Parasomnia en el parque sangriento

La noche me abraza con fuerza, los ojos se van cerrando, es probable que al cerrarlos, un manto de blancura tiña la imagen y aparezcan una vez más las monstruosas figuras de siempre, y esta sensación de pesadez en mi pecho que no cesa.
No quiero soñar otra vez con el parque sangriento, ojala y sea solo una horrible parasomnia.
El vértigo en la carne se me hace insostenible.
La vieja se incrustaba unos pedazos de vidrios rotos en el abdomen, mientras reía sin parar como una loca.
Las niñas de guardapolvo blanco, cantaban trotando muy sonriente, en tanto saludaban muy afectuosas, todas comiéndose los dedos de las manos, como si fueran de chocolate.
Dos ovejeros plateados peleaban a muerte, disputándose la pierna de un adolescente en Roller.
El piso húmedo de alquitrán, se movía al ritmo de los irascibles pasos de un cíclope gigante, corriendo temerariamente sobre los techos del pueblo.
Atacaron con placer caníbal, miles de muertos vivientes, en la madrugada a los pueblerinos durmientes.
Las calles se tiñeron de rojo sangre.
La muerte reinaba en la ciudad de la furia.
En tanto una nueva tormenta ácida azotaba sin piedad, despedazando lo poco vivo que iba quedando en pie.
Los pedazos de carne flotaban en el agua rojiza, se resistían a viajar por las alcantarillas, colapsando las bocas de tormenta.
De pronto un poco de calma y me veo parado frente a un espejo, me veo sin ojos, y con dos cerdos devorándose mi cuerpo enfermo.
Vuelvo al principio, retrotrayéndome, atrapado en las mismas imágenes de esta tortuosa sangritud.

La noche me abraza con fuerza, los ojos se van cerrando, es probable que al cerrarlos, un manto de blancura tiña la imagen y aparezcan una vez más, las monstruosas figuras de siempre, y esta sensación de pesadez en mi pecho que no cesa.
No quiero soñar otra vez con el parque sangriento, ojala y sea solo una horrible parasomnia.
El vértigo en la carne se me hace insostenible.