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Palingenesia

Tema en 'Tu Obra Maestra (en verso)' comenzado por D. A. Vasquez Rivero., 13 de Enero de 2017. Respuestas: 5 | Visitas: 1212

  1. D. A. Vasquez Rivero.

    D. A. Vasquez Rivero. Poeta recién llegado

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    PALINGENESIA

    - Por D. A. Vasquez Rivero.​


    PARTE PRIMERA
    "Sobre el castigo infligido a unos amantes peculiares."


    Zaeta envenenada con lujuria,
    va Lélape tronchando matorrales
    y atrae mil esencias naturales
    su hocico (catavientos infalible).
    Va en busca del motín apetecible,
    de aquella que abrevando en una alberca
    presiente esa ansiedad del alma terca
    e izando su mirada hacia la oscura
    maleza ve en seguida la osatura
    del perro que acechando se le acerca.

    Ostenta él estigmas en la testa
    (terribles cicatrices como ganchos)
    y ella, de cortarse con garranchos,
    dos marcas en la pata delantera.
    Él viste pelo verde, ella entera
    es parda con manchones nacarados
    y mientras él aguarda camuflado
    se cuida ella de mostrarse atenta.
    ¿No entiende él, ignora a quién se enfrenta?
    ¿Desdeña o desconoce su pasado?

    La presa no es cualquiera, no, mi amado
    lector de legendarias moralejas.
    Se trata de Teumesia, cuya oreja
    distingue la presencia amenazante
    del hábil predador milenios antes
    que logre darle pábulo a su antojo.
    No bien escucha el quiebre de un abrojo
    o el mínimo gemir de alguna rama...
    ¡Se escapa chamuscando tierra y grama
    tan lejos que no alcanza a ver el ojo!

    Cautivos de emoción persecutoria
    comienzan a latir dos corazones.
    Pasión y adrenalina a borbotones
    exudan al correr los animales,
    abriéndose camino por trigales,
    subiendo al frío inhóspito de heleros,
    cruzando lodazales y veneros
    y en vano fatigando los desiertos
    que mueren como páramos inciertos,
    ocultos a la luz del mundo entero.

    Testigo de este juego interminable
    el mismo dios del trueno se impacienta.
    Apoltronado en cómodas tormentas
    que alumbran hasta el lecho de los mares
    cavila (realizando malabares
    con nueve o diez gaviotas) la manera
    de darle fin a tan horrenda espera
    y tras considerarlo, por su boca,
    dispara un maleficio y vuelve rocas
    a aquellos dos amantes en carrera.

    No obstante, cierta pena traicionera
    rubrica duramente su semblante
    (sutil remordimiento penetrante
    golpea y debilita su cordura).
    ¿Acaso una recóndita amargura
    nacida de anteriores conversiones
    provoca que su vista se emocione
    y llegue a esmerilarse con el manto
    sagrado, melancólico del llanto
    que cae devorando a las naciones?

    Pues quedan bajo el agua del diluvio:
    el corro de una tribu milenaria,
    la sangre de su guerra innecesaria,
    el puño sin piedad del gobernante,
    la errónea predicción del quiromante,
    el premio de la pútrida avaricia,
    la falsa lealtad y su caricia,
    lo fútil del honor y el apellido
    y todos los pecados conocidos
    ahogados en acuática justicia.



    PARTE SEGUNDA
    "Sobre cómo un hombre se vuelve símbolo de esperanza ante semejante tragedia."



    Al tiempo que remiten las mareas,
    saciadas con humanos por tributo;
    teñido el velamén de negro luto
    navega a toda marcha una galera.
    De Prometeo el hijo la lidera
    virando gobernalle al noroeste.
    (Bien sabe que en la bóveda celeste
    logró quedar en pie esa noble tierra
    famosa por su oráculo que encierra
    lo ignoto de las dádivas y pestes).

    Despuntan las calendas de noviembre
    y no sin privaciones acuciantes
    fondea Deucalión a su gigante
    navío sobre mustia costanera.
    Tritones que descansan a la vera
    del mar en vigilancia permanente
    le ruegan: ¡Continúa hasta la fuente
    rodeada por olivos y laureles.
    Consigue que la pitia te revele
    la forma y resucita nuestra gente!

    Deseando concretar tamaña empresa,
    surtido con lo justo y necesario,
    prosigue el héroe rumbo al legendario
    Parnaso (que descolla en horizonte).
    Y así, como un audaz Belerofonte,
    cabalga sobre vértigos crecientes,
    pasando de prehistóricas pendientes
    a escarpas, a mortales precipicios
    y de éstos a un camino más propicio
    del monte para entrar a sus vertientes.

    Más tarde, sin embargo, se detiene
    delante de una cueva arboriforme
    a cuya fauce cuidan trece enormes
    antorchas que iluminan sus entrañas.
    Adentro, la figura más extraña
    procura aproximarse presurosa
    (en parte criatura, parte diosa)
    preséntase Pitón, brutal serpiente,
    jactándose del don clarividente
    y al punto revelándole estas cosas:



    PARTE TERCERA
    "Sobre una decisión.”



    - Escucha, fiel heraldo de tu raza.
    ¡Yo soy la verdadera Pitonisa!
    Mi ofensa perdonaron Artemisa
    y Apolo (desdeñando su venganza).
    Ahora, con motivo de alabanza
    y eterna gratitud, he decidido
    sumirme en esta gruta del olvido
    dejando que confluyan a mi mente
    olímpicos mensajes que la gente
    reclama tras haberme conocido.

    Por eso te pregunto: ¿Qué secreto
    anhelas al pasar por mi guarida?
    Acércate, busquemos en seguida
    propósito a mi historia y a la tuya.
    - Quisiera que un encanto restituya
    el cuerpo y el espíritu presente
    en todas las personas inocentes
    llevadas sin aviso al inframundo
    - responde Deucalión con un profundo
    fervor y le replican lo siguiente:

    - ¿Qué vientre maternal te dio la vida?
    ¿Qué célico soplido, el intelecto?
    ¿Será que los humanos, por tu afecto,
    merecen elevarse desde el Hades?
    Después del muladar de iniquidades
    merced al cual se vieron condenados,
    difícil es que sean perdonados
    sin antes arrancar de sus gargantas
    el mismo sufrimiento que hoy espanta
    mis ojos con un mundo despoblado.

    - No creas, Pitonisa, que pretendo
    salvar de los ignívomos abismos
    a aquellos cuyo fiero despotismo
    sembró lujuria, vicio, sed y muerte.
    ¡No corran ni los buitres con la suerte
    de disputar su fétida carroña!
    Sugiero ver la cura en la ponzoña
    y darle nuevo aliento a quienes fueron
    amantes hasta el fin y no vivieron,
    (probando así que el bien siempre retoña).

    - Tu sabia sugerencia me conmueve,
    tu juicio me parece muy sensato…
    ¡Hagamos el milagro de inmediato!
    Comienza por tomar aquella piedra.
    - ¿Cuál? ¿Ésta? – Esa, quítale la hiedra,
    preciso es que su forma limpia quede.
    - ¿Así está bien? – ¡Perfecto! Ve si puedes
    cegarte con el paño del turbante
    que llevas pues, de ahora en adelante,
    tan solo escucharás lo que sucede.




    PARTE CUARTA
    “Sobre los caprichos alquímicos de la naturaleza.”


    Entonces Deucalión accede a hacerlo,
    se cubre el rostro mientras la serpiente
    reptando se desplaza lentamente
    al fondo del palacio de calcitas.
    Y allí do banderolas y helictitas
    decoran un recinto preparado,
    Apolo finalmente es invocado
    mediante luz votiva y oblaciones,
    dictando por Pitón revelaciones
    que escucha nuestro héroe engatusado.

    - ¡El polvo es la materia primigenia
    del hombre, de la bestia, del cultivo;
    por tanto, ¿puede haber algún motivo
    que impida al mismo SERcuanto le plazca?!
    Si dices: "Piedra, de tu polvo nazca
    robusto corazón, labio discreto,
    cerebro dócil, venas, esqueleto,
    vital aliento o rítmico latido."
    ¿No hará a tu voluntad lo requerido
    mutándose en orgánico sujeto?

    Parece inverosímil, mas no tuerzo
    mi lengua en artificios ni teorías,
    si sigues mis palabras este día
    naciones brotarán de los escombros.
    - ¿Qué debo hacer? – Arroja sobre el hombro
    tu limpio pedernal, hueso de Gea,
    y tras de ti hallarás lo que deseas:
    varón, mujer o grácil criatura,
    dejando su asfixiante sepultura
    en pos del aire gris que nos rodea.

    “¡Así lo haré!”- Retumba, trona un grito
    y su eco resquebraja las paredes
    del dombo natural donde sucede
    aquel prodigio previo pregonado:
    El duro pedernal es arrojado,
    cayendo y rebotando varias veces;
    se encoge, se alabea, se estremece,
    se para, salta, cae, se fragmenta
    y sorpresivamente experimenta
    una transformación que lo enternece.

    ¡Un hombre! ¡Ya respira! ¡Ya se mueve!
    Un ser antropomórfico dispuesto
    a irse de la cueva, lleva abiertos
    los párpados plagados de lagañas.
    Y sobre sus larguísimas pestañas,
    encima de las cejas, claramente,
    enseña siete estigmas en la frente
    idénticos a aquellos que llevara
    el perro cuya caza se frustrara
    por no medir la astucia en su oponente…



    PARTE FINAL
    “Sobre el inesperado modo en que concluye esta historia.”



    ¡Es Lélape! No busca la salida,
    sino al lapídeo amor, la que antes fuera
    su más preciada presa en las praderas,
    los montes, los heleros y desiertos.
    -¿En dónde está? - pregunta el “antes-muerto”
    a la serpiente y ésta le contesta:
    -Si buscas a Teumesia solo presta
    tu olfato al acre olor de mi caverna,
    pues aunque afuera es piedra adentro es tierna
    y emana aroma su alma, a VIDA apesta.

    El perro vuelto un hombre se prosterna,
    arrima rostro a tierra con recelo,
    acerca su nariz a ras del suelo
    y olisca musgo, barro, sal, incienso;
    percibe el rastro débil, luego intenso
    del delicioso cuero transpirado
    bañado por esencias, perfumado
    con jara, nerolí, carbón y albahaca.
    ¡No hay dudas que entre todas se destaca
    la piedra de manchones nacarados!

    -Es ésta - ¿Convencido? – Por supuesto.
    -Tu turno, Deucalión, obra el milagro…
    -¡Despierta noble zorra, yo consagro
    el cascarón a Gea, quedas libre!
    ¡Desúncete del yugo y haz que vibre
    tu espíritu animal en sangre humana!
    La piedra se cuartea, se desgrana,
    se quiebra cual crisálida al instante
    y surge de su seno la infartante
    mujer, envuelto el sexo en finas lianas.

    Ya presa y predador se reconocen,
    contemplan asombrados sus figuras:
    ¿Cabello? ¿Piel lampiña? ¿La soltura
    de un bípedo al andar y comportarse?
    ¡Añoran estar juntos! ¡Corretearse!
    Y puesto que sus ganas son bestiales
    se escapan a los valles ancestrales,
    su idilio repitiendo por centurias:
    “Zaeta envenenada con lujuria,
    va Lélape tronchando matorrales…”
     
    #1
  2. Maramin

    Maramin Moderador Global Miembro del Equipo Moderador Global Corrector/a

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    Excelente composición en décimas endecasílabas para esta buena historia de tintes mitológicos bien contada.
    Mis felicitaciones y aplausos.

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    #2
  3. bouz_on_the_beat

    bouz_on_the_beat Poeta recién llegado

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    Tu obra bien se asemeja al titulo del foro, es una obra maestra de principio a fin.
     
    #3
    A D. A. Vasquez Rivero. le gusta esto.
  4. D. A. Vasquez Rivero.

    D. A. Vasquez Rivero. Poeta recién llegado

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    ¡Muchísimas gracias, Bouz_on_the_beat! Aprecio un montón que te hayas tomado el tiempo de leer una obra tan extensa. Espero te haya entretenido tanto como a mí al escribirla. ¡Saludos! :)
     
    #4
  5. D. A. Vasquez Rivero.

    D. A. Vasquez Rivero. Poeta recién llegado

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    6 de Mayo de 2014
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    ¡Aprecio mucho tu lectura, Maramín! Me encantan los endecasílabos, tienen la medida justa para expresar y al mismo tiempo contar. Nada mejor que una buena narración con sonoridad y armonía. ¡Saludos! :)
     
    #5
  6. CriMa

    CriMa ----

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    Bella composición !

    Saludos cordiales !
     
    #6

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