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Panadería

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Pierlewis, 31 de Octubre de 2013. Respuestas: 0 | Visitas: 271

  1. Pierlewis

    Pierlewis Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    18 de Diciembre de 2012
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    Género:
    Mujer
    Delia entró sin decir buenas tardes. Yo estaba casi dormido, por lo que no me preocupé en cumplir con la etiqueta que mi trabajo ameritaba. La miré, con todo el cansancio del mundo sobre mis hombros y comencé.
    -¿Que va a llevar?
    -Buenas tardes, ¿no? –me dijo mientras fruncía un poco los labios, como si hubiera probado algo amargo sin que yo me percatara.
    -Buenas tardes, ¿qué va a llevar? – traté de mostrarle que mi conversación con ella era un verdadero incordio.
    - ¿A qué hora se supone que abren acá? – las últimas silabas fueron prácticamente un chillido ensordecedor.
    La miré, con todo el cansancio del mundo. Hice una breve pausa, y creo haber suspirado, aunque no estoy seguro. Continué.
    -Mire, señora –puse fuerza en esa palabra- la verdad es que acá abro cuando me acuerdo. – Delia enrojeció, la sangre se agolpaba en sus mejillas, sus ojos reflejaban el odio, o la indignación.
    -ah, que bien –ahí estaba, el tono burlón que a ella le gustaba usar- entonces todos tenemos que estar pendientes de lo que el señor hace, tenemos que estar vigilando para ver cuando se le ocurre abrir ¿no? – hacía ademanes y gesticulaba con exageración.
    -La verdad que si, le digo más, prácticamente todas las viejas del barrio son mis rehenes, me gusta tener tanto poder- y le mostré los dientes.
    -¿Usted que se cree? Debería darle vergüenza, ¿que no ve toda esa gente haciendo cola ahí afuera? Usted se aprovecha de que es el único que abre los domingos. Pero algún día, su monopolio va a terminarse –tomo una bocanada de aire, como si planeara continuar con aquel paupérrimo discurso- y ahora deme un kilo de pan.
    Tomé una bolsa, puse diez bollos de pan en ella, lo pesé, lo cobré y se lo entregué a delia que tenía una sonrisa de oreja a oreja.
    -Muchas gracias, que tenga un buen día señora. –ya mas despierto, los buenos modales regresaban.
    -Muchas gracias a usted panadero, usted siempre me salva los domingos. –dijo esto, se dio vuelta y caminó fuera de la tienda.
    La puerta volvió a abrirse, era Juan.
    -Buenas tardes Juan, ¿cómo va la búsqueda de trabajo?
    -No hay mejoría – se lo veía nervioso y cabizbajo.
    Yo entendí de inmediato lo que sucedía, el buen Juan, siempre tan tranquilo, teme molestar a las demás personas. Hice una breve pausa y quizás volví a suspirar. Comencé con mi trabajo.
    -Adelante Juan, no se contenga, ya vino hasta acá, y también tuvo que esperar.
    -¿En verdad puedo hacerlo? –si fuera un perro, estoy seguro que tendría la cola entre las patas y las orejas replegadas hacia atrás.
    - Vamos, con confianza. –y Juan pareció brillar de alegría.
    -Sus precios son una vergüenza –comenzó Juan- ¿quiere hacerse rico vendiéndonos pan? Es usted un malnacido…

    Afuera, la gente hacía cola mientras esperaba su turno, observaban al tranquilo vecino de en frente, que dentro de la panadería gritaba con una voz desgarradora, con las venas del cuello que parecían estar a punto de explotar, y sus ojos cada vez más abiertos que se cegaban de ira. También veían atentos al panadero, que con notable habilidad, llevaba la discusión a terrenos cada vez más pantanosos. Entonces muchos de ellos sonrieron, y se alegraron. Era una suerte que la panadería abriera los domingos.
     
    #1

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