1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

    !!!Te va a encantar, no te la pierdas!!!

    Cerrar notificación

Nunca más que la mía. (Infra-realismo sucio.)

Tema en 'Prosa: Cómicos' comenzado por Old Soul, 29 de Mayo de 2015. Respuestas: 0 | Visitas: 857

  1. Old Soul

    Old Soul Poeta adicto al portal

    Se incorporó:
    2 de Septiembre de 2011
    Mensajes:
    1.374
    Me gusta recibidos:
    573
    Salí esa noche para celebrar, por veinteava vez, que me había abandonado. Hacía ya seis meses exactos. Cosa que no era difícil de entender pues yo no le hacía puto caso desde hacía tres años, y es que follaba fatal.
    Salí donde “La puerta roja”, un local afamado por reunir a todo el ganado que, entre los treinta y sesenta, quisiera echar un polvo.
    Hacía tanto tiempo que no follaba que no recordaba cuánto había transcurrido desde que me había ligado, con más tequila que aliento, a una cincuentona, rubia teñida, de labios rojos chillones, tetas flácidas y tan fea que me faltaron piernas para correr cuando me dijo, después de follar: Duerme aquí esta noche.
    El caso fue que, la noche de mi veinteava celebración, en “La puerta roja”, como tantas otras, me puse con mi tequila en la barra, mientras oteaba a la gente, divirtiéndome con la mirada. Hasta que, al cuarto tequila, una morena se me acercó a pedirme fuego.
    Tenía tan enormes tetas que cuando me dijo “mírame a la cara” ya me había grabado a fuego en la mente sus dos pezones, que se le marcaban como dos duras y oscuras piedras bajo su blusa blanca. Cuando le miré a la cara, me eché a reír sin saber qué decirle, era bien bella la jodida. Por lo que le invité una copa, a modo de disculpa, que aceptó a condición de que nos tomáramos unos chupitos. Yo me afiancé a mi butaca y le dije que adelante.
    No dejaba de mirarla, era voluptuosa, de carnes generosas y culo respingón. ¡Y cómo tragaba la cabrona! En la corta conversación que tuvimos casi sólo le escuché decir: ¿Otro? Mientras yo, agarrado a mi butaca, empezaba a sentir como se me mareaba el mundo sin dejar de mirarla y oler su perfume, que hacía que me empalmase endiabladamente, pensando que ya la había conquistado.
    Pero, al sexto tequila, se marchó con sus amigos, tras darme dos sonoros besos, uno en cada mejilla. Dejándome con una borrachera inmensa, y el mayor dolor de huevos de mi historia. La muy cabrona… Y así permanecí sentado, bebiendo tequila por inercia, hasta que cerraron el local.
    Por ser habitual y buen cliente me llamaron a un taxi, al que me subí ayudado por el camarero. Dentro del taxi el conductor me preguntó: ¿A dónde? Y decidiéndolo súbitamente, sin pararme a reflexionar, le respondí casi cantando: ¡De putas! El tipo se sonrió y me dijo: Jefe, si tiene dinero suficiente le llevo a un garito fino, chicas jóvenes y guapas, “El libanés”, se llama.
    Adelante - le dije. Y por sinuosas calles y más calles me llevó. Tantas curvas pasamos que, mareado, me quité las gafas y bajé la ventanilla para tomar el fresco. Cuando llegamos, bajó el taxista a llamar a la puerta de una casona y, tras que saliera un tipo, regresó, para decirme que todo estaba listo, que el libanés me esperaba. Le pagué y entré en la casona.
    Lo veía todo borroso, todo estaba difuminado ante mi vista, pensé que estaba más borracho aún de lo que creía, hasta que al cabo de unos minutos me di cuenta de que se me habían quedado las gafas en el taxi. Pero, pese a que sin ellas no veo una mierda, no me importó, iba a follar.
    El libanés me llevó a una habitación y, al rato, empezaron a entrar mujeres, una a una, para darme dos besos, decirme su nombre e irse. Yo, entre la borrachera y que no tenía las gafas, no veía un carajo, todas las mujeres que entraban tenían para mí un rostro borroso, difuso, eran imágenes sin definir que me daban dos besos, me decían su nombre y se iban.
    Cuando terminó el desfile de cuerpos sin rostro el libanés regresó y me preguntó cuál me gustaba. Yo, sin saber elegir, pues todas me parecieron igualmente de imperceptibles, recordando a la morena de “La puerta roja”, le dije: La morena.
    El tipo seguro que se quedó con una cara de circunstancias que yo no vi, pues, lógicamente, había más de una morena. Así que para concretar me preguntó: ¿La primera, la tercera o la última? A lo que contesté, por decir algo, resuelto a follar de una puta vez: La última, la última.
    Después de esto, el tipo me llevó a una habitación donde, tras pagarle, me desnudé y me eché en la cama. Al rato entró una, con lo que me pareció a mí ropa interior de encaje, me saludó y, sin mediar más palabras, se puso a chupármela.
    Con el sopor del alcohol y aquella boca que me dedicaba tantas atenciones, poco a poco, empecé a sentirme más cómodo. Mientras, aquellos labios no dejaban de succionar, de chupar con un movimiento rítmico, trabajándose mi polla dura con placer, con el arte de quien le gusta. Y en unos movimientos más de aquella boca golosa terminé eyaculando mientras gemía, por la mejor mamada de mi vida.
    De esta manera, por unos momentos, me quedé tendido, relajado. Pero, de pronto, aquella se convirtió en aquel y con una voz varonil me dijo: Ahora me toca a mí. Y, quitándose la lencería, me enseñó un tremendo cipote, que pese a mi ceguera pude ver claramente. Era la polla más grande que había visto en mi vida, debía de medir más de dos palmos, totalmente empalmada, palpitando por la sangre que hinchaba tal enorme aparato. Lo que provocó que un grito desde mis adentros exclamara, con el sentimiento de ofensa más grande que he experimentado jamás: ¡¿Pero qué mierda es esta?! ¡¿Pero tú qué te has creído?!¡Serás hijo de puta! Tal jaleo monté que vino el libanés al que le dije a gritos: ¡¿Pero usted ha visto la tremenda polla que tiene?! ¡Esto es insultante! ¡No vuelvo más por éste local! ¡Hágame el favor de pedirme un taxi inmediatamente! Y así salí de aquel sitio, para nunca volver.
    Desde entonces sigo celebrando que me abandonó y frecuentando “La puerta roja”, con más ánimo que fortuna. A veces, busco entre las morenas que veo a la cabrona aquella de pezones grandes, para acabar ligando con alguna loca borracha.
    Y las veces que no ligo, que son la mayoría, he tomado la costumbre de irme de putas pero ahora procuro constatar que no tengan polla, y si la tienen, al menos, que no sea más grande que la mía.
     
    #1
    Última modificación: 30 de Mayo de 2015

Comparte esta página