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Odios

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Castor, 1 de Septiembre de 2013. Respuestas: 2 | Visitas: 518

  1. Castor

    Castor Poeta recién llegado

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    Una pieza de piano ejecutada por Chopin ambientaba la estancia en la cual el aún adolescente Francisco José y su madre compartían el ya habitual momento de retroalimentación familiar. La música era muda. Claramente se podía escuchar la fascinante anécdota adjudicada a un tío con el que Francisco José jamás había convivido; pero del que sabía era una persona grotesca, sin modales, sucia y de un apetito insaciable que le había redituado un gran volumen corporal, el cual cubría con exceso de joyas para disimular la repugnancia que provocaba.

    En base a ésta última extravagancia, la madre de Francisco José inició su relato. Decía que la inicua ostentación de su hermano ya había provocado un sinnúmero de accidentes viales en la carretera que atraviesa la parte alta de la serranía, en la cual se encuentra una pequeña población de la que son originarios. Según ella, la tragedia se presentaba cuando el conductor de algún vehículo, cegado por un insólito resplandor dorado, perdía el control del volante e irremediablemente caía a la profundidad de uno de los barrancos que abundan por esa zona; añadía que lo monstruoso del suceso consistía en que su hermano hasta después de varios días reportaba a la policía lo ocurrido, y que al llegar las autoridades al lugar del accidente, siempre encontraban un cadáver mutilado, al que le habían robado sus dos piernas y glúteos, por los cuales jamás se preocupaban para saber a dónde habían ido a parar.

    El relato continuó con muchos otros incidentes que contenían una pesada carga de suspicacias, creando una atmósfera morbosa que generaba empatía con el asesino practicante de canibalismo, porque tal vez él también era una víctima, uno de esos seres condenados a la soledad por la incomprensión de los que son diferentes a ellos. Al menos así pensaba Francisco José. Desilusionado se percató de la sincronía entre la pieza de piano ejecutada por Chopin y el silencio de su madre.

    Entendió que era el fin de la historia, pero quería saber más del tío desconocido y rogó porque se alargara la noche. La respuesta de su madre fue un contundente ¡No!, y para enfatizar su respuesta, amenazante avanzó hacía él para ponerle frente a la cara, la vigésima copa de tequila que ella aún bebía.

    Había transcurrido más de una hora desde que hizo presencia en la estancia de la casa el maestro Chopin. Tiempo suficiente para que ella perdiera la razón y riñera con la nada; destemplados gritos enunciaban confusas acusaciones en las que el “te odio” era la única palabra que se podía escuchar con claridad. El final de la escena ya la conocía Francisco José; algunos objetos rotos y ella naufragando en un charco de orina al recibir el nuevo día. Éste era el momento en que la prudencia susurraba a su oído que se debía retirar para no alterar la cotidianidad que reinaba en esa casa.

    Estando Francisco José ya en cama, una migraña infernal lo indujo a caminar en el obscuro patio trasero de su casa por el que deambuló con sigilosos pasos, que fueron interrumpidos por algo que le pareció un canto en el que con fervor expresaba el deseo de morir. Lo que Francisco José escuchaba sólo eran los impacientes gemidos de un pequeño animal que exigía el calor de la madre ausente. Pero él ungido en su fantasía, introdujo su dedo índice hasta el fondo de la cavidad que albergaba el ojo de su víctima, quién al sentirse herido contorsionaba su pequeño cuerpo al compás de adoloridos llamados de auxilio.

    La perra guardián que se hallaba rondando la propiedad, fue alertada por su instinto maternal, y frenética se dirigió al lugar del crimen provocando la huida de Francisco José, quien durante su desaforada carrera arrancaba los ojos del pobre cachorro para masticarlos vorazmente, no parando hasta estar frente a la puerta por la que había salido, que para su mala suerte estaba cerrada. Aterrorizado por la ya cercana amenaza, golpeaba la puerta con los pies y gritaba que la abrieran.

    A segundos de sufrir la misma suerte del cachorro, su madre lo jaló violentamente para introducirlo a la cocina. Y con voz aun balbuciente por los efectos del alcohol, le gritó que lo que él acababa de hacer era precisamente la razón por la cual odiaba a su tío. Para ella, el comer era un ritual que se debía respetar pero Francisco José y su tío jamás habían estado conscientes de ello, y eso era algo que ella no toleraba. Indignada por lo que acababa de ocurrir, ordenó a Francisco José que se bañara para que limpiara la sangre que le escurría de la boca y que había empapado su camisa, pero antes de que él se moviera, le arrebató el sanguinolento cadáver del cachorro. Pasó por su mente depositarlo en el refrigerador, pero meditando sobre el escaso volumen, concluyó que no era suficiente para dos y procedió a saciarse con ellos.
     
    #1
    Última modificación: 21 de Octubre de 2013
    A dragon_ecu y (miembro eliminado) les gusta esto.
  2. dragon_ecu

    dragon_ecu Esporádico permanente

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    Auch...
    Y ahora que recuerdo... ¿donde andará Hanibal Lecter?
     
    #2
  3. Castor

    Castor Poeta recién llegado

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    drago_ecu. Gracias por la lectura. Saludos
     
    #3

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