Noctámbula.

Su nombre es Luz Guerrero Montes, prepara sus medias de seda negra, minifalda vino tinto y su pequeño escote gris; lleva una chaqueta de cuero acabada por el uso, con una flor que ahora está marchita por el tiempo, sus tacones de 10 centímetros de alto la hacen ver despampanante, un cigarro enciende con su barato mechero azul marino.

Mientras cuelga su ropa en su cuerpo aspira el humo que emana de la colilla de ese cigarro, esos labios carnudos y beligerantes se reflejan en su espejo y su pierna encima de la silla del tocador plasma la ascensión de sus medias por su piel canela; el humo inunda la habitación fría de ese motel barato, ella se siente cual mansión y su encanto.

Su minifalda aun en la cama espera su turno, su turno para aferrarse a su cintura esbelta y bien moldeada, ella se gira cuidadosamente para no caer por el pequeño espacio del cuarto, toma su sostén y medio lo coloca, como a sabiendas que próximamente en algún momento caerá; yace allí de pie con su cuerpo semidesnudo y cantando una canción que solo suena en su mente, agarra su minifalda, y muy pero muy lentamente alza su pierna izquierda para así adentrar sobre ella la tela que permanecía inerte en esa cama, hace lo mismo con su otra pierna; seduce su cuerpo con ese movimiento. Preparada está Luz, toma su pequeño bolso y camina rumbo a la noche, esa noche que le espera, esa noche que le llama, esa noche que le presenta otra oportunidad de brindar el pan a su boca.

A puertas del motel, a diestras del pecado, a sombras del alumbrado está Luz, con su pierna medio alzada, forma un ángulo de 45° con su derecha, seduce las miradas, seduce al caminante.

Noctámbula, Luz eres una noctámbula, eres hija de la noche, eres hija de lo oscuro, tus ojos en el día carecen de visión, en la noche cual búho cazador.