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"Ojos grisáceos" [En Redacción] Capítulo XI En Proceso (Capitulos: XI)

Tema en 'Relatos extensos (novelas...)' comenzado por SmallRage, 7 de Junio de 2014. Respuestas: 0 | Visitas: 2997

  1. SmallRage

    SmallRage Quimera's Blog

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    Agradecimientos a "Lluvia de Enero y a Ro.Bass" por analizar la redacción y ortografía.
    Y a todas aquellas personas quienes leen esta historia.


    Lean esto con la mente abierta, así quizá, yo pueda darles algo en que pensar y ustedes puedan mejorar en lo que crean que han fallado alguna vez.




    Una historia que reflejará el amor y la desesperación de una manera diferente. Esperanzas perdidas, dos vidas totalmente opuestas y un charco de realidad bañada en ficción es lo que hace de ésta una buena historia, por así decirlo. Que puedas disfrutarla tanto como yo lo hago escribiéndola, y equivocándome mucho.​


    ****Capítulo I, editado****


    {Escribiendo el capítulo XII: "Las frías manos de la verdad"}​










    ----Capítulo I "Ojos Grises"----


    A eso se resumió todo, una larga vida de mentiras y esperanzas que llevan hasta la muerte y, ¿eso qué tiene de diferente a las buenas vidas? Todas van al mismo lugar, quizá unas serán enterradas más profundo en la tierra y otras simplemente serán quemadas; sin embargo, sus almas, creencias, habilidades, costumbres y promesas vacías quedarán con nosotros. Dolerá profundamente, pero no por eso se quedarán atrás, es algo que les enseñó vuestro padre, a creer en sus sueños y, a nunca dejarlos; pero no todos los padres son así, algunos enseñan las cosas por las malas, los dejan caer en el precipicio de la duda, haciéndolos saltar al abismo sin fin que llamamos vida, dejándolos juzgar las situaciones que en sus vidas presenciaran, evitando culpar a los demás de vuestras acciones.

    Esta historia comienza un jueves gris, una lagrima riendo y una sollozante sonrisa. En esa mañana eterna, se dirigía un hombre con el propósito de conseguir lo que despertaría su día pero, se encontró con algo mejor. Caminó dos cuadras rectas y cruzó a la tercera, justo en una esquina se encontraba un letrero lo suficientemente grande para dar a conocer la nueva cafetería de la ciudad; apreció con sus ojos grises, desde el otro lado de la calle, a la persona encargada de servir el café, estaba un poco sola dado a que los demás empleados estaban en la parte de atrás acomodándose para empezar su tediosa jornada, con una sonrisa falsa y una disposición de hierro, para conseguir lo que planean en sus vidas. La campanilla de la puerta hizo su entrada con su «inconfundible» sonar, él entró y, ahí estaba ella, tan suave como una pluma rasgando la carne del viento.

    —Quisiera surcar los cielos como las aves, pensando sólo en mi existencia al vivir tranquilamente esparciendo mis alas. —pensó Sarah, era normal para ella estar perdida en un mundo vívido de fantasía; sin embargo, dio un leve salto de asombro al ser interrumpida por un caballero vestido con impecable traje negro, el cual le dijo: «Disculpe señorita, ¿me hace el favor?», con un tono bastante educado.

    Sarah volvió de su paseo mental y contestó: «Disculpe señor ¿en qué podría servirle?», ella estaba demasiado seria a pesar de sobresaltarse por el comentario del hombre cuya sonrisa dejaban ver unos leves hoyuelos.

    Sarah tenía el turno de la mañana en “Indriamo’s café”, le parecía aceptable ya que el establecimiento quedaba cerca de su apartamento, si estuviese más lejos tendría que usar el transporte, y eso era un lujo que no podía costearse, sin embargo, tenía que comprar algún par de zapatos cuando la constitución de los actuales se agravaran. En cuanto a su rendimiento laboral, puede que no fuese la mejor empleada, pero, entregaba toda la emoción que sentía por ése trabajo, algo casi nulo, porque no le producía ningún placer estar en ése lugar, tan sólo lo hacía para pagar sus estudios y nada más; ella nunca tuvo preferencia vocacional hasta que vio por primera vez el trabajo de su difunto abuelo, escondido en el punto más recóndito del ático, encontró la última foto que él tomó, aquella simple, simbólica y solitaria ilustración de la vida llevó su mente a un nuevo mundo lleno de posibilidades inconmensurables. Gracias a su abuelo, tomó la decisión de estudiar para ser fotógrafa, conservando el sueño de encontrar aquellos lugares que la identificaran y guardarlos en un álbum de fotos, aparte de enseñarles a todos la manera en que ella ve el mundo.

    —Quisiera un café doble y poder admirar la sonrisa que escondes detrás de ése labial gastado. —contestó él, acompañando sus palabras con una adorable sonrisa. La cabeza de Sarah iba a estallar por el halago de aquel caballero con ojos grises y cabello castaño. Sarah se topó con lo que más necesitaba en su vida pero, no se dio cuenta de aquello que la vida le había regalado, una oportunidad. Sin pesarlo demasiado, su vida estaría atada a él como nudos a un bote salvavidas y le otorgaría el honor de ser almas gemelas, sin embargo, todo llega a su momento, no habría que adelantarse ni una milésima.

    —Lo siento señor, sólo puedo darle el café, nuestra política no permite realizar un trato más allá de éste. —dijo ella.

    —Está bien, algún día te robaré una sonrisa, lo prometo. —contestó con una indescriptible determinación en los ojos, los cuales le decían a Sarah que no se escaparía tan fácil de él, y quizá ni le importara quererlo mucho, el escaparse. Sarah entrega el café y pronuncia las últimas palabras de ése encuentro: «Aquí tiene su café señor —cobra el café en 1,99$— gracias por su compra».

    —Muchas gracias, nos veremos pronto —respondió con una leve picardía en la sonrisa. Ése día, ella sintió que algo en su vida había cambiado, pero no sabía que le esperaba en el futuro y angustiada de si era bueno o malo, sólo le importaba llegar al final del día en una pieza.

    Cuando culminó su jornada, cogió su cámara y salió rápidamente al parque mientras el sol aún conservaba la iluminación sobre la ciudad, esquivando los puestos de flores que adornaban el ambiente. A menudo se dirigía a ése preciso lugar por las tardes, cuando la situación la dejaba; ella no era del tipo de mujer vanidosa o de salir a fiestas, sus “amigos” le fueron fallando de manera sucesiva, desatando problemas cuyas represalias están tomadas. Nada le haría cambiar los ánimos de completar su sueño, los inconvenientes que ha pasado en su vida le sirvieron de aprendizaje, o así pensaba ella, cosa que era errónea, ésas situaciones la hicieron ser quien es, sin embargo, habrán muchas situaciones más que le harán estancar o transformar, el límite de lo que puede hacer está en su mente, cosa que sólo ella puede cambiar, mantenerlo como limitador o ascenderlo de puesto y ser la fuente de adaptación que tanto necesita su vida.

    La hermosura de Sarah no podría describirse adecuadamente en palabras. Su belleza podía empezarse a notar con el tiempo, parecido al análisis de una escultura o, expresándolo de mejor manera, observarla era como estar delante de la obra de alguno de los grandes pintores; el ondulado de su cabello mantenía una perfecta sincronía con el castaño claro del mismo, su mirada perdida en el vacío, el tono rojizo de sus labios, la furia de su caminar y la pasión destellante de su sonrisa, aunque las veces de verla fuesen escasas, no quitaba el desconcierto implacable que producía. El consejo más apropiado para desvelar su belleza es usar la imaginación, actualmente es el proceso ideal para captar lo que los ojos no pueden llegar a ver, la descripción sin final, la representación de lo insensato, una puerta hacia lo infinito.

    Al llegar al parque, notó que el día no estaba frío ni caluroso, simplemente, era especial. Respiraba como nunca lo había hecho, el aire era magnífico, había restos de lluvia en el suelo por donde veían sus hermosos ojos verdes, parecidos a un valle en medio de un clima soleado, porque alrededor de la pupila, tenía lugar un color naranja que podía asemejarse con la enorme estrella que llaman «sol». Sarah caminaba por el parque observando todo, como si fuese una niña de cinco años en una juguetería de muñecas con sus respectivos accesorios limitados, mas ella no buscaba diversión, quería paz en su mundo, cosa que nadie puede cambiar pero si adaptarse a él, y los que no, mueren.

    En medio de su paseo, que se parecía más a una búsqueda de algún lugar que otra cosa, se encontró con el hombre de los ojos grises, el que deseaba ver su sonrisa. Él estaba sentado en la raíz expuesta de un gran árbol vecino de un pequeño lago; para ella, uno de sus lugares preferidos, para él, lo mismo pasaba. De a poco se oscurecían las zonas y empezaban a encenderse los postes de luz por todo el parque, aunque las luces cercanas al árbol estaban en desacuerdo con las demás, porque no tenían la misma intensidad al iluminar. Sarah sacó su cámara y se preparó para capturar el entorno que emitía aquel hombre, el aura triste y solitaria que emanaba se compenetraba con el ambiente. Mientras que él, se encontraba embelesado en sus pensamientos por el resplandor que vio en la mirada distraída de la chica que sirve el café, de quien ni su nombre sabía; él buscaba la respuesta del descontento de la chica con la vida, queriendo ser parte de sus días y, si ella estaba rota, él se ofrecería de voluntario para repararla a costa de su propio corazón, de su propia alma y, aunque no se conociesen, ya se sentía familiar con su cercanía. De pronto, escuchó un sonido poco común en ésa área del parque, giró un poco su cuerpo para observar qué era aquello que obstruía su pensar, algo que lo haría topar con lo que su mente procesaba y su corazón pedía a gritos.

    Segundos atrás, Sarah seguía ajustando la cámara que compró con las propinas que había logrado ahorrar y, aunque sabía que no fuese la mejor, era la única que podía tener y algo aprendería de ella. Aquella escena alimentaba a lo incierto. Por una parte, él, distraído en el lago de sus pensamientos mientras mantenía una pose un tanto interesante, quizá dándole muchas vueltas a un tema; ella, decidió aprovechar las circunstancias del lago y el poco sol que le brindaba el atardecer para capturar lo que sería una de sus mejores fotografías. Cuando Sarah llevó ése momento a la eternidad, él volteó, ella apartó la cámara y, ambos asombrados quedaron mirándose fijamente cerca de unos siete segundos.

    Aunque no lo pareciese, éste fue el comienzo de una nueva historia llena de circunstancias increíbles, llevando peligros a una vida que necesitaba amor.





    ----Capítulo II "Un amigable inconveniente"----


    Y así pasaron los siete segundos en donde acontecían miles de hechos y conversaciones simultáneas, planeando cada respuestas como si se conocieran desde hace mucho tiempo, pero a ninguno de los dos se les escapaba una palabra, con solo el simple hecho de verse era más que suficiente para sus mentes, claro, hasta ese segundo que llegaron a pensar en hablar, pero uno de ellos tenía miedo y lo único que se le ocurrió fue correr.

    Joshua: — Ho-hola ¿Qué-que haces a-aquí? —dijo Joshua con un gran nudo en la garganta.

    Ella no contestó, se inundó en pensamientos e hizo lo primero que se le ocurrió después de haber pensado tanto, llegando a la conclusión de tres simples palabras: ¡Corre Sarah, corre!

    Sarah: No sabía qué estaba haciendo allí, pero en el momento que lo vi mi corazón empezó a palpitar muy extraño, normalmente tenía que tocar mi pecho para saber que aún seguía dentro de mí, pero esta vez, hasta mi alma quería salir y respirar. Ni el cansancio de correr hizo a mi corazón latir así, tan fuerte, furioso y calmado a la vez. Estaba llena de sentimientos conflictivos, no sabía qué era, yo sólo quería una foto, pero nunca pensé que me lo encontraría cara a cara, aunque estuviera prácticamente muy lejos de él; gracias a la cámara pude ver que eran nueve metros que se convirtieron en centímetros y estaba temerosa de todo, así que quise escapar de ahí corriendo. Y cuando fui a dar la media vuelta no me esperaba tropezar con una de las pocas piedras que me haría caer causa de mi huida desesperada del lugar.

    Joshua: Bajo esa tenue luz y esta brisa acogedora, ella y su cabello se veían resplandecientes, sin embargo, su cabello rojizo era tan hermoso, tanto así que parecía tener vida propia. Tenía tantas ganas de acercarme a ella, quería saber su nombre, su dirección, su apodo… Quería saber todo de ella, pero no me lo permitió, ¿por qué se fue corriendo?, y eso que sólo llegué a pronunciar unas pocas palabras tartamudeadas que fueron ignoradas como si se tratase de un vagabundo pidiendo limosnas —su mente despertó un segundo después—. ¡Ella se ha caído! y salí corriendo lo más pronto que mi mente pudo reaccionar a tal acción.

    Sarah en el suelo y Joshua salió corriendo tan pronto pudo reaccionar ante la caída de Sarah, al llegar se aseguró de que el daño no fuera grave, aunque sí, era necesaria la intervención de un médico.

    — ¡Se-señorita! ¿Se hizo daño? —preguntó Joshua con tono preocupado.

    Sarah no contestaba, se limitaba a realizar pucheros como si fuera una niñata, dejando ver unas lágrimas por la herida que le causó la caída.

    Al no escuchar ninguna respuesta de Sarah, Joshua se percató de que tenía una herida en su tobillo, quizás era algo simple como un esguince, pensó, y también se dio cuenta de que la cámara estaba rota ya que Sarah le había caído encima de la misma, fue entonces cuando Joshua cogió la piedra del suelo, la que provocó el accidente, y la guardó en su bolsillo, para después cargar a Sarah como si cargara a un saco de papas, (bastante hilarante la inesperada situación).

    — ¿¡Qué haces!? ¿Cómo se te ocurre hacerme esto? ¡Bájame ahora! —gritaba ella, colgada en el hombro derecho de Joshua, golpeándole la espalda para que la bajara—. ¿¡No me escuchas o qué!? ¡Yo puedo caminar sola!

    —Bueno, si tanto lo quieres así —dijo Joshua, quien no podía seguir ignorándola.

    Entonces Joshua bajó a Sarah, y dijo:

    — ¡Ya está! Casi sana y salva donde quieres estar, espero que llegues a donde quieras ir, nos vemos luego —Embozando una sonrisa preocupada al salir caminando, dejándola atrás junto al sol que estaba en proceso de dormir.

    —Muchas Gracias, ya te puedes ir. —dijo Sarah con voz tranquila.

    —Está bien, nos vemos.

    Joshua empezó a caminar dándole la espalda a Sarah, despacio para que le diera a ella tiempo de llamarlo y él escuchar, acto seguido ella empezó a tratar de caminar, pero su pie le dolía mucho.

    Sarah: ¿Por qué me pasa esto a mí? Yo sólo quería escapar de este lugar donde mi corazón quería estar, pero mi conciencia no me dejaba, hice lo que pude por salir de ahí, y lo que me dieron fue estar más cerca de él. Ahora no puedo caminar, y no tengo amigos, ¿algo hice mal en la vida por lo que me están castigando ahora?, creo que es hora de perder el orgullo y llamarlo.

    Sarah apenada afrontó la situación, y aunque ella no sabía que él quería ayudarla por sobre todas las cosas, lo llamó con voz avergonzada:

    — ¡Ey, espera! ¡Por favor, ayúdame!

    En la mente de Joshua aquellas fueron las palabras que más deseaba escuchar en ese momento. Se detuvo, pensó un poco y volteó muy lentamente.

    — ¿Me llamas a mí? —contestó Joshua en tono sarcástico y burlón.

    —Si, por favor… Ayúdame, ¿puedes?

    —Está bien, si me lo pides así, no puedo rechazarte, además, no creo que puedas salir de esta tú sola. —dijo Joshua disimulando su ansiedad por ayudarla.

    —Muchas gracias, pero esta vez me cargas de otra forma —respondió con voz tierna y firmeza—, ¿¡quedó claro!?

    — ¡Si señorita!, la llevaré con un amigo para que le vea el tobillo.

    — ¿Un amigo?, ¿por qué no me llevas al hospital que está dando la vuelta a la esquina? —respondió Sarah, un poco preocupada.

    —La verdad, confío más en mi amigo que en los hospitales… Sólo llamaré y le avisaré —dice Joshua tranquilamente—, además, está por aquí cerca.

    —No confío mucho en las personas —respondió Sarah, sospechando que le estaba ocultando algo, pero al no imaginarse qué era, continuó—, pero aun así te diga que no, me llevarás… ¿Y a qué esperas? Cárgame y vayámonos.

    —En eso tienes razón, bueno vámonos. —contesta Joshua con una determinación de hierro.

    Y así fue como Joshua cargó a Sarah en la espalda, ella estaba raramente tranquila con él, era muy extraño, pero sin saber qué era eso que sentía, ella disfrutaba cada momento que estaba con él, recostó su cabeza sobre hombro de Joshua y percibió un olor agradable, pareciéndole que era esa colonia bastante popular por allá en Italia, una llamada “Bvlgary Man”, al momento se quedó como si estuviera en coma. Un hombre de unos veintisiete años, de ciento ochenta centímetros de estatura, bastante fornido (Sarah pensó que quizás iba al gimnasio), con una voz que calmaría a cualquier persona; le gustaba escucharlo hablar con su manera desafiante y educada. Tantas cosas que pasaban por su mente y eso que sólo la estaba llevando en silencio por la calle donde no pasaba nadie, una calle oscura dirigiéndose a donde encontrarían al amigo de Joshua que es médico.

    Esa noche sería la primera que pasarían juntos; empezando ahí, en ese hermoso parque que un día se convertirá en el recuerdo de la primera vez que se vieron con aquellos ojos perdiéndose en el momento. No lo sabían, sin embargo esa noche se convirtió en la primera pizca de felicidad, una extraña felicidad, pero al fin y al cabo la felicidad no viene en envases iguales.









    ----Capitulo III "Un giro inesperado"----


    Y allí estaban los dos juntos, resolviendo su primer problema. Quizás la vida les tendió una trampa para que se encontraran en ese parque y en esas circunstancias. Joshua aún seguía de camino a la casa de su amigo junto con Sarah en su espalda, parecía inconsciente, aunque no le había pasado nada del otro mundo, y entonces fue cuando Joshua se percató de que no sabía el nombre de la mujer que llevaba cargada a su espalda.

    — ¡Señorita!, ¡Ey!, ¿está dormida? —preguntó Joshua.

    — ¿Ahhg? —Despertando de su estado de coma— ¿Qué-qué, co-cómo?, ¡yo no estaba dormida!, no te creas —contestó Sarah un poco desconcertada.

    —Tranquila, entiendo, estaba pensando que… —intentó preguntar, pero dudó.

    — ¿Qué estabas pensando? —replicó Sarah, suele ser muy curiosa. —Es que, aún no sé su nombre… —dijo Joshua un poco apenado.

    Joshua tenía ganas de dar el primer paso hacia ella en cuestión de conocerla y dadas las circunstancias podía preguntar alguna que otra cosa, según su conocimiento acerca de este tipo de situaciones —aunque sólo por leer un libro que compró en la esquina, pero nadie le quitaba el mérito de no saber—. Deteniéndose en medio de la acera por donde iban caminando a casa de su amigo —como se refería él a Cole Fox, apodado dedos mágicos, por su gran capacidad de curar a un paciente—, él titubeo un poco al principio pero cerró su mano derecha con fuerza y tuvo el valor suficiente como para preguntarle cómo se llamaba y así lo hizo, lo que él no sabía era que le esperaba a la vuelta de la esquina.

    —Está bien, te lo diré, es lo menos que puedo hacer, además debemos presentarnos mutuamente porque quiero saber tu nombre, tal vez lo use para denunciarte con la policía, claro, si haces algo indebido. —Aquellas fueron las palabras que encendieron el motor de un Fiat Freemont V6, que pacientemente esperaba cautelosamente en la esquina vigilando a su objetivo como si cazaran leones enjaulados, o eso creían ellos.

    Joshua: Está a punto de hacerlo, va a decir su nombre, lo sé. Teniendo sus rosados pedazos de carne en mi punto ciego, suspirando un aire de melancolía que tiene mi corazón desesperado. Cada segundo que paso pegado a ella mis pensamientos no paran, mi mente se hace trizas ¡no lo soporto!; no sé de dónde viene, ni a dónde va, por lo tanto quiero saber si es bueno para mí estar con ella, y aunque la verdad sea cruel siempre estará el lado positivo de las cosas.

    Se asoma una camioneta negra bastante sospechosa por la esquina mientras que Joshua medio desprevenido, advirtió las auras del momento y analizó como pudo la situación. Esta no era nada fácil porqué tenia a cuestas a Sarah en su espalda, sin embargo no la dejaría atrás.

    Así fue como la camioneta fue en la búsqueda inmediata de su objetivo, que era nada más y nada menos que un miembro de la mafia italiana “Montreal” que está fuera de las cinco más conocidas pero su importancia no era menor. Joshua Steele Di Rosso, uno de los sujetos más importantes de su familia, quizás no el mejor en su trabajo, quizás no pueda torturar o matar a alguien, pero ayuda a su familia como el frío calculador de situaciones inesperadas, era una de sus mayores características. Él nunca ha estado con mucho de lo que ha hecho en su vida, pero nunca se ha arrepentido de nada y jura no arrepentirse nunca; ya que sólo son pensamientos vacíos que se guardan en un espacio valioso.

    Joshua ya se había enterado que era lo que pasaba, iban a por él, y él debía escapar a toda costa, porque no llevaba un paquete esta vez, sino a alguien que sería especial para él, mucho más de lo que ya era. Empezó a correr y Sarah empezó a preocuparse un poco.

    — ¿Por qué estás corriendo? ¿Por qué hay tanta prisa?, me duele mucho el tobillo, por favor, ¡para! ¡Ya! —dijo Sarah confundida.

    — ¡No es tiempo de hablar! luego te explico —contestó Joshua como pudo entre el jaleo.

    Sarah por el dolor no quería entender, quería que la bajara sea como sea y empieza a gritarle en el oído — ¡Ey!, ¿no escuchas?, ¡te dije que me bajes!

    En ese momento Joshua casi pierde el equilibrio, pero gracias a su gran determinación no cayeron juntos y respondió:

    —Oye cálmate, estoy tratando de salvarnos, ¿acaso no ves aquella camioneta que se dirige hasta nosotros?

    Joshua: Y ahí fue, cuando me di cuenta de que nunca debes pedirle a una mujer que se calme, aunque se trate de salvarla. Es como bañar a un gato con agua fría, a nadie le gustaría bañar a un gato en esa situación.

    Sarah: Ese idiota cree que me va a engañar para llevarme a lugares raros, ¡pues no me dejaré!, aunque no puedo zafarme de él, ay…si no fuera tan fornido. ¿Por qué demonios estoy pensando en eso ahora? tengo que pensar en algo para zafarme de él.

    Fue entonces cuando ella golpeó la cabeza de Joshua, mordió una oreja y lanzó un golpe a sus piernas presionando un botón de emergencia que él guardaba cerca del bolsillo derecho del pantalón, pero él no podía ceder a sus abusos, nunca en su vida le había pegado a una mujer, lo pensó en este caso para defenderla, o mejor dicho, protegerla, pero no la golpeó.

    Se acordó de algo que tenía guardado; metió la mano dentro de su bolsillo y sacó una jeringa con un sedante lo suficientemente fuerte para calmar a una persona, lo que le hizo efecto pero no tanto como esperaba. Ella seguía jadeando y tratando de zafarse sin efecto alguno. Él no tuvo más remedio que inyectarle otra sedante, ya que este no era peligroso, quedó rendida y mucho más pesada, haciendo un gruñido de esfuerzo cuando sintió el peso muerto de ella; aunque no era mucho, para correr velozmente, marcaba la diferencia.

    Desesperado, Joshua vio un callejón donde sabía que podía escapar y llegar directamente hasta donde se encontraba su amigo, que esperaba en una casa segura. Corriendo a más no poder, con una mujer terca, hermosa y desesperada, lo seguía una camioneta todo terreno blindado… De repente, bajan las ventanillas y salen a la vista varios sub-fusiles H&K-MP5 personalizados, disparando a lo que se moviera, sin dar en el blanco alguna vez. Cuando Joshua dobla la esquina en su alarmado escape, le roza una bala en el muslo derecho; su familiaridad con el dolor le permitió seguir corriendo, pero con un ligero desliz en el impacto. La adrenalina lo llevó a confiar en sus aptitudes y alcanzó como pudo un pasadizo que estaba escondido debajo de unas cajas que parecían de acero, pero eran de madera. —qué raro que nunca nadie ha tropezado con ellas. —pensó, abrió la escotilla desesperado para poder bajar por la escalera, hacía todo como si fuera a morir —Es que en realidad podía morir—, pero escapó como pudo, faltándole sólo veintisiete pasos hasta la entrada de la casa segura donde se encontraba Cole Fox, un nombre extraño, se lo cambió cuando llegó de Italia, para confundir a personas indeseadas, antes se llamaba Nicky Romano.

    Con la mente cansada, una mujer inconsciente, muchas dudas en su cabeza y una herida por roce de bala. Joshua continuó en la búsqueda de Nicky para poder descansar y cumplir con su palabra de ayudar a la mujer extraña que llevaba a su cargo.










    ----Capítulo IV “El despertar de Sarah”----


    Llegado a este punto, en un pasadizo secreto oculto bajo una tapadera absurda, se encontraba Joshua buscando la entrada a la casa segura de Nicky Romano. Exhausto por todo el lío, camina los veintisiete pasos que aún tenía por delante.

    —Sólo un poco más y podré sanar su herida. —dijo Joshua forzando un poco la voz.

    Se escuchaba una gota al final del pasadizo, Joshua pisaba los pequeños pozos que se creaban con la lluvia en el suelo, haciendo que se manchara su pantalón con agua estancada. A quince pasos, mientras caminaba se quedó mirando el bombillo balanceándose de un lado a otro, ocultando la luz de vez en cuando al pasar detrás de un pilar relleno con hormigón que se hace parte de la pared. Joshua sacudió su cabeza un par de veces para recobrar conciencia de lo que hacía y ya sólo le quedaban siete pasos.

    Joshua: Mirando fijamente ese bombillo, recordé lo que un día dijo mi madre: “Aunque estés rodeado de oscuridad y sin ninguna salida para escapar, recuerda, pensando claramente puedes distinguir que hasta en el hoyo más profundo resuenan las palabras sinceras, y encontrarás la luz indicando tu camino hacia la verdad”. Su madre lo amaba demasiado.

    — ¡Por fin llegué! —dijo Joshua al estar a sólo dos pasos de tocar aquella puerta roja con un letrero desgastado.

    Y ahí estaba la puerta roja, parecía que la perilla se iba a caer de sólo tocarla. Decidió golpear la puerta para terminar con tantas cosas que le sucedieron en el transcurso de la noche. Debería descansar, quisiera recostarme un rato, pensó, pero su mente le recordó a Sarah, por un momento se odió a sí mismo: ¡Maldita sea!, ¿cómo puedes pensar en eso?, siguió Joshua en su mente. Fue entonces cuando Cole abrió la puerta para recibir a Joshua y al analizar la situación, reconoce rápidamente la herida que tiene Joshua en la pierna.

    — ¡Joshua!, amigo, ¿estás bien? —Cole hace su aparición preocupado al ver la pierna herida de Joshua.

    — ¡Estoy bien!, tranquilo, quiero que la ayudes a ella primero —respondió mirándole fijamente a los ojos. —Cuando Joshua tiene esa mirada, nadie puede convencerlo de hacer lo más sensato y él hace lo que quiere. —Por favor, déjame curarte primero, lo tuyo es más grave. —Cole trata de hacerle entrar en razón.

    —¡¡Nicky, calla y haz tu trabajo!! —grita Joshua—, cúrala, me debes cientos de favores… ¿o es que no lo recuerdas? —Era la única manera en que cole reaccionaría a su gusto y aunque no le gustaba sacar los trapos sucios de las personas, ver a Sarah de esa manera lo exasperaba y haría todo para ayudarla.

    —Está bien Josh, ¡lo haré!, pero en cuanto termine, necesito ver tu pierna. —Apacigua su voz para calmar a Joshua y así remover las malas vibraciones del ambiente.

    Nick coge a Sarah y la lleva a una cama para tratarla, mientras que Joshua busca una silla para estar junto a ella. A pesar del mugriento pasadizo, la casa segura era sencillamente hermosa. Contaba con una sala de estar bastante costosa igual que todo lo demás, dos cuartos bien arreglados para cualquier emergencia, un baño con sus respectivos accesorios, una cocina que cualquier italiano la reconocería como parte de su hogar; también contaba con un sistema de entretenimiento y por supuesto, una habitación para atender cualquier herido con distintas máquinas de alta precisión usadas en el campo de la medicina, Tiene dos camas y es atendida por Cole como es de esperarse, todo un lujo de casa.

    Sarah inconsciente, estaba acostada en la cama ubicada casi al frente de la puerta pero del otro lado de la pared. Joshua al conseguir la silla, se sentó a lado de la cama y dando la espalda a la puerta ignorando cualquier peligro al estar preocupado sólo por ella.

    — ¿Puedes apurarte? —replicó Joshua a Nick.

    Era muy extraño para Nick ese momento, nunca le había tratado de tal manera. Nick saca el calzado y revisa a Sarah, analiza la situación de su esguince y nota que no es tan grave como lo hace parecer Joshua, aunque era de segundo grado. —El esguince es una lesión producida por una distensión de la cápsula articular y los ligamentos que rodean a la articulación del tobillo—. Manos a la obra, será sencillo, pensó Nick. Los siguientes pasos realizados por Nick fueron: Primero exploró cuidadosamente para descartar heridas en la piel, le colocó hielo durante veinte minutos, elevó el tobillo y le recomendó a Joshua llevarla luego al hospital para un chequeo completo.

    —Vamos ahora contigo, Joshua. —dijo Nick.

    —Okay, pero ¿lo puedes hacer aquí mismo? Es que no quiero apartarme de ella. —respondió Joshua y luego dirigió la mirada hacia Sarah.

    — ¿Qué voy a hacer contigo? Bueno, está bien. —replicó Nick.

    Nick saca el botiquín para curar la herida que llevaba su amigo mientras mantenían una charla. —Oye Josh, ¿por qué me escondes que tienes novia?—Él estaba intrigado por su comportamiento al estar junto a ella, Joshua se sonroja y emboza una sonrisa.

    —No es lo que piensas Nick, apenas la conocí hoy, ni siquiera se su nombre. Una cosa llevó a la otra y estamos aquí.

    —Bueno, te creeré, por un momento, porque debemos hablar de algo más importante. ¿Pudiste ver quien te seguía?

    —No tengo la menor idea, quizás eran contratados por alguien, porque no los reconocí —respondió Joshua, pero no era muy común ese tipo de respuestas en su persona; él debía saberlo todo acerca de los criminales, pero ellos venían desde fuera y por eso no los identificó.

    — ¿¡En serio no sabes!? ¿Quién sabrá si tú no lo haces? Bueno, ya los atraparemos. —Nick estaba atontado por la respuesta de Joshua— Bueno, ya terminé, estás casi como nuevo.

    —Gracias Nick, ¿será que puedes dejarme un momento a solas con ella? —dice Joshua con un tono triste.

    —Está bien amigo, estaré en la cocina por si me necesitas. —Estas fueron las últimas palabras que escucharía Joshua de uno de sus grandes amigos.

    Nick al salir del cuarto se dirigió a la cocina, y casi al instante de sentarse en un banquillo empezó a sonar el teléfono. Sólo se pudo escuchar esto de la conversación de Nick con algún extraño:

    — ¿Aló?... buenas noches, ¿quién habla? —Contestó Nick. —Buenas noches, ¿usted es Nick? —respondió el extraño. —Sí, el habla. —Nick estaba un poco preocupado al saber que muy pocos tienen acceso a ese número telefónico y de todos los casos anteriores, en este no podía reconocer la voz que hablaba del otro lado.

    Pasaron cinco minutos hablando y en el momento de terminar la conversación, se escuchó:

    —Está bien, me haré cargo de ellos. —dijo Nick con una voz llorosa y decidida, luego colgó la llamada con un “hasta pronto”.

    Mientras, en la habitación médica, Joshua estaba concentrado totalmente en Sarah con sus instintos apagados, dejándolo indefenso a caer ante cualquier peligro. Piensa todo acerca de Sarah, o más bien en su cuerpo que está en frente de él, sin permiso a tocarlo; no quiere aprovecharse de Sarah en medio de su inconsciencia, es tan difícil para él evitar querer tocar su tersa y suave piel blanca como la nieve, para evitar inconvenientes se fija en su cara, tratando de controlarse. Esos labios rojizos causados por el frío de la noche, esas pestañas medianas al estado natural, sus mejillas coloradas junto con sus hoyuelos poco pronunciados; tenían a Joshua en un estado inimaginable por él, no contó con el destino.

    Ese sentimiento era nuevo, jamás había estado así con una persona sin siquiera hablarle y estar desesperado por probar sus labios. — ¡La Besaré! —pensó, y estaba determinado en hacerlo. Cada vez que él aproximaba su boca cerca de Sarah su respiración cálida se hacía notar de forma gradual, mientras Joshua se movía sin apresuro al buscar esos labios tan tiernos que deseaba probar con enajenación. Se detuvo por un momento y la observó por un tiempo indefinido. — ¿Qué esperas?, ¡hazlo! —pensó otra vez, suplicándose a sí mismo besarla. Sin poder decidirse, y sin aviso, se abrieron los ojos de Sarah. — ¡Perdí mi oportunidad!, —pensó él nuevamente. Un segundo después, Sarah se sorprendió al ver aquella situación y gritó: — ¡¡Cuidado!! —

    — ¡¿Qué?! —preguntó Joshua bastante asombrado, al voltear, vio a uno de sus mejores amigos intentando asesinarlo a sus espaldas.






















    ----Capítulo V “Una carta llena de razones”----


    Antes de que llegaran a amenazar a Joshua, unos dos minutos antes aproximadamente, Nick se repetía a sí mismo:

    —Puedo lograrlo, ¡tengo que hacerlo! —Su conciencia lo torturaba como en muchas ocasiones de su vida pasada.

    El hecho de matar a su mejor amigo era devastador para su estabilidad mental. Él sabía que volver a conseguir un amigo idéntico a Joshua sería imposible. Con una determinación inquebrantable, o así pensaba Nick, y con una navaja afilada, salió a por sus dos víctimas lo más silenciosamente que le permitía su entrenamiento, pero su mente vacilaba en realizar semejante atrocidad.

    Nick permanecía a tres pasos distanciado de Joshua, sosteniendo su preciada navaja, cuando precisamente hace el intento de cometer aquel error, se paralizó al pensar en aquellos momentos que estuvo junto a él: las risas, trabajos, su familia, los llantos de hombre e infinidades de cosas que vivieron juntos y nunca podría olvidar. Gracias a la pérdida de tiempo pensando, a Sarah se le pasaba el efecto de los dos sedantes inyectados por Joshua en su desesperación por controlarla, recobrando ella consciencia y arruinando el objetivo de asesinar a Joshua, y si era necesario, se vería involucrada Sarah.

    Nick temblaba mucho, y su mente no podía más con la situación en la que se encontraba totalmente involucrado. Su corazón dio un vuelco al ver a Sarah pronunciar un clamor doloroso, y no uno de esos simples sin emoción, sino de esos sentimientos dolorosos que vienen de lo más profundo, mas éste no venía solo, lo acompañaban sus grandes miedos tomado de las manos, sonriendo y cantando.

    Aquel grito estremeció toda la casa, llenándola de una intensa desesperación. Al escuchar la magnitud de ese grito y ver la expresión de horror en la cara de Sarah, Joshua hizo el esfuerzo de voltear lo más rápido posible (sin embargo ese era uno de los momentos que no podría evitar en su vida), ver a su amigo así lastimaría todos sus recuerdos. Un segundo después, sucedió todo como si pasaran días: muy lentamente en sus mentes, sin embargo, pasó en menos de un minuto.

    Nick realizó un alarido espantoso al incrustar la navaja en el cuerpo de su amigo, se iba a volver loco, si es que aún no lo estaba.

    — ¡Maldita sea! —Se quejaba Joshua por el dolor.

    Joshua observando la herida abierta y sangrando constantemente, dirige una mirada desesperada hacia Sarah; lo que provocaría simultáneamente que ella se desmayara por vivir esa intensa situación. Nick agacha la cabeza mostrando vergüenza por lo que le había hecho, soltó una lágrima arrepentida y sólo alcanzó a decir unas palabras:

    —Perdóname amigo, si es que puedes; porque mis actos no serán de tu agrado. —enfatizó Nick, Saliendo del cuarto muy apenado por sus actos; entristecido corre a un lugar seguro que conocía Joshua, pero antes le había dejado una nota en el comedor.


    — ¡Maldita sea!, ¡maldita sea!, ¡maldita sea! ¡¿Por qué me hiciste esto, Nick?! —gritó Josh con furia— ¿Por qué tuvo que clavarme esto en la pierna? Como duele esta porquería —decía mientras sacaba la navaja que tenía incrustada en la pierna.

    Nick no cumplió su objetivo, en el instante que dirigía la navaja a la yugular, cambió su objetivo hacia una pierna descubierta, en este caso, la derecha. Aun así, Nick no podía comprender como siquiera se le pasó por la cabeza asesinar a su amigo por una simple orden, que no era tan simple.

    Al salir de aquel lugar, del que luego tendría muchas pesadillas, se dirigió al escondite. — ¿Por qué a nosotros?, no podemos vivir en paz con esta amenaza que nos acecha todos los días. —pensaba Nick camino al apartamento.

    Ya muy cerca del lugar, se notaban las calles vacías, pasaban los autos cada cierto tiempo, se escuchaban los maullidos de los gatos y los aullidos de los perros cerca de los callejones oscuros. Era muy tarde, iban a dar la una de la madrugada y él ya estaba en la puerta del apartamento. Entró, abrió la regadera y se fue a bañar. Tardó veinte minutos lavándose todo el cuerpo y pensando en las cosas que había hecho. Luego, fue a la habitación y sacó el mejor traje, se sentó en la silla del escritorio y empezó a escribir una especie de carta; parece que se despedía en ella, anotaba todo lo que se le venía a la mente además de las razones por las que hizo esa barbaridad de hace más o menos cuarenta minutos. Le pide disculpas a Joshua y se despide para siempre…

    —Lo siento Josh —Nick lanzó palabras al viento con lágrimas en los ojos y tartamudeando.

    Buscó una silla, una soga y sólo le faltaba encontrar el lugar. Se acordó que le encantaba ver los amaneceres desde una ventana que tenía vista a un gran árbol que era hermoso por las mañanas y oscuro por las noches, y decidió colgar la soga frente a esa ventana. Dejó todo preparado para cuando llegara Josh a pedirle explicaciones acerca de todo lo que pasó, dejando una carta en su mesa de trabajo, se tomó un exquisito trago del Gran Catador y abandonó el resto en la mesa de noche, se ajustó el traje negro Armani con un pañuelo rojo que siempre le traía suerte en sus misiones (lástima que esta vez no iba a ser así). Se montó en la silla e hizo que la soga abrazara su cuello y lo amara hasta la muerte, y con lo poco de vida que le quedaba, pensó:

    —Sólo Joshua conocerá el secreto tras mi muerte, pero tendrá que esforzarse, no quisiera aburrirlo con la sencillez.


















    ----Capítulo VI “Acosando a la verdad I Parte”----


    Una noche impaciente por acabar, gritos de agonía rondando el pasillo, impulsos realizados contra una persona amada… Son algunos de los requisitos necesarios para hacer de un día aburrido, uno inolvidable.

    Dentro de la habitación medica:

    Joshua sacó la navaja de su pierna y realizó presión sobre la herida para no perder más sangre. Vio a Sarah inconsciente, acomodó su postura (Sarah al impresionarse, quedo en una posición muy mala) y luego fue a una inspección del lugar, pero como Nick se había ido, no quedaba nadie. Luego de una inútil búsqueda exhaustiva, Joshua se rindió y fue a la cocina a buscar algo para aliviar su dolor. Joshua buscaba en la cocina, porqué hay cosas que sólo la cocina te puede dar, por ejemplo: el alcohol. En ese caso, el licor estaba en la cocina.

    Encontró un botiquín de primeros auxilios cerca de la nevera plateada, dentro de éste, Joshua encontraría unas gasas, alcohol isopropilico, cicatrizante, banditas de Súper Man, hisopos, aspirinas, vendas, antimicóticos, analgésico en spray, acetaminofén y algodones… El botiquín no contenía muchas cosas, sin embargo justo al lado existe una habitación donde hay variedades de medicamentos. Cogió un par de cosas para curar su herida y una botella Armano Ferret Branco importada desde Italia.

    Al sentarse cerca de la mesa, destapó la botella y sirvió un poco de aquella delicia de licor en una copa de cristal muy preciosa y delicada, tomó un sorbo y comenzó a desinfectar, curar y cubrir el corte realizado con navaja.

    Mientras trataba la herida pacientemente, Joshua pensaba:

    —No sé qué hacer ahora, podría dar vueltas y vueltas por la ciudad pero no me ayudaría de nada… Tengo que llevarla a su hogar, y buscar a Nick… Pero, ¿dónde lo encontraré?

    Y justo en aquel momento, Joshua alza la mirada descubriendo una nota sobre un papel, En la esquina lleva un dibujo de aquel mapache con lentes oscuros y sombrero que representa la firma de Nicky Romano. —De alguna manera, no se dio cuenta de eso antes—

    — ¿Qué será esto? A ver, aquí dice: “tu primera desilusión sabrá cómo encontrarme”. —Joshua lee en voz alta la nota de Nick.

    — Porqué siempre tienes que hacerlo de la manera difícil Nick… —replicó Joshua con voz fuerte y cansada.

    Joshua no quería esperar un momento más, se cambió la ropa que estaba desgarrada y desesperado partió hacia la puerta, al dar el primer paso fuera de la casa… Recordó a Sarah mas no teniendo alternativa, la cargó en brazos y la llevo a su destino o lo que creía su primera desilusión... Caminando más rápido que de costumbre, Joshua cargaba a Sarah como si fuera una muñeca de trapo a lo largo del trayecto, para conseguir su auto.

    Joshua: Que bueno el conseguir una pista de su paradero, no entiendo que de divertido le ve Nick a esto… Bueno, cada quien tiene sus manías y no puedo juzgarlo; es mi amigo y debe tener alguna explicación, y si no la tiene lo matare con mis propias manos. —Aunque Joshua nunca podría matar a nadie, sus palabras no carecían de determinación al cumplir su objetivo—.

    Al llegar al parque, se detuvo un momento a ver aquel árbol gigante… Joshua embelesado, observó por tres minutos ese árbol sombrío, sintiendo que alguien o algo lo llamaban silenciosamente. Dio vuelta en la esquina y al mirar a lo lejos se notaba su auto no muy lujoso. Joshua tenía en su posesión un Mercedes Benz SLK-55 AMG 2010, en un color negro metalizado, —gracias a su jefe—. Desbloqueó el auto, abrió la puerta y sentó a Sarah en el asiento del copiloto, bajándole un poco el espaldar para recostarla, acto seguido cerró la puerta y entró al auto para luego arrancar dirección a su destino.

    Joshua conocía a Jazmín desde hacía muchos años, refiriéndome a la edad de nueve años. En ese entonces ellos eran una pareja, hasta que ese lúgubre día llegó.

    Conduciendo por calles húmedas y vacías, tanto de personas como de esperanzas. Joshua buscaba un bar a las dos de la madrugada, donde encontraría a Jazmín haciendo lo que sabe hacer, dobló a la derecha en la última esquina y entusiasmado dijo:

    — ¡ahí está! Ese es, podría jurarlo.

    En un letrero muy grande con unas luces dañadas y casi por caerse, se veía el nombre a lo lejos del auto “La Esmeralda”. Joshua no contenía su emoción por descubrir si era la decisión correcta el haber escogido ese lugar para empezar con la investigación, pero no tenía más opción que arriesgarse a pasar vergüenza ante aquella persona.

    Estacionó cerca de la puerta trasera, por si acaso pasaba algo que arriesgaría la vida de Sarah. Se propuso a pasar tras esas puertas de color verde con un borde plateado y manillas doradas (tenían mal gusto en ese entonces). El ambiente cambio Instantáneamente, paso de ser una noche gris a una habitación estruendosa y desnudista; Joshua notaba la presencia de drogas, alcohol y mujerzuelas con sólo respirar dando los primeros tres pasos al entrar.

    Este bar no era solo para hombres, no son muy comunes pero, este es un bar llamado las cuatro estaciones, era su seudónimo, ya que fue fundado para el disfrute de caballeros y damas, tanto heterosexuales como homosexuales.

    Joshua estaba un poco perdido en el lugar, tenía años que no visitaba ese sitio, aunque solo fue una vez por la misma persona. Observaba todo el lugar en su búsqueda, pero al parecer "ella" lo encontró primero a él; en ese momento Joshua nota una palmada en el trasero y da un salto de asombro girando todo el cuerpo de un lado a otro buscando quien lo había hecho, y al tocarse el pantalón justo en los bolsillos traseros encuentra una nota que decía: “te espero tras la puerta roja del final, besos, Jazz”, escrita junto con un beso de un labial rojo carmesí.

    Joshua arranco una caminata a lo que le dirigía a la puerta trasera, podía ser una trampa, pero no se iba a detener hasta saber la verdad de todo.

    En el auto, en ese momento:

    Sarah volvió en sí misma y no sabía dónde estaba, curiosa observó alrededor del auto y consiguió una nota junto con unas pastillas para el dolor en general. La nota decía claramente que esperara en el auto por si despertaba y las pastillas eran por si tenía dolores de cabeza o algo parecido. Claramente se tomó las pastillas, luego sin nada que hacer empezó a ver por la ventana, justo hacia la salida del bar, notando como salía Joshua de ella.

    Continuando dentro del bar:

    Joshua salió de dentro del bar esperando al escritor de aquella nota y tras unos dos minutos se abre la puerta y se escucha:

    —Hace tiempo que no te veo por aquí mi amor. —salió una voz aguda y, a la vez, un poco varonil.

    —Hola jazmín. —contestó Joshua.

    Al saludarse, Joshua le ofrece el saludo de manos convencional, pero Jazmín tenía otros planes… A lo lejos se ve un abrazo largo y un beso proporcionado por Jazmín.

    — ¡Qué repugnante! Déjame en paz ya te he dicho muchas veces que lo nuestro se terminó. —contestó Joshua, desagradado por aquel beso.

    Joshua ve a Jazmín detalladamente, pasmándose momentáneamente al notar el gran cambio de Jazmín, parecía un hombre disfrazado de mujer.

    — ¡¡Te convertiste en travestí!! ¿Ahora que eres? ¿Qué te paso? —preguntó Joshua, exaltado por aquella incómoda situación.

    Mientras que en el auto Sarah estaba viendo todo lo que pasaba entre Joshua y Jazmín, lo que de lejos parecía un travestí, y una escena que le destrozaría el corazón... impactada y a la vez confundida, Sarah pensó:

    — ¡¡No lo puedo creer!! ¡¿Es gay?!


















    ----Capítulo VII “Acosando la verdad II Parte”----


    Una mente llena de recuerdos vacíos, una noche complicada, calles frías amarradas a la soledad, un trabajo absurdo en donde debes hacer exactamente todo lo que manden, para conseguir agradarle a unos y darle razón a otros para odiarte.

    Jazmín, una mente perturbada por sus parientes, busca su libertad en los lugares más extraños posibles… Pero para eso, tuvo que dejar su amor a un lado y poder encontrarla —Como personas diferentes, tenemos libertades diferentes— Así es como continua esta historia que parece tener un final feliz, dentro de todo lo que existe y existirá.

    Luego de una breve charla, momentos incómodos y un tanto espeluznantes, Jazmín dice:

    — ¿Por qué no entramos? —guiñó el ojo al terminar.

    —Lo siento Jazmín, no vine por eso que tienes en mente, pero necesito de tu ayuda. —respondió él con un tono de voz un tanto impaciente.

    —Oh, mi querido Joshua se siente perdido sin mí. —contestó con una voz hilarante, pero luego de ver la expresión de Joshua un tanto molesta y dispuesto a acceder una de sus peticiones solo para jugar un poco con él. —Responderé cualquiera de tus preguntas, si y solo si me aceptas un baile privado, lo haré como nunca se lo he hecho a nadie, recordando los viejos tiempos... ¿qué te parece, hermoso, tenemos un trato? —sugirió con pertinencia en sus palabras, dando a entender que si rechazaba, no podía conseguir nada de su conocimiento.

    — ¿En serio?, ¿no quieres dinero?, Sería mejor, ¿con el beso, no fue suficiente?; ¿¡qué demonios quieres de mí!? —preguntó a Jazmín, angustiado.

    — ¡Quiero todo!, Como me acostumbraste. —protestó Jazmín a lo más importante de sus preguntas, cruzando los brazos. — ¡Dios!, Está bien. —Agobiado, Joshua acepta las condiciones, pero quería marcar una también. — Sólo tendrás veinte minutos, nada más, ¿Estamos? —exigió junto con palabras firmes.

    Jazmín suelta una carcajada y negándole toda condición dijo:

    — ¡Aquí no puedes gobernar! Yo soy la reina de este mundo y sólo la reina tiene el poder de mandar en este castillo, vienes a mí únicamente por información y yo decido cómo será pagada cada una de mis palabras y no podrás rechazar, porqué sé que las necesitas. ¿¡Quedo claro!? Comandante de flota hecha de papel. —soltó un pequeño discurso acerca de cómo está distribuida la autoridad entre ellos.

    Joshua con la cola entre las piernas y sin quedarle de otra, acepta aquel baile lleno de seducción propinado por parte de su desilusión, y contestó:

    —Tú ganas, obtendrás lo que deseas, sin embargo me dirás todo lo que sabes, sino se acaba el trato en este momento.

    —Que empiece el juego tesoro. —contestó con una voz de satisfacción.

    Lo toma de la mano rumbo lugares exclusivos del bar pasando por medio de muchas personas que asisten a esas horas para calmar su insomnio y su mente depravada, y detrás de una puerta gris pasando la cortina de seda color marrón se encuentra el sillón verde oscuro donde Jazmín con un jalón, lanzaría a Joshua hasta caer sentado para poder disfrutar su espectáculo.

    Sarah asombrada no podía creer lo que hacía Joshua, pero luego pensó en que ni conocía su nombre y se lanzó dentro de sus pensamientos una vez más para recobrar la calma. Poco después salió del auto, buscando las respuestas que inundaban su curiosidad.

    Caminó por la acera llena de ilusiones marcadas por huellas de zapatos, borradas por el poco de lluvia que caía acariciando el viento de las calles y dándole un toque resplandeciente al ambiente en donde se encontraba ese bar de segunda mano muy frecuentado.

    Cada pisada la aterrorizaba y le dolía —causa de su anterior caída—, pero estaba decidida a terminar con sus dudas de una vez por todas, no sabía que pasaría, ni mucho menos cómo reaccionar en situaciones desconocidas para ella.

    Sarah se detuvo un momento en la entrada del bar, respiró profundamente prolongando cada paso, lo hacía cuatro segundos y pensaba:

    —Inhalar… mantener… y exhalar. —Y aún en sus pensamientos —Inhalar… mantener… y exhalar—. Lo repitió dos veces más por estar muy nerviosa; esto era una costumbre para ella, lo hacía cada vez que sentía no poder con la situación, y gracias a su abuelo por enseñarle esta técnica, pudo controlar más de una situación complicada en el pasado.

    Detrás de las puertas de color verde, se encontraba un sujeto de seguridad muy fornido pero un poco gordo, llamado Victoreé Stroganoff ya que sus padres eran fanáticos de este estupendo platillo. Victoreé estaba distraído y empezó a pensar en sus problemas personales, tantos que se podría hacer otra historia con ellos.

    Victoreé errante en sus pensamientos, careciendo de punto visual, fija su mirada en una mosca posada en la pared; llegando a comparar a tal bichejo con una mariposa en ese inmundo lugar, que en tales casos, esa mosca sería una preciosidad. Él, embelesado en sus alas cortas y pacíficas, no podía parar de imaginarse cosas. La mosca decidió cambiar de lugar, tal vez porque se sentía observada, posándose en una de las ventanas de la puerta; Vic la siguió con sus enormes ojos, percatándose de que recién llegaba una nueva clienta, o eso creía él. Se alistó para hacer su trabajo sin sospechar que un pequeño tropiezo ocurriría entre ellos.

    Victoreé velozmente, con la poca caballerosidad que le quedaba, abrió la puerta segundos antes de que Sarah intentara abrirla, suspendida por el asombro, tropieza con un pequeño muro que separa la calle del bar. Victoreé con unos pocos reflejos conservados de la marina, pudo atrapar a Sarah con la mano que tenía libre, salvándola de una segunda caída. Sarah apenada se desata de la mano de Victoreé y con la frente agachada camina hasta encontrar la zona principal. Donde se ubicaban sus dos barras de bebidas atendidas por bartenders extranjeros profesionales, y en medio de todo estaban las mesas junto a sus respectivas sillas, jaulas, mini escenarios, en fin… todo el material para que el show de strippers fuera endemoniadamente original e inolvidable.

    Sarah no creía todo lo que veía, era un desastre para ella, mujeres por aquí, hombres por allá y otra clase de desconocidos para ella —transexuales—. Su pequeña mente inocente se paralizó al entrar en aquel salón, y alguien desconocido le toca el hombro y le dice al oído:

    —Hola belleza, que tal si vamos a un cuarto. —dijo la voz que no parecía tener un género por definición.

    Sarah se asustó, tapó sus ojos con ambas manos y empezó a correr por todo el lugar sin tropezar con alguien o algo… No le importó el dolor en su pie por ese momento de angustia y desesperación, a lo lejos se escucha un grito de advertencia hacia ella que dijo:

    — ¡¡Cuidado con esa puerta!!

    Sarah no atendió a la advertencia del extraño y estrello su cabeza contra la puerta gris de su camino, cayendo sobre sus posaderas sin lastimarse el pié. Sentada en el suelo, soba su frente del dolor que le causo su desesperación; ella no aguantaba más estar en ese obsceno lugar, pero su intriga se encendió como la cerilla de un fósforo al pensar rendirse, sin ningún motivo aparente, quiso esforzarse para conseguir lo que se propuso desde un principio.

    Sarah frustrada, empezó a buscar donde sea, y decidió probar con la primera puerta gris que estaba en frente a ella… Poco a poco fue abriendo la puerta, y mientras hacía eso, su corazón latía mucho y cada vez aumentaba su ritmo, en su pecho se sentía como si martillos golpeaban con esmero. Al abrir la puerta gris, se encontró con una larga cortina de seda amarilla que no dejaba ver mucho detrás de ella solo dos siluetas bochornosas haciendo cosas privadas en un lugar público; Apartó la cortina y observó algo nunca antes imaginado por ella.

    — ¿Cómo suponer que una mujer pueda estar en ese tipo de posición frente a un hombre? —pensó Sarah con una cara en estado de trauma, pero totalmente decidida.

    Sarah salió en seguida de la habitación, se encontraba con tanta confusión y entró en un estado muy al sur de lo norte que era ella, quizás era por alguna clase de fármacos administrados que perdía la conciencia poco a poco y aunque se arrepintiera en medio de su búsqueda, no pararía hasta encontrar la verdad. Intentó nuevamente con otra habitación, pero esta vez presentía que esta vez no iba a equivocarse, abrió despacio la puerta y al pasar tras la cortina de seda color marrón, observó la silueta de Joshua, detrás de una persona desconocida en medio de un baile erótico que hacía para él.

    Sarah enojada, corre en dirección a Jazmín buscando malograrle físicamente. Y en un acto de locura —nunca había sentido celos por alguien— la toma por la cabeza y hala fuertemente para descubrir su cara y dijo:

    — ¡Quítate de él perra! —gritó Sarah eufórica.

    Con el gesto de halar, desprendió la peluca que llevaba incrustada en la cabeza, descubriendo una extensa y hermosa cabellera dorada.













    ----Capitulo VIII “Acosando a la verdad III Parte”----


    Cinco minutos antes de la interrupción de Sarah...

    Joshua: Esta es una de las noches más vergonzosas de mi vida, pero tengo que tener la valentía y afrontar con seriedad este chiste que está causando ella conmigo. Esto tiene que funcionar, o sino nunca obtendré la dichosa información de parte de Nick, ese idiota, aparte de intentar matarme físicamente, ¿Quiere hacerlo mentalmente? Realmente no lo entiendo, pero ya me enterare cuando consiga llegar a donde esté y le romperé la nariz.

    Las mañosas garras de la fiera Jazmín no soltaban a Joshua por un segundo, impidiendo su libertad y aprovechándose de su carne que la hacía estremecer tanto cuando estaba con él. En cierto modo Jazmín amaba a Joshua, pero al dejarlo, ocasiono una gran herida que no se curaría fácilmente; tanto así que ni pidiendo perdón a Joshua podría conquistarlo de nuevo, si Jazmín le pintara en el cielo que lo amaba con su sangre, Joshua ni se inmutaría al dar una respuesta rechazándola. Un corazón tan roto que ni con pegamento industrial podría reparar, pero sólo con Jazmín, ella no tenía ni la mínima posibilidad de conquistarlo otra vez, su tiempo había acabado y era tiempo de resurgir el Fénix postrándose sobre sus cenizas.

    Jazmín quería aprovechar esta oportunidad para recuperar el corazón perdido de Joshua de la forma más sádica posible, porque no debería llevar otro adjetivo. Jazmín comenzó su número de baile sensual de una manera distinta a la de siempre, quizás era porqué el amor de su vida estaba frente a ella. El cuarto empapado de un rojo ensangrentado, luces de neón tratando de evitar la oscuridad pero sin volver a traer a la luz a los ojos de los soñadores. El aroma a una carne conocida hacía que el corazón de Jazmín latiera con fuerza, y en su mente decía que lo amaba, pero su boca solo decía cosas que asustaban a la lógica de Joshua.

    Sin dar muchos detalles de lo sucedido, se podría asegurar que Joshua necesitaría un poco de alcohol y gasas para curar sus heridas, que no se agravaron demás, gracias al gentil gesto de Sarah al decirle amablemente a Jazmín que no abusara más de él. Esta era una de las pocas escenas extrañas, enfermizas, únicas y bochornosas que Sarah había visto en su vida, pero como toda mujer, se alteró y a su vez no sabía qué hacer. Se llenó de mucha angustia al no saber cómo desarrollar su papel, pero tenía que esperar a la reacción de su petición antes que nada, pero la larga espera le tersaba la piel y sentía que iba a explotar su corazón.

    Joshua no sabía qué hacer, en su mente pedía a gritos que Sarah lo sacara de esa habitación rojiza, pero a la vez quería permanecer ahí por los motivos en los que llegó a esa situación, respuestas. Pero la mirada de Jazmín lo aterrorizaba, tenía un poco de sangre en la comisura de sus labios haciendo gestos que demostraba los deseos de Jazmín, queriendo seguir con lo que más disfrutaba, y eso era hacerle daño a las personas que más amaba y probar un poco de su sangre era el modo de saber que lo está haciendo bien, aparte de disfrutar ese olor particular que la excitaba y la volvía loca como a ninguna.

    Después de pensar un poco la situación, Joshua no podía permitirse estar en tal acto bochornoso frente a Sarah, y muy lentamente se levanta de la silla agarrando a Jazmín como si se tratase de un juguete y la hizo a un lado «—¡¡Oye, esto no es justo!! —dijo Jazmín al ser apartada.» Joshua estaba entre serio y enojado, empezó a reincorporarse de esa situación, abotonando la camisa blanca manchada de sangre roja que gritaba libertad. Luego de colocarse el traje y acomodarse la corbata azul, él estaba frente a un nuevo amor y uno perdido... debía elegir, pero esta será una de esas situaciones que se sienten de vida o muerte.

















    ----Capítulo IX “Un misterioso encuentro inopinado”----


    Las veces que sopla el viento por las calles remolca palabras como la felicidad, el amor, la unión, el odio, la esperanza... En su totalidad son muchas hablándose de ellas hasta hartarse, y otras veces también las colocan a prueba en sus propios diccionarios mentales, quizás para bien o tal vez para el mal, pero nada ni nadie los puede detener en vuestros pensamientos; dicen algo, piensan otra cosa, y actúan de otra manera diferente en ambas situaciones; entre palabras y pensamientos perderán la vida reconociendo que el culpable no es otro más que ellos. No obstante, sin querer sentirse peor de lo ya previsto, buscan la manera de buscar a un “sospechoso” denominándolo a él, culpable de todos los fallos que son causados por sus malas ideas. Puede ser una piedra, una mariposa, un niño, un hermano... Puede ser lo que se quiera en ese momento de desesperación; aquel donde se encuentra la duda acerca de cuanto duele tener la culpa, y la valentía de afrontarla junto con sus consecuencias. Al fin y al cabo, lo que decidan estará bien, porqué si podemos aprender a construir inmensas esculturas de hierro, tenemos alguna oportunidad de empezar el aprendizaje del perdón.

    Ladridos resuenan a lo lejos, junto con la mezcla de un collar canino de cuero y plata, marcando el nombre “Max” en el indicador; mientras a lo lejos, habla un hombre en una reunión...

    —Max ¿Qué haces aquí? ¡Espera en el auto! —ordenó Duke.

    Max gruñó y ladró una vez más, señalando el auto con su hocico y al mismo tiempo atiesó su cola, mostrando la urgencia que se presentaba; Duke recibió la señal y dijo:

    —Disculpa un momento Annabelle, creo que es urgente. —pronunció un poco apenado estas palabras, por la situación de negocios que mantenía en ese lugar.

    —Está bien, puedo esperarte un poco... no es que haya estado esperando este momento desde hace días, y que me vestí con mi vestido favorito por ti Duke. —respondió Annabelle sarcásticamente, pero el sarcasmo es algo que Duke nunca ha dominado, tanto entenderlo como expresarlo.

    —Gracias por tu comprensión Anna, ya regreso. —dijo Duke muy ingenuamente.

    Se le acerca una persona un tanto pequeña para su edad y hala el suéter de Annabelle pidiendo atención y dice:

    —Hermana ¿Cuándo nos vamos de este lugar? Está muy sucio y dijiste que íbamos al cine. —dijo Isabelle, colocando en su cara un puchero infantil.

    — ¿Y dónde crees que estamos? ¡Estamos en el cine! —respondió un poco molesta Annabelle por la manera en la que Duke ignoró por completo el trato que estaban haciendo...

    — ¡Pero dijiste cine! No que íbamos a la parte trasera y más oscura del cine. —cruzando los brazos y con el ceño fruncido replicó Isabelle.

    —Ve acostumbrándote her – ma – ni – ta, algún día tendrás que pasar por mensajera en estos negocios y papá dijo que te trajera conmigo para que conocieras el negocio familiar. —dijo Annabelle sin pestañear al explicar tal mandato de su padre.

    —Bueno, si eso dijo papá... me esforzare mucho, mucho, mucho para que esté orgulloso de su hija favorita. —contestó Isabelle con grandes gestos dramáticos y muy tiernos terminando su oración con una hermosa sonrisa.

    — ¡No hagas eso! —dijo Annabelle.

    — ¿No hago qué? —respondió Isabelle con su hermosa sonrisa seguido de una mirada que paralizaría un ejército furioso y lo transformaría en algo más tierno que un animal con siete días de haber nacido.

    — ¡Hermana, Deja de hacer eso! —gritó Annabelle.

    — ¿Por qué? Lo menos que puedes hacer es llevarme a comer helado después de salir de este lugar tan húmedo. —exigió Isabelle con la misma cara de ternura y sus pucheros de niña.

    — ¡No lo haré! —respondió Annabelle.

    — ¡Que sí! Lo harás, porqué sino te arrepentirás. —replicó Isabelle un poco molesta.

    — ¡Bueno, está bien! Tú ganas... pero no te acostumbres. —respondió Annabelle al estar cansada de tanta presión ocasionada por su hermana menor de trece años.

    — ¡Sí, Gané! Como siempre lo hago... hermanita nunca puedes conmigo ¡Ja! —dijo Isabelle, dejando atrás su cara de niña y sacando una mirada picara señalando la superioridad de manipulación que tiene.

    —Idiota. —susurro Annabelle.

    En ese momento llega Duke y las interrumpe haciendo gestos, y explicando la urgencia de la situación...

    —Perdóname Annabelle, me tengo que ir... tengo un aviso urgente. —dijo con la voz un poco ansiosa de escapar de su boca.

    —Duke, pero... ¿¡que va a pasar con el trato!? —Annabelle aumenta la voz al ver que Duke está cada vez más lejos.

    —No te preocupes, te llamaré. —respondió casi corriendo a su auto.

    — ¡DUKE! —gritó Annabelle. —pero Duke no escuchó por el sonido del auto al encenderlo.

    — ¡Vamos, sube rápido Max! ¿Qué haría sin ti? —dijo Duke colocando en marcha el auto (Modelo: Maserati Quattroporte plateado con franjas laterales azules color pintado en metálico) Duke, un gran amigo y protector de Joshua, está en camino de enredar más la situación o dar con la situación. Gracias al GPS en el dispositivo electrónico que posee Joshua en su bolsillo, Duke podría ubicarlo hasta en los desiertos más calurosos o en los bosques amazónicos más peligrosos y rescatarlo sin ninguna herida de gravedad.

    Duke arrancó dejando a las hermanas Maccerinni a un lado y huellas en el pavimento por el gran escándalo de derrape que hizo al salir con tanta prisa. Había pasado una temporada desde que ese botón de urgencia no se presionaba, Duke pensó que sería una tarea realmente muy fuerte y mantuvo en la mente pasar por el escondite que Joshua le había confiado, Nick no sabía que Duke también conocía acerca del escondite, donde está su cuello amarrado gracias a una soga, mientras que Duke no sabía que Nick estaba en esa situación. Por desconocer acerca de eso, se dirigiría hacia ese lugar primero a buscar algunas armas por si tenía que enfrentar algún peligro desconocido, no le bastaba con el poco armamento que cargaba dentro del auto.

    Tardaría mucho en llegar al escondite, pero como era cerca de donde estaba Joshua le quedaba de camino. Acercó su vista a su muñeca derecha y vio su reloj percatándose de que eran las once y cuarenta minutos de la noche; en su mente calculaba que el viaje sería de probablemente dos horas y media. Con el corazón en la mano y el pie fundido en el acelerador, hundió más el pedal por el bien de su protegido y de su propia vida.














    ----Capítulo X “Memorias del pasado”----


    Tantas cosas que pasan en el mundo, miles de autos contaminando el ambiente y muy pocos tratando de “salvarlos”; millones de acciones producidas por el ser humano, y todo esto tenía que pasarle a Sarah. Muchas veces se escucha por las calles que todo sucede por una razón; pero no es más que otro enroque de la satisfacción que se necesita cada día para que las cosas malas sucedan porque si, y las cosas buenas sucedan porque las hemos pagado momentos atrás. Una vida no paga la muerte de otra, y sólo a los psicópatas le satisface tal atrocidad. Si se colocan a leer más y empiezan a escuchar mucho más aún de lo que les gusta hablar, estarían colocando el primer paso firme para cambiar esta indiferencia hacia lo que no se entiende. Con el tiempo, podrían salir de ese caparazón simbólico y empezar a desplegar aquellas alas que los llevarán sin prisa, lejos de las cadenas que matan la conciencia de cualquiera, convirtiéndolos en algo que los haría arrepentirse por años.

    No es fácil, ni mucho menos imposible salir de ese encierro; es como ser diminuto y estar atrapado en un vaso vacío... Pero se puede intentar salir, y aunque las rodillas sangren todos los días, siempre habrá algo que te permita levantar la frente y ver hacia el camino de tus sueños, haciendo que toda esa sangre y lágrimas no solo valgan la pena, sino que esos líquidos hipotéticos llenarán el vaso donde podrás llegar a la cima y gritar que si se quiere, se lucha y al final todo en la vida se puede; con un grito de júbilo, celebrarán la salida de esa prisión.

    Para Joshua, los primeros años de su vida no fueron los más fáciles; tenía que llevar una vida diferente a los otros niños del vecindario que se la pasaban jugando en la calle, mientras que él no podía salir a su antojo. Esto, lo llevó a tener un amplio vocabulario a tan temprana edad y pensar de una manera en que un niño no lo haría, convirtiendo sus conversaciones en algo que no era tan infantil, pero gracias a su tío el cual lo acompañaba a los parques para que no sufriera mucho el estrés de una familia perteneciente a la mafia italiana. Porqué Joshua era lo suficientemente importante para ir desarrollando el potencial del futuro jefe de Montreal. Puesto por el cual más de uno mataría, ellos estaban en proceso de una nueva ley impuesta sobre esa familia, y como se aprobó por el consejo familiar, el peligro hacia Joshua era mucho mayor que antes.

    Tiempos atrás, hace veintidós años:

    Se abre la puerta principal de una casa enormemente hermosa, con jardines verdes y flores coloridas, donde entra un señor mayor trajeado impecablemente:

    — ¡Josh! Sobrino querido, ve a alistarte, hoy salimos al parque. —dijo Frank con son de orden.

    —Está bien tío, ¿hoy compraremos pan como el sábado pasado? Quiero volver a alimentar a las aves del parque. —respondió Joshua tímidamente y entusiasmado.

    —Si sobrino, este es tu día, podemos hacer lo que quieras. Sabes que eres como un hijo para mí. —dijo Frank, mientras se agachaba para ver directamente a Joshua a los ojos y preguntó—, ¿Te acuerdas de Duke?

    —Sí, tío. —respondió agitando la cabeza infantilmente en afirmación.

    —Él es cinco años menor que tú, pero cuando sean grandes, quiero que se protejan el uno con el otro.

    ¿Está bien? —dijo Frank revolviendo el cabello a Joshua y haciendo un poco de fuerza.

    — ¡Sí, Esta bien! —respondió Joshua irguiendo el cuerpo por el peso de aquella caricia de su tío. — ¿Sí, está bien qué? —dijo Frank alzando un poco la voz, tratando de marcar su jerarquía, — ¡¡Si, Señor!! —contestó Joshua, haciendo un saludo militar muy infantil.

    —Para la próxima que se te olvide, llevaras un coscorrón. ¿Entendido? —añadió Frank. — ¡Entendido! —afirmó Joshua.

    Frank lanzó un coscorrón a Joshua. —Te lo advertí. —dijo Frank y Joshua confundido gritó.

    — ¡¡Tío!! ¿Porque lo hiciste? —manifestó Joshua sobándose la cabeza.

    — ¿Cómo puedes ser tan olvidadizo muchacho? Cuando yo tenía tu edad me aprendí toda la tabla periódica y todo un libro completo de alguien que tú ni conoces. —contestó Frank con unas de las muchas hazañas de su vida.

    — ¿Y viste algún dinosaurio? —preguntó Josh muy esperanzado y con sus ojos grises resplandecientes.

    Frank lanzó otro coscorrón y mando a Joshua a bañarse para salir.

    — ¡No salgas hasta que estés completamente vestido! —dijo Frank—, ¡¿Qué edad cree que tengo?! Ese muchacho, a veces no sé qué hacer con él. Pero bueno, tengo que hacer algo para que se distraiga, porque si no perderá su niñez. —susurró Frank para él mismo.

    Al Joshua estar listo, Frank lo llevó al auto y fueron juntos hasta una panadería que estaba en toda la esquina, cerca de un parque muy grande con un árbol acogedor. Se bajaron a comprar pan y dejaron el auto para caminar hasta el parque. Mientras que caminaban bromeaban juntos y con las manos migaban el pan para ofrecerlo a las aves. Buscaron donde sentarse, probando tres bancos, pero prefirieron sentarse en las raíces de un gran árbol.

    — ¿Aún te acuerdas como darles de comer Josh? —preguntó Frank.

    —Creo que si tío, lo intentare. —respondió Joshua.

    —Está bien, inténtalo. —dijo Frank.

    Joshua tenía casi todo el pan en migajas, pero tenía unos trozos bastante grandes para ser migados. Agarró un pedazo grande de pan y cuando se postró el ave en busca de comida, Joshua lanzó con todas sus fuerzas el pan; pero la paloma al ser más ágil lo esquivó muy fácilmente y salió volando.

    Frank le da un coscorrón a Joshua y dice:

    — ¿Cuantas veces tengo que decirte que no se hace así? —preguntó Frank—, dar de comer a las aves se hace despacio, suavemente y con un puñado de migas, no con el pan completo. ¿Entendido? —replicó Frank.

    — ¡Ay, ay, ay! Duele mucho. Está bien, entendido ¡señor! —contestó Joshua sobándose la cabeza nuevamente.

    —Así me gusta. —respondió Frank con una carcajada de viejo, y luego se tapa la boca para toser.

    Siguieron dando de comer a las aves durante una hora hasta que acabase con las migas. Como era de mañana, tenían mucho tiempo para relajarse y conversar, comer dulces y jugar juntos. Pero no solo estaba su tío en el parque, siempre pasaban personas que hacían ejercicio y los que paseaban con sus hijos... Había una niña escondida en los arbustos, la cual estaba embelesada observando el gran árbol y a las dos personas que estaban ahí, debe haberse perdido. Aunque nadie sabía que estaba ahí, a lo lejos se escuchan unos gritos y Frank voltea, observa a un señor no tan mayor, de unos cuarenta y nueve años (Llevaba una camisa gris con una chaqueta de piel sintética y jeans azules), Llamando a una niña.

    El señor gritaba con las manos posadas alrededor de su boca y siempre al mismo nombre:

    — ¡Sarah! ¿Dónde Estás? —Como no respondía, siguió llamando— ¡¡Sarah!! Sal de donde estés. —Se escuchó este gritó, con un poco de desesperación.

    Mediante gritaba, se iba moviendo por el parque tratando de encontrarla. Frank estaba en el árbol enorme con Joshua, y el señor pasó muy cerca pero sin molestarlos. Como Frank entendía la preocupación de ese señor quiso ayudarlo y se acercó a él un poco angustiado.

    —Señor, si gusta puedo ayudarlo a buscar a su hija. —dijo Frank.

    —Sería de gran ayuda, mi nombre es Robert mucho gusto... ¿Su nombre es? —preguntó Robert, muy educadamente.

    —Soy Frank, un placer... y dígame ¿a quién buscamos? —contestó Frank, mirándolo fijamente.

    —Cierto, se llama Sarah y no es mi hija, es mi nieta y creo que me quede dormido mientras ella jugaba sola; cuando desperté no estaba y desde entonces llevo más o menos quince minutos buscándola. —dijo Robert—, Ella tiene apenas seis años, cabello rojo, piel blanca y unos ojos inconfundibles. —describió lo más reconocible posible.

    —Entendido, vamos en su búsqueda. Nos separamos y así abarcamos más territorio. —sugirió Frank, para hacer la búsqueda más rápida.

    —Me parece grandioso, bueno ¿Qué esperamos? adelante. —Al finalizar estas palabras, salieron en búsqueda de Sarah, una niña muy hermosa de cabellera roja ¿Cómo podría ser difícil esta búsqueda? Si el cabello rojo delataría su posición.

    Robert salió a la búsqueda, mientras que Frank se quedó un momento para decirle a Joshua que esperara en ese lugar un rato, y siguiera alimentando a las aves mientras el buscaba a la niña perdida. Frank emprendió la búsqueda y buscó otro lugar donde pudiera estar, omitiendo un gran arbusto verde donde se escondía Sarah de todo el mundo, a pesar de estar muy cerca de ellos.

    Minutos antes de que se escapara Sarah, todo estaba tranquilo. Ella se encontraba jugando con unas hojas de un color verde intenso y pensaba que le quedarían bien en el cabello; así que se colocó una, como si se tratase de una rosa. Muchas mujeres se sienten hermosas al llevar una rosa en el cabello; no obstante, Sarah se sentía aún más hermosa con solo tener una hoja, una simple hoja que cayó de un árbol. Se sentía tan feliz que volteo a enseñarle a su abuelo Robert; y lo que ella menos pensaba sucedió al ver a su abuelo apuntando con la cámara para atrapar ese momento mágico.

    No hay día que su abuelo no recuerde la cara de felicidad que tenía Sarah. Luego de tanto sufrir, ella aún podía sonreír y de la manera más tierna posible. Su cara de tez blanca, sus mejillas rosadas y algunas pecas que parecían pintadas con pincel (de la perfección que poseían). Luego de tomar la foto, Sarah siguió jugando mucho más... Robert tuvo que trabajar horas extras en el trabajo y no pudo dormir mucho, así que de un momento a otro quedó rendido en el banco donde se encontraban.

    Sarah curiosa de la vida, con seis años y su inocencia, alzó la cabeza y vio un pequeño animal de cola peluda con una nuez en las manitas y con la boca tratando de abrirla. Su primera reacción al verla, fue correr hacia ella y tratar de agarrarla, pensaba que era muy tierna y quería abrazarla fuertemente. Sarah en el camino de agarrar al pequeño animal se perdió, pero continuó buscándolo y vio cómo se subía a un gran árbol.

    Ella no sabía trepar arboles así que ideó un plan maestro (según en sus pensamientos, era un plan “Maestro”, pero hay que darle mérito por el gran plan que pensó). Esperaría escondida en unos arbustos para que el animal no observara amenazas y bajara de su escondite, mientras ella se mantendría quieta para poder salir corriendo buscando un abrazo lleno de ternura.

    Mientras Frank y Robert buscaban a Sarah, ella estaba muy tranquila acostada boca arriba dentro de los arbustos que se encontraban muy cerca de donde ellos se detuvieron para hablar. En ese momento Joshua estaba fastidiado sentado dando de comer a las aves solo, pero de imprevisto escucho algo que venía de unos arbustos. Su naturaleza curiosa lo empujó más allá para investigar qué era aquello escondido detrás de esa incógnita verde y esponjosa tambaleándose por la fuerza de la brisa que tenía lugar ese día.

    Sarah no se distraía ni un minuto para capturar al animal que sus alimentos recogía, sus pequeños ojos se hicieron un poco más grandes al ver como salía el pequeño y peludo animal del árbol, bajando lentamente. Mientras que el animal se ubica bajo el gran árbol, posándose en sus dos pequeñas patas observando todo el lugar buscando alguna amenaza,

    Sarah se preparaba para dar un salto de los arbustos y correr a cogerla; lo que ella no había planeado era lo más inesperado de su vida, Joshua se decidió y fue corriendo a los arbustos.

    Muchas veces cuando se presentan competiciones en base a sincronización, a las mismas les hacen falta una tan perfecta como la que ocurriría en ese lugar. Joshua con apresuro fue a investigar y Sarah distraída realizó un gran salto que asombró a Joshua y cayeron juntos en la grama sin hacerse daños grave.

    Joshua abrió los ojos y vio que tenía cabello rojizo por todos lados, y estos no lo dejaban respirar; Sarah se reincorporó fácilmente, pero solo alzó la cabeza. El choque de esa mirada inopinada desataría una aparente aceleración en el corazón de ambos, quizá no era por el color de sus ojos (destacando que eran realmente hermosos), sino la forma en que la vergüenza provocada por esa situación imprevista por aquellos cuyas miradas besaban su alma sin siquiera saber que es un beso de amor, lo que conlleva y su significado emocional.

    Apenados, con movimientos bruscos, los dos pudieron separarse. Se podría comparar sus caras con cosas rojas como tomates, porque por primera vez sentían tales cosas en sus pequeñas e infantiles mentes. ¿Quién dice que el amor infantil no tiene lugar en esta vida? Nada es imposible, pero para que todo sea posible, hay que escoger el camino con más piedras que tropezar; porqué de los errores se aprende y de los consejos también. Aunque no todos tengan la misma suerte o capacidades tanto intelectuales como físicas que poseen los demás, siempre se puede ser lo que se quiere y para mejorar hay que tener en la mente el esfuerzo con su debida perseverancia.

    Joshua estaba sentado a espaldas de Sarah con la mano derecha tocando la parte trasera de su cabeza e inclinándola por el rubor que sentía, entretanto Sarah, se encontraba sentada con las manos detrás de su espalda apoyándolas en la grama mirando hacia el cielo con las mejillas tan rojizas como su hermosa cabellera y a la vez jugaba con sus pies.

    Joshua ve que la situación es bastante incomoda, y al pasar tres minutos de completo silencio, se decide en voltear y tratar de sacarle algunas palabras de la boca de Sarah.

    —Te llamas Sarah ¿no? —dijo Joshua, sospechando de la niña perdida.

    — ¿¡Cómo sabes mi nombre!? —Sarah soltó un grito muy agudo— Espera, ¡Yo no soy Sarah! —dijo ella, tratando de confundirlo.

    —Pero si acabas de decir que era tu nombre ¿Cómo piensas que caeré en tu trampa de mujer niña? —contestó Joshua, buscó su mirada y dijo.— ¡Nunca te diré como te reconocí! —sacando la lengua en forma de burla.

    — ¡Dime! ¿Nunca te he dicho mi nombre? —dijo Sarah un poco asustada, y a punto de romper en llanto, pero solo salió una lagrima a saludar.

    Joshua quería hacerse de rogar, pero aquella mirada tan desolada y aquella lágrima que abrazaba la cara de Sarah no eran demasiado bueno para su conciencia. Se detuvo un minuto a pensar a ver si su boca estaba de acuerdo en decirle la verdad, por más tonta que sea la misma, en total fueron diez veces que pasó la situación por su mente, nueve veces en negarlo todo, pero la única vez que acertó con decirle la verdad fue la ganadora; porque su mente no se sostenía en que ganara la mayoría, sino realmente en quien tuviera la razón en el asunto.

    Él, a su manera le contó lo que había pasado minutos antes de encontrársela bruscamente y le dijo a Sarah «Si no te das prisa, tu abuelo se irá sin ti», terminando con ese clásico final para asustar un poco a esa niña que poco conocía.

    Sarah se levantó y le exigió a Joshua que la acompañara a buscar a su protector (como ella le dice a su abuelo). Joshua a lo lejos de ponerle restricción a su petición, aceptó muy amablemente y empezaron la búsqueda del abuelo de Sarah. Estos niños salieron del parque caminando por la acera que rodeaba el parque, una enorme y rectangular área llena de árboles, flores, pequeños animales, caminos para las bicicletas... resumiendo, un frondoso y hermoso lugar verde pintoresco para permanecer adormecido de sentidos.

    Entretanto Frank, Robert, Sarah y Joshua estaban ocupados buscándose entre sí por parejas. En un lugar a las afueras de la ciudad se estaba llevando a cabo una reunión, dentro de una bodega, alrededor de una mesa hexagonal, donde en cada punta iba sentado uno de los seis jefes pertenecientes del gran espectáculo de las mafias Montreal. Se escucha el sonido de un puño furioso marcando orden.

    — ¡¡Hay cosas más importantes en la mesa para resolver, que estar hablando sobre mi sucesor!! caballeros últimamente he observado el problema que tenemos con los drogadictos que se creen distribuidores, o aquellos que intentan vender armas escondidos cerca de las calles 43, 95 y la 17 y no han hecho nada para evitarlo, o detenerlos. —expresó con autoridad el valeroso sexto y mandatario de los otros cinco, poseyendo un nombre que causaba temor a donde se pronunciaba, aquellos que lo escuchaban temblaban de miedo y se arrodillaban pidiendo perdón sin haber hecho daño.

    —Señor, disculpe mi intromisión, ¿pero no se convocó esta reunión para hablar acerca de lo que se podía hacer o no en una guerra de sucesores? —dijo el segundo escondiendo el cuello con los hombros, siendo este uno de los jefes nuevos y apenas estaba aprendiendo a ser uno.

    —Estoy de acuerdo con la nena del grupo —respondió el cuarto a favor del segundo. Se tiene que destacar que este jefe, es una mujer un tanto varonil pero con la belleza de siete mujeres en sus mejores épocas.

    Mientras el quinto trata de levantarse, el primero se ríe de su incapacidad debido a su vejez. Cuando los fieles subordinados terminan de ayudar al quinto, estos apuntan con sus armas hacia el primero, pero el quinto no deja que le disparen al primero bajándoles las armas a sus subordinados y susurrándoles algo al oído.

    —Sexto, con el debido respeto le hago una aclaración. —dijo educadamente el quinto y siguió hablando. —Nuestra familia se hizo cargo de esas tareas ayer por la tarde, aquí le tengo los informes y las fotos. —Con su mano derecha hizo un gesto para que Tony (subordinado más fiel del quinto), le acercara los papeles al sexto, y pasados unos minutos siguió hablando el quinto. —Aclarando la situación a este punto, ¿podemos dar lugar a lo que hemos venido todos? —exigió con una moderación de voz intelectual.

    — ¿Sufrieron lo suficiente? —preguntó el tercero con una sonrisa inquietante.

    — ¿Por qué no lo ves por ti mismo? —respondió el quinto acercándole una videocámara con el recuerdo grabado de aquellos que sufrieron por no acatar órdenes.

    Por un momento la habitación parecía un congelador donde se guarda la carne, pero con la diferencia de que todos estaban callados y sonaba en la videocámara los gritos tan feroces por parte de los desobedientes.

    — ¡¡No!! ¡Para por favor, no me hagas daño! ¡¡NOO!! —Es lo que se escuchaba en la grabadora, aparte de los chirridos que ocasionaba su voz por cada parte de su cuerpo rasgada y desmembrada.

    En total fueron más de diez videos, a veces con grupos de tres personas o solitarios. Pero cuando estaban en grupos, estos tendían a gritar más fuerte o a temer más, tan solo pensar en que alguien está sintiendo lo mismo que otro los desespera y más si son sus amigos.

    —Que divertido, quisiera ir la próxima vez. ¿Crees que hay lugar para mí, quinto? —dijo el tercero con un brillo muy espeluznante en los ojos.

    —Creo que si se puede arreglar eso, pero tendrás que llevar tus propios hombres. —contestó el quinto sin mucho apresuro. Le parecía repulsivo el tercero y sus ganas de ver muerte en todo lugar.

    — ¿Pueden parar este espectáculo tan ridículo? No tengo mucho tiempo que perder con idioteces de maricones, ¿vamos a comenzar con la discusión o me largo? —dijo el cuarto exasperado.

    —Ahora comenzará el tema principal de esta velada señores, ya saben las reglas. —dijo el juez de la mesa, que decide arbitrariamente sobre todo lo marcado, no había otro como él, tan leal a la mesa.

    Se abren las puertas llenando de luz la habitación que carecía de la misma, pasa un hombre enorme y con músculos más grandes que su propia cabeza, cuando va caminando acercándose a la mesa, reconoce que es suficiente y se detiene. Detrás de él, sale un hombre un flacuchento con unos papeles donde se especificaba la situación del tema que iba a comenzar a ser discutido; se los entrega al juez y luego se va con el grandullón fuera de la habitación.

    El juez comienza una breve charla, se levanta y empieza a repartir los documentos a cada uno de los señores de la mafia, cada documento era especial, porque tenían información que necesitarían para la prueba que se llevaría a cabo al finalizar la reunión.

    Todos se mantienen callados mientras el juez termina de repartir, viéndose las caras con una expresión de odio, nadie se llevaba bien en ese lugar, todo era odio hacia los demás, a menos que se trataran de aprovechar de un señor estos se mantenían con la expresión de la indiferencia, repeliendo todo efecto malicioso de los pensamientos que se mantenían guardados en esa caja de recuerdos que se llama pensamientos.

    El juez tomo asiento y dijo: «Pueden abrir los sobres que tienen a su alcance», todos abrieron los sobres excepto el sexto, y aunque el juez se haya dado cuenta de que era una protesta, lo vio como un reproche de niño que no quería obedecer a su madre cuando le exige que vaya a dormir temprano; y aunque no lo abriera, el sexto tenía que permanecer con el sobre, porque de no hacerlo este estaría ignorando las ventajas que le da esa información con respecto al pequeño juego que está destinado para elegir al nuevo sucesor, y a pesar de que el tiempo en que este culmine es incierto; ya que pueden ser días o décadas en los que alguno de sus predecesores tome el mando, ya se dio comienzo con las reglas acerca de lo que llamarían un juego por el mandato de la mafia en esa zona.

    —Aunque no abran los sobres, les informaré que seguirán en la misma situación, ya saben a lo que me refiero. —dijo el juez y continuó hablando. —Como pueden ver, tenían mucho tiempo sin reunirse, la mayoría de las veces por los problemas del sexto. —Mientras que con sus manos hacía los símbolos de comillas, queriendo destacar las faltas que ha tenido y dándoles a saber que prácticamente mentía sobre su situación, alargando el tiempo. —Si hubiera pasado más tiempo, tendríamos que tomar una decisión y expulsar al sexto. Pero tuvo buena suerte en venir, ya que solo quedaba un día para tomar esa decisión, como juez debo ser justo y no sería justo si no les comparto mi opinión acerca de esto. —dijo esto, y poco después el sexto levantándose de su silla, postró sus manos al escritorio que tenía en frente de él, y marcó un impresionante estruendo, era una bestia cuando se trataba de fuerza, o eso pensaba él; sonido por el cual a más de uno alertó, aturdiendo al quinto y logrando que todos los guardaespaldas de aquellos grandes señores (no por su estatura, sino por su poder), sacaran sus armas y teniendo por objetivo al sexto. Se pudo escuchar a más de uno maldecir el nombre del quinto, y este eufórico dijo: — ¡Aquí el jefe soy yo! Un maldito consejo o juez no va a validar algo que no consienta, y mientras siga respirando nadie se moverá sin yo saberlo ¡Malditos bastardos!— Cuando terminó de hablar, sacó un arma un tanto extravagante enteramente de oro con detalles de diamantes, apuntó al juez y con su dedo realizó siete disparos, el primero rozó la yugular y las demás acertaron en la cabeza y en su corazón. Luego de eso, todos los de la habitación guardaban silencio, solo quedaba el retumbo de los oídos por los disparos, aunque por la costumbre de esas situaciones no era muy grave para todos los presentes.

    Fue entonces cuando el sexto se volvió loco, tenía una mirada perdida, que buscaba algo que él nunca podría obtener, y empezó a gritarles a todos: — ¡Ustedes no sirven para nada! Son unas gallinas, tanto que hablan de asesinatos y de cómo se violaron a aquella familia, cómo los desmembraban, pedazo a pedazo, sin matarlos, haciendo todo tan lento y doloroso.— Como hablaba mucho, y no tenía tiempo de respirar el sexto se detuvo a inhalar un poco de aire y continuó. —Ustedes no tienen derecho a lo que tienen ¡Yo los creé! No pueden morder la mano quien les dio de comer por tanto tiempo, ¿y van a querer elegir a mi sucesor?— Desesperado, amargado y con la sangre hirviendo continuó expresando la superioridad que él creía tener sobre ellos. — ¿Qué se creen que son ustedes? ¡Yo soy su dueño! No, soy mucho más ¡Soy su dios! Y ustedes son mis putos títeres, que muevo a mi voluntad; nunca podrán con el peso que ejerzo sobre ustedes y nada ni nadie podrá impedirlo. —Luego de decir estas palabras, todos tenían ganas de matarlo, y aunque el discurso que tenía planeado la mente del sexto era mucho más largo, todos querían cortándole la lengua y colocándosela en su trasero, como hicieron con varios cabos sueltos.

    El sexto seguía gritando, y en la habitación solo se podían notar dos cosas, la primera era su voz al chocar con las paredes, y la segunda eran las venas que mantenían un grado creciente en su cuello a causa de tantos gritos y esfuerzos de voz. Él pensaba que tenía a todos contra la pared y confiado no llevó guardaespaldas, no confiaba en nadie más que en él y por castigo divino, sería el peor de sus errores, uno de los que no podría arrepentirse. La puerta rechinó una vez más, y de esta salió un hombre con una chaqueta que le llegaba a los pies color negro, ojos destellantes, fornido, junto con un traje negro y una corbata carmesí; parecía que las sombras eran sus amigas, pero decidió salir a la luz y dominarlas como hizo con la oscuridad. Nadie se dio de cuenta que un intruso había entrado en la habitación; este se dirigió lentamente hacia el sexto que aún seguía con su gran sermón de dominación. – ¡Todos aquí son una porquería! Deberían aprender de mí, soy el hombre perfecto, no llevo ningún defecto marcado en mí, ninguna cicatriz de alguna lucha en mí hermoso cuerpo, y he batallado cientos de miles de ellas. —gritaba el sexto expresándose con un gran ego, el cual no duraría para toda la vida, porque su vida ya no le pertenecía.

    Se le apareció un hombre alto a sus espaldas, y aunque fuera obvia su presencia, nadie lo notó, ya que estaban ocupados odiando cada vez más al sexto, que por ley de su organización no podrían matarlo así tan sencillo, Esta ley establecía, “Aquel que agravara a muerte a un perteneciente de esta mafia sería sancionado, siendo este un perteneciente de la misma categoría”. Mientras que la única forma de obtener su poder, es ser de una categoría menor y retarlo a un duelo donde sólo se permitía una navaja o las manos desnudas, o no ser perteneciente de ninguna de las mafias y matar al líder con presencia de testigos cortando su lengua, degollándolo y tallar su apellido en la frente del decapitado. Todos asombrados por la manera en que su estatura se distinguía de la del sexto (El sexto era un gordo no muy alto, pero con gran fuerza comparándolo con cualquiera), sobrepasándolo por una gran porción de tamaño. El quinto alzó la voz e interrumpió al sexto diciendo: —Creo que tu destino llegó a su fin. —Soltó una carcajada y terminó burlándose. —Querido sexto, nos vemos en el infierno, si es que ahí pueden aceptar tu avaricia por el poder. —Al terminar estas palabras, el sexto quedó desconcertado y pensó que el quinto se estaba volviendo loco por algo que no iba a pasar así tan fácil. — ¿Tú, te opones a mí? Tú quien más me necesitó. Eres una escoria más, pedazo de vejestorio. —dijo incrédulo de la palabra del quinto. Cuando el quinto iba a responder, el sujeto de negro saca una navaja de su bolsillo dentro de la chaqueta y destella por el filo que esta poseía. En ese entonces, de un momento a otro, el tercero le dice al quinto: —Da la vuelta pedazo de imbécil.

    Provocando que el sexto tratara de girar sobre su propio eje, pero como el sujeto alto estaba detrás de él, y muy cerca, no pudo. El hombre de los ojos destellantes al ver que el sexto se iba a voltear, lo agarra por el cuello con una mano y lo alzó; mientras que con su mano izquierda que tenía libre, conservaba su navaja.

    En una mano tenía la navaja y en otra al sexto. Presuntamente, proclamado por él mismo, un dios quien nadie podría lastimar, porque las palabras no valen nada cuando las acciones demuestran lo contrario. El sexto se trataba de liberar de la mano del gran hombre, pero no podía; con sus dos manos tiraba de los dedos de la mano derecha y nada que podía apartar la mano del desconocido que parecía que cada vez más se encarnaba a su cuello. Fue entonces cuando decidió pegarle patadas y golpearlo al cuerpo; pero este no se inmutaba por esos golpes tan débiles, los cuales no se comparaban con los que recibió en miles de encuentros, donde el hombre misterioso guardaba cientos de cicatrices alrededor de su cuerpo, pero ninguna en su cara. El hombre de la corbata carmesí colocó su cuchillo en la boca y lo mordió para que no se cayera; acto seguido agarró al sexto con ambas manos y así pudo sostenerlo con la mano izquierda metiéndole la mano en la boca, agarrándolo como si estuviera exponiendo un pez que haya capturado momentos antes; manteniéndolo en el aire sin que pudiera colocar los pies en el suelo mientras que el sexto decía entre arcadas —Suel-ta-me, mal-dito.

    Cuando estuvo cómodo el gran hombre de la gran fuerza que no aparentaba, agarró su cuchillo con la mano derecha y lentamente empezó a cortar el cuello del sexto; si se le preguntase a cualquiera de la habitación acerca de lo que sintieron cuando presenciaron esa escena única en la vida en primer plano, todos te dirán lo mismo “Fue horrible”. Aunque todos tengan mentes retorcidas, y todos quieran tomar el mando de la mafia de Montreal, solo una persona decidida, sin escrúpulos, justa, desalmada y con corazón podría tomar al toro por los cuernos, y este no era uno de esos pequeños y molestos toros, sino una manada de toros eufóricos y con ganas de ver sangre en cada pared de la ciudad. Lo que ellos menos imaginaban, pasó; alguien que solo habían observado por unos escasos minutos les había dado tanto pavor que hasta sus rodillas empezaron a temblar. Unos guardaespaldas guardaron sus armas mientras que otros las tiraban por miedo, los chillidos del sexto se oían por toda la habitación, pero no eran iguales a los gritos del sexto sin corazón que estaba lanzando al vacío cuando sermoneaba a todos; porque si se va al caso, nadie lo estaba tomando en serio y pronto le cortarían la lengua para que se callara, no le tenían respeto al jefe, ya que este era más palabras que movimientos, y si se resbalaba lo esperaría toda una bajada llena de púas que desgarrarían su cuerpo.

    De un momento a otro, los ojos vacíos quedaron y el cuarto de sonidos carecía. El hombre alto, sabia de las leyes, parece que estaba esperando el momento adecuado para atacar y eligió el correcto. Cuando terminó de cortar la cabeza, el cuerpo cayó al suelo y metió su mano no por la boca, sino por la parte que cortó; sosteniendo la lengua con sus dedos la arranca de una sola jalada, alzó su mano derecha para que todos vieran la lengua y la guardó en su bolsillo frontal de la chaqueta, quizá para enmarcarla como trofeo, algo que haría el día siguiente; colocó la navaja en la mesa y sacó una más pequeña, que serviría para grabar su nombre en la frente del sexto.

    Todos excepto el quinto y el tercero quedaron atónitos al ver tales imágenes y sonidos que sus mentes nunca olvidarían jamás. El hombre desconocido, el hombre de la corbata carmesí, el hombre que dominaría la mesa en una sola noche; estaba ahí, con su pequeña navaja tallando su apellido en la cabeza del sexto, letra por letra, observando su mirada desalmada, y al terminar dijo:

    —Un hombre vale por las memorias de sus luchas, por eso tengo estas cicatrices en todo mi cuerpo, pero, nadie ha podido tocarme la cara. Y el que lo haga, lo mataré como nunca a nadie, en consideración por sus actos. —Luego observó la sala y se dio cuenta de una escultura en medio de la mesa, que tenía muchos picos filosos y como su objetivo lo pensó rápidamente y tiró la cabeza del sexto al aire apuntando directamente a la púa sobresaliente, la cual se encontraba en el medio de todas y de todos. Cayó la cabeza atravesando la parte trasera del cráneo y la punta de la púa salió por el ojo derecho, y en marcas de sangre se podía notar un apellido, el tercero muy curioso e interesado por el que sería su nuevo jefe, se levantó y se acercó a la cabeza del sexto. — ¡Bienvenido Di Rosso! Serás un buen líder, personalmente, te serviré hasta mi último suspiro de vida. —dijo el tercero con gran entusiasmo y haciendo una leve reverencia, que duraría un tiempo prolongado, donde todos se fueron uniendo hasta que aceptaron a su nuevo líder, realizando un saludo de respeto.

    —Espero que estén preparados para lo que tengo planeado en sus vidas, y aunque querrán arrepentirse, no podrán. Porque terminaran como este bastardo. —dijo Di Rosso, señalando el cadáver del sexto. — ¡Ahora limpien esta basura!












    ----Capitulo XI “Un muerto entre las estrellas”----


    Cuando se combina la desesperación de lo incierto con un automóvil de potencia superior, se obtiene el estruendo de una bestia rasgando las calles a toda prisa, sin importar consecuencias. Duke no debía por ningún motivo o razón, omitiendo todo, hasta los pensamientos más insanos que han de pasar por la mente; todo esto únicamente para lograr una tarea... El objetivo de su vida, pero mientras más kilómetros recorrían, los llamados de emergencia se acumulaban cada cierto minuto. Joshua no provocaba esto, pero Jazmín en su afán de tocar completamente el cuerpo de Joshua, una, otra y otra vez, presionaba cada dos por tres el interruptor sin saber de su existencia. Duke mantenía mucha preocupación dentro de él, e intentaba realizar una llamada al celular de Joshua; algo que claramente debió hacer desde el principio, pero dadas sus experiencias en situaciones similares, le daba a entender o a reconocer que en esos momentos Joshua nunca respondería. Intento disipar sus dudas y centrarse, cogió su teléfono con la mano izquierda y presionó en los números del marcado rápido y llamó… Pasaba cada segundo como gotas en el fregadero, y el sonido era intenso, como en esos momentos de decisiones críticas; pasaron treinta segundos una vez más, la séptima vez que marcaba y no contestaba el teléfono. Lo peor es que seguía funcional el teléfono, pero no sabía si Joshua también estaba completamente funcional.

    Su preocupación y angustia subieron a un límite que rara vez conseguía, ocasionando que Duke se dirigiera directamente a donde estaba su preciado primo; obviando la parada en el refugio que había programado momentos antes. Revisó el GPS, le faltaba menos de diez minutos para llegar, trató de pisar más a fondo el pedal, pero no pudo, el automóvil ya estaba en su límite. Éste cruzaba las calles como si no hubiera mañana, gracias a que antes de entrar a la ciudad encendió un dispositivo inhibidor de radares y cámaras de tránsito; pasando como un fantasma por las calles, a pesar de aquel ruido del motor de su coche expandiéndose por su camino, y la velocidad que obtenía en esa carretera, hacía verlo cómo un coche bestial.

    Duke, junto a su perro Max les faltaba poco para su gran llegada; mientras que Joshua, Sarah y Jazmín se encontraban en la disputa por quién protagonizaría la escena. Una familia de la cual no tenían nada en relación, permanecían a la luz de la luna con un telescopio a la mitad del parque sobre una pequeña colina rodeada por árboles. Se podía apreciar un cartel donde colocaba “Área astronómica” presuntamente para aquellas personas cuyo pasatiempo o vida, dependiera estar observando de un telescopio hacia el espacio exterior, hermoso y misterioso; últimamente, como pocas personas.

    Era una noche pacifica para aquellos que rodeaban la zona pública, espiando a las estrellas. Aunque sólo se encontraba una familia, un tanto peculiar, bueno... ¿Qué familia no lo es? Marido y mujer desde hace más de diecinueve años, se conocieron a los dieciocho y su relación no tuvo lugar hasta que llegaron a los veinte. Por años trataron de concebir un bebe, pero por problemas de fertilidad no podían; costearse el lujo de la inseminación artificial era imposible en su situación económica, así fue como decidieron adoptar a un recién nacido, llenando de alegría ese hogar que por mucho tiempo sentían vacío. Sin embargo, al paso de unos años después, quizá cinco o seis, luego de dos botellas de vino y un trago de escocés, Felicia, la esposa de Naldo, quedó embarazada de una niña a quien llamarían Esthella. En esa noche fría, ella tenía nueve primaveras y Mathias quince inviernos; la felicidad desbordaba por las cañerías de la casa, Mathias nunca vio a sus padres tan felices hasta que llegó su hermana, no sabía por qué cuándo la niña nació, solía sentir algo raro dentro de sí, algo que eran celos, una palabra que él aún no conocía, pero él nunca lo reconocería; por supuesto que sus padres seguían amándolo, no con la misma atención de antes pero con la intensidad de siempre.

    Mathias empezó a descarriar su sentido de vida, mientras sus padres velaban por la seguridad de ambos, él sólo sentía que la cuidaban a ella. Por años sostuvo el peso de ese sentimiento amargo dentro de sus dientes cerrados con furia y la soledad que reflejaban sus pasos; pero lo que sus padres menos imaginaban, era la terrible afición por la pornografía que iba a tener su hijo. Como le faltaba el amor, él encontraría otra manera de compensar lo que ya no tenía y aunque estuviera muy agradecido por todo, seguiría haciendo las cosas que hacía, sólo por satisfacer ese sentimiento perturbador e insaciable.

    Nadie sabía de donde había obtenido ese vicio, pero como todos los vicios pueden transferirse, se imaginarían que fue alguno de sus compañeros de clases; ciertamente, eso fue lo que pasó. Un día llegó uno sus amigos, perteneciente al grupo habitual de ociosos con un teléfono nuevo. Los padres de este amigo, no tenían tiempo para él y le regalaban lo que él quería; ya que sentían la culpabilidad de dejarlo siempre solo y sin el amor de una familia totalmente complementada. Tener un teléfono cuando se es muy pequeño, debería ser un delito a la mente y a la imaginación. Ya que su curiosidad buscaría maneras de entretenerse, y el tema más eufórico de esos tiempos, era el sexo. Aunque aún sigue siéndolo, sólo que más sádico y perverso, muchas veces sin amor y otras veces cuando la persona que ama es sólo una. Su imaginación degradaría constantemente, su mente no la necesitaría más… bueno, si se tratase de una fantasía erótica acompañado de una mujer con un cuerpo de ensueño, su mente podría ir a la luna, darle tres o veinte vueltas y volver cuando él quisiera. Su vida ya no sería igual, apartaría los juegos infantiles y descuidaría los estudios únicamente por saciar sus inquietantes ganas de vivir el desesperado, cariñoso, especial y sobrevalorado encuentro donde dos cuerpos incineran la habitación con el frotar de sus almas, dejando cenizas en las sabanas y apaciguando el frío en un abrazo. Mathias deseaba el momento de impregnar el cuerpo desnudo de una mujer con su olor juvenil, sólo debía imaginar miles de veces cómo sería y encontrar alguna ingenua para realizar su cometido.

    Naldo, el orgulloso portador de dos telescopios profesionales, estaba entusiasmado como cada sábado a eso de las once de la noche —justo cuando las estrellas empiezan a rasgar el espacio visual de la hermosura— él llevaba a su familia a entretenerse con un pasatiempo que le había heredado su tío abuelo, quién le obsequio su primer telescopio cuando sólo tenía trece años; algo que marcó su infancia y sus gustos por la astronomía. Felicia, su mujer, encantada porque su esposo no salió como la fábrica de hombres suele hacerlos, arrogantes o imbéciles; aunque ellos no se hacen solos, hay un camino muy extenso para que los hombres sean como son, cómo le decía su padrino: “Cada quien es producto de sus decisiones.” Y ella con ese consejo en su mente, evaluó a Naldo varios meses, acostumbrándose a él, a sus metas y juntos formaron nuevos sueños que perdurarían toda su existencia y donde hayan dejado una huella imprenta.

    La noche se tornaba muy helada, podría notarse por el enrojecimiento de las mejillas de Esthella y Felicia; la respiración como humo de cigarrillo en la boca de todos, pero menos dañino que la nicotina que fumaba Mathias de vez en cuando, alejado de la atención de sus padres, aunque no le costaba mucho deshacerse de tales atenciones ya que eran más nulas que valores en la realidad de políticos corruptos. Esthella temblaba de frío mientras que su madre la abrazaba para generar calor entre ambas, mientras que Naldo no tenía nada de eso en mente, como dicen por la calle: “Ojos que no ven, corazón que no siente.” Su pasión por la vida que estaba más allá de su propia vista, era tan aferrada a su alma que podía asegurarse que si no fuera humano, hubiera sido una estrella fugaz, algún meteoro o supernova en vidas pasadas; él se sentía entrelazado con el espacio, como si fuera uno más ahí, con ellos.

    Naldo le enseñaba a su hijo algunas constelaciones preciosas de las cuales su abuelo le enseñó con tanta delicadeza; pero su hijo no estaba interesado en ver esas “estupideces”, como decía él. A su padre le partía el corazón oírlo cada vez, porque era muy constante ese tipo de vocablo en su lengua; Mathias lo veía todo imperfecto, lo que él menos sabía, era que nadie ni nada lo es y a la vez todos son perfectos a su manera. Él aprovechaba esos momentos para ver el símbolo pasional escondido de las parejas o de las que no lo eran, pero aun así tenían su amartelamiento escondido detrás de las paredes, pero tales actos no podían ser escondidos por aquellos cristales de ventanas anchas; hermosos, no hay que dudarlo, sin embargo la confianza de las alturas hacía qué olvidaran la existencia de esa persona quien los vigilaba de vez en cuando, y no necesariamente dios, sino esa clase de persona que se dedican a espiar como pasatiempo y de forma obsesiva. Mientras que Naldo buscaba en el espacio algo que sentía perdido, creyendo que algún día lo encontraría ahí; en ese preciso momento, su hijo buscaba una oportunidad para redirigir el telescopio hacia un lugar propenso de alguna actividad sexual, Esthella alzó la vista y con sus brillantes ojos observó una estrella fugaz que la hizo gritar de la emoción: «¡¡Mira papi, mira!! Es hermosa.», causando gran distracción en su padre; mientras que él sin demora, llamó a su esposa para que fuera testigo de esa maravillosa creación del universo.

    Mathias se negó a desaprovechar ese momento, y fue buscando ventana por ventana aquellos actos de sadismo o algo enternecedor, conformaría con lo más mínimo; antes había observado amas de llaves realizando actos de lujuria o algún gordo velludo con un traje totalmente de látex de color negro siendo azotado para calmar sus fetiches. Pero ante todo lo que se podía imaginar, nunca pudo planificar la expresión de su cara y el terror que sentiría después de ver detrás de la ventana de un apartamento color arcilla en el tercer piso; cuando, de pronto vio el cadáver perteneciente a un hombre de mediana edad con una soga atada al cuello, su mente aún no lo comprendía, quedó mudo con el cuerpo paralizado; como estaba en una posición carente de equilibrio, se cayó hacía atrás con una cara horrorizada, y aunque la caída no fue suficiente, se arrastró en dirección contraria al telescopio sintiendo temor, temblando y sudando frío.

    Su familia se alarmó por la reacción de Mathias, su madre lo abrazó meciéndolo al mismo tiempo preguntándole lo que pasaba y qué rayos había visto detrás del telescopio, Felicia se consternó por la manera en que se comportaba su querido hijo. Mathias sólo alcanzó a señalar hacia donde quedaba el edificio, con la mano temblorosa y tartamudeando «ah, ah, ahí es, ahí está, u, un…» no alcanzaba a decir más que eso. Su madre intentaba calmarlo mientras Esthella no encontraba que hacer sino estar nerviosa por no saber cómo reaccionar a esta adversidad; sin embargo, el valeroso Naldo se preparaba mentalmente por lo que vería más allá de ese telescopio, se imaginaba que era algún murciélago o sólo se sorprendió por alguna tontería; pero lo que encontraría detrás de las estrellas no sería felicidad, sino algo que parecía un occiso ahorcado. Él sabía que debía llamar a la policía y reportar el caso lo más antes posible, y eso fue lo que hizo; pasó dos minutos explicándole a la operadora la situación y luego de unos seis más se encontraban tres patrullas de policías rodeando el lugar, un cuerpo forense y las fuerzas especiales del estado reclamando la custodia del caso.

    Con una mirada seria y un gran golpe a sus piernas, Duke miró a Max por un segundo y acariciando su pelaje dijo: —Hoy no será un buen día para nosotros amigo.



    Continuará, muy pronto. Capítulo XII (15%)




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    Les deseo un buen día.

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    Última modificación: 9 de Febrero de 2016

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