Otoño

La tarde era lenta, el rojo sol la pasteleaba y encendía. Las altas hojas de los chopos que todavía pugnaban contra el otoño, pocas, plañían rumores ocres entre la leve brisa. Las otras, las que ya se abandonaron a la húmeda piel de la tierra, bailaban torpemente, se arremolinaban y yacían yertas hasta la siguiente bocanada de aire.

Una sombra encorvada de torpes pasos, avanzaba cojeando por la angosta senda, al rumor de las copas le acompañó el crujir de las secas hojas bajo sus pies. No había ninguna prisa en el caminar de quien se cubría desde la cabeza con una raída y mugrienta manta que un día debió de ser marrón y ahora indefinible. Una pierna avanzaba con paso inseguro, la otra la seguía después dibujando un débil surco en la hojarasca.

Cuando alcanzó el banco de pino que se apostaba en el recodo de una curva del camino las luces sucumbían ante un ocaso nebuloso y húmedo. Pero todavía acertó a reconocer la silueta de una figura que, a contra luz, se acercaba del lado opuesto. Una sombra alta y delgada, casi etérea, que parecía no tocar el suelo mientras avanzaba.

Sintió un leve temblor de piernas, pero permaneció de pie junto al banco. ¿Temor?, no, eran mas bien los nervios de encontrarse con alguien a quien hace mucho que se espera.

Se hizo un silencio intenso, solo oía su propia respiración, la brisa había cesado y las altas hojas de los chopos que todavía pugnaban contra el otoño, pocas, quedaron estáticas como pinceladas en un cuadro.

-Has tardado, hace mucho que vengo aquí para esperarte.

Por toda respuesta, su interlocutor le tendió la mano.

Luego, la brisa volvió a las copas, la oscuridad se bebió el último rayo incandescente y las dos sombras ya sólo fueron una, y ninguna de pronto, apenas un remolino de hojas que se levanta, baila torpemente y yace yerto junto al banco de pino.

 

Me gusta el otoño es mi temporada favorita
paso no como una visita fantasma sino una huella en tus letras
abrazos fraternos ha sido un placer leer tus versos,