Oquedades

Sumido en las oquedades de un destino críptico. Con el corazón desdibujado y los sentimientos anesteciados por un grito. Con el llanto de un niño frente al sepulcro de a su padre, inició el día.
Encarnaría nuevamente la fantasía de los actos cotidianos de los vivos, respirar, hablar y comer....


Increíblemente, el amor lo hería y deshacía en exabrupto lo que construía con el sol tibio del día.
Parafaseó:
-También puedo ser un sometido. -Alertando sobre los personajes que encarnaría-.


Al desdibujarse el día, cuando cualquier atisbo de vida desapareció, reencarnó en el genio de una noche interminable. Unido al mundo por una imperceptible linea no comprendió, cómo se había vuelto ciego en un segundo, eligiendo para su discurso las sombras.