seguía su camino. Orgullosa porque su esposo no frecuentaba como muchos de sus vecinos, ese antro de iniquidad.
    Así se alejaba soberbia, petulante, con la frente bien en alto, izada enhiesta en el mástil de su orgullo.
    Dando pasos cortitos como pataditas de chancho. Caminando cada vez más rápido con el mentón levantado y marcándole con la firmeza de su taconear, el compás y el vaivén, a dos argollas de oro que todavía sobrevivían colgadas en sus orejas.
    Gracias a que por suerte, no se había encontrado de frente, con ninguno de los “Bardos” que azolaban de arrebato la zona. Así se iba, meneando la cabeza, poniéndole con su actitud un marco de moral a ese pensamiento puritano que la seguía como un perro callejero hambriento.
    Hipnotizado no por su ortodoxia dogmática, sino por el obligado balanceo pendular de sus enormes glúteos.
    -¡No puede ser! -repetía sin parar. -¡No puede ser! ¡No puede ser! –repetía y repetía, moviendo la cabeza de un lado al otro, hasta que la interjección, repodrida por el uso constante y repetitivo de quien la emitía se hartaba y comenzaba a pergeñar la idea de obturar la garganta de la mujer de cualquier manera. Deseando transformarse en ese instante en una especie de vómito de hostias sin bendecir, para poder ahogarla, junto con la vertiente hipócrita de sus propios prejuicios. Luchando contra ese deseo criminal estaba ahora, desde su impensada condición de In-ser; contenida como figura de una expresión gramatical. Y continuaba luchando para fugarse de esa expresión, como no lo hizo cuando tenía la forma humana que lo llevó de por vida; por sus crímenes a la cárcel. Condición que le impedía desatar su antiguo terrenal instinto asesino, que era el de clavarle en la garganta de una buena vez a la culona de mierda, los signos puntiagudos de exclamación que lo encerraban en esa consideración abstracta de la mente. Como no podía lograr eso, buscó extraviarse para no ser utilizada nunca más como reproche en uno de los hemisferios del cerebro de la mujer, al que halló prácticamente sin uso, internándose casi suicida en ese yermo incultivado, buscando desesperadamente huir por ese vacío mental para escapar a su lengua viperina.
    Pero fue en vano, no pudo. Su condena era eterna. No la había redimido ni siquiera la cárcel material. La condena la seguiría cumpliendo como un castigo eterno en la prisión de ese recurso declamatorio, que por estar mancomunado de acuerdo al mandato infernal y celestial, recién cesaría sobre la República Argentina, el día que a Dios y al Diablo se les cante las pelotas. Pero por lo tanto como a ninguno de los dos se le cantaba…El o la seguiría sufriendo su condena exógena en el intelecto de la mujer y como accesorias a sus mundanos pecados, no tendría ningún vestigio de traza gramatical que le de identidad de género.
    Pero obstinada la Tana lo encontraba oculto entre un matorral de embriones de ideas y pensamientos que no le desarrollaron por falta de ejercicio intelectual. Y lo traía nuevamente como un latiguillo a su boca.; paseándolo por su intento de fuga como castigo, por la parte de atrás de su grosera anatomía, mientras inconscientemente lo reprimía con su: -¡No puede ser! ¡No puede ser!- interjección que desorientada en esa horrible coctelera, buscaba, buscaba y buscaba una nueva salida, insultando mientras lo hacía a Dios y al Diablo.
    Y sólo encontraba en esa inmensidad, los cráteres profundos de esa masa horrible de grasas subcutáneas, bombardeadas hasta el hartazgo por la celulitis que parecían repetir a modo de confirmación desde el escarpado piel de naranja, el odiado: -¡No puede ser!- ahora más potenciado por el eco amplificado producido por los huecos celulíticos de tanta depresión conjuntiva.
    Y así se alejaba la mujer llevando a su espalda el changuito de las compras, como si fuese una mascota con ruedas al que no le quedaba otra que olfatear el trasero de su ama. Enorme depósito colapsado de recetas insulares metabolizadas, que despedían: ¡El no puede ser! Como un miasma maligno, transformándose al caminar en una réplica de los pensamientos de su dueña cada vez que se mecían.
    -¡No puede ser! –Arriba.- ¡No puede ser!-Abajo. Glúteos asesinos de la libido masculina que balanceándose como un gran flan, parecían hablar con sus ampulosos movimientos mientras se alejaba -¡No puede ser! ¡No puede ser! .En completo acuerdo con su dueña.
     
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