Otoño Sangra Sobre Madrugadas De Porcelana

Hadas traviesas juegan con mis párpados. Danzan de puntillas por los granos de polvo que saturan rayos dorados. Cortan la oscuridad atenuando la penumbra de seda que se extiende por la estatua de porcelana; Tú. Duermes entre instantes que pasaron a descansar en la calma del infinito pasado. Solo la inquietud convulsionando bajo tu iris rompe la densa tranquilidad. Cuál ruina de luz grabada en la retina del cosmos titila en la lejanía. Trastornando el presente con sus espejismos vacíos. Tu córnea escarba la fina tela de piel que te aísla de la áspera realidad. Descifro llantos oníricos en los espasmo de tus ojos recordando como desenredas el caos palpitante en el trasfondo de mi mirada.

Transparentes arenas movedizas me envuelven… Siento una caída ralentizada hacia el fondo de la nada. Eternamente en vilo al filo de la existencia, un constante despertar al enterrar incontables condicionales. Tus impulsos masacran instantes paralelos impregnando tus huellas ensangrentadas sobre mi psique. Desamparados bajo el cielo moribundo de Otoño nos arrastramos; Tu y yo, íntimos cómplices inculpándose mutuamente al forcejear con la trama conspiratoria del azar.

Mis pupilas se derraman en la oscuridad; conductor de mi perplejidad hacia tu inconsciente. Invocas tu vitalidad hechizante con cada silencioso gemido esclavizándome títere de tu conjuro. Pero ahora son humo de ecos y yaces con fragilidad sobre mi pecho.

La noche se diluye en el zafiro omnipresente, siluetas emergen de la viscosa lobreguez, trinos cargados de electricidad azul se ramifican por mis tímpanos; nuestros subconscientes se fusionan momentáneamente. Inhalas la realidad con la energía de una miríada de agujeros negros deformando el espacio. Gravito hacia ti meciendome entre las ondas expansivas que nacen del revolotear de tus pestañas. Cautivado por la abrumadora exhibición de fuerza sensual me entrego al magnetismo de tus labios. Levito hacia ti surcando la marejada de nuestros alientos. Paralizas el clímax. Incrustas tu mirada en mi ser y tú conciencia aún empapada de sueños culmina el silencio; murmura…

Tal y como florecimos de nuestras lágrimas heladas en el cristalino rocío del amanecer,

Nos marchitaremos en agonía harmónica bajo el fúnebre haz del crepúsculo.

Somos un añico del equilibrio inestable del ciclo eterno.

-Thomas Ash