Noticias sobre la vida del autor:

En mi último salto al vacío creo que por fin pude quebrarme una costilla. No pude ver la herida, pero sentí el fuego floreciendo dentro de mí, arrastrando todos mis órganos consigo, incluso mi vista.

Al salir el sol, como todas las mañanas, abrí inmediatamente los ojos. Me gusta creer que tengo una conexión con la rotación de la Tierra, porque no me despierto siempre a un horario, sino que sólo me despierto cuando esta amaneciendo. O tal vez mi ventana está muy bien ubicada al este, pero prefiero creer en la ficción. Mi desayuno fue el de siempre, café con tostadas y un jugo de frutas. Escuché por ahí que el café no es bueno en estómago vacío, pero creo que por el efecto que tiene a mi olfato aún dormido vale la pena el sacrificio. Vi su cuerpo semidesnudo bajo las sábanas, mientras acariciaba con cierta morbosidad mi taza caliente entre mis manos y sentía como mis ojos vomitaban lascivia. No lo conocía mucho, pero tampoco lo conocía tan poco para que fuese considerado un extraño. Era un regular no tan regular. Tampoco tan inteligente, leído, artístico o motivado. Pero era a su propia manera, una visión sobre mi colchón. Terminé mi café y dejé la taza sucia en la mesa, cambié la remera con la que había dormido por unos jeans, botas y varias capas de abrigo en la parte superior. Salí al pórtico y dejé que el frío me pegara de frente en la cara, casi como una bofetada. Bastante insolente. Me subí a mi moto y viaje como todos los viernes hasta el acantilado que llevaba mi nombre. Tardé cinco minutos en sacarme todas las capas de ropa que tenía sobre mí, y antes de que el frío comenzara a castigarme, dejé mi cuerpo volar. Simple y liviano hacia el vacío.

 

cómplices letras, geniales, sofi. Se vive estupendo la narrativa. Gracias