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Parecía tan lejano y seguro (de las distancia, los sueños y las realidades)

Tema en 'Prosa: Melancólicos' comenzado por Leonardo Vinci, 29 de Mayo de 2013. Respuestas: 4 | Visitas: 597

  1. Leonardo Vinci

    Leonardo Vinci Poeta recién llegado

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    Parecía tan lejano y seguro, y sin embargo debiste haber pensado que lo ligero encierra lo complejo. Que hay cosas que sorprenden por ser tontas e impredecibles, así como podría una carta terrible pasar por debajo de una puerta. Así fue que lo soñaste. Sabías que tarde o temprano él te inventaría y entonces lo imaginaste apurada. Lo advertiste sobre la piel del espejo pulsante y descarada. Hasta casi fuiste capaz de recordar su desconocida mirada, sus ojos desnudos de abismo sin decir nada. Así lo soñaste. Breve tu cadera al cielo girando guirnaldas, extraviándolo entre tus rodillas brillantes como en una calle arbolada. Lo habías visto venir sangrando a golpes contra los muros romanos, y ahora vos te recortabas poética y pobre con la luz de la ventana. Estabas quieta como un muelle, quieta y azotada por la furia verde del agua, tus ojos se soltaron a golpes contra la mesa de luz como dos amarras mojadas, mientras tus muslos dormían casi muertos la orfandad y el hambre de dos cachorros helados. Fue entonces que sentiste que él te acababa de inventar. Lo soñaste emerger de la penumbra confusa y fosforescente del reloj; navegar después el gas inerte de tu lecho, y en cientos de pequeños hologramas deshacerse como humo entre las rendijas agobiadas de la persiana. Los lóbulos agitados de tu ojos lo siguieron, reencarnaba allá abajo en la calle de a pedazos, como una magia de cristales cohesionando, mientras caminaba hacia la esquina cruzando en diagonal. Era un derrumbe de viernes como cada viernes. La cautela del ensueño te meció el cuerpo claroscuro como una vara de avellano buscando agua, hasta que lo viste entrar, sentarse a esperarte nocturno tras los vidrios del bar de Adud. Hacía un frío de órdago, y el mozo de manga corta que parecía un enfermero, aterrizaba el pocillo sobre el barnizado redondel. Era simple su figura, pero confusa como cualquier figura que se pierde en un revoltijo de sillas apiladas pata arriba. En el vidrio empañado del boliche lo viste dibujar como una gracia con el dedo un corazón, pero en realidad no era un corazón sino una manzana, una manzana de hambre que no cabría en su boca a menos que vos mordieras la mitad.
    La madrugada te despertó a tirones, levantaste la cabeza como si salieras intempestiva de la muerte, revoleaste los ojos como las boyas de una red tardando en caer, los arrastraste por las paredes y las sombras y las sábanas. Entonces los zapatos urgentes, y una camisa y el abrigo y el pelo así. Golpeaste la puerta detrás al salir. Atropellada ganaste la escalera bajando de dos y tres los escalones encerados, ellos reprodujeron el alabe del abrigo intentando cubrir tu cuerpo angustiado, mientras tu mano llevaba como crines las solapas contra el pecho crispado. Y te tiraste a la calle; tu cara blanca torció un gesto en la boca al eludir la manguera sobre las baldosas. El hombre de uniforme azul y llavero copioso te apuntó estupefacto la mirada, sin levantar un ápice la sorda franela de los bronces. No dijiste nada; giraste enérgica, te enderezaste cardinal y caminaste como empujada dejando los charcos. Te fugaste calcando urgente los relieves recién gestados de las casas. El cielo era una escuálida raya azul entre las nubes. Cruzaste la calle en diagonal atravesando el viento y en la esquina doblaste recordando. Recordaste su desconocida mirada entre tus piernas frías, sus ojos desnudos sin decir nada. En cada paso apurado del sueño, en cada paso delgado y tenso de la vereda, supiste que él te acababa de inventar. Pero como un enigma mecánico del pensamiento fuiste retrasando la marcha sin saber por qué. Y entonces, lenta entonces, peinaste lenta con los dedos tu cabello hacia abajo. Y por un momento, un instante, transcurrieron cavilosas las imágenes hacia atrás como si voltearas para recordar; lenta y sucesiva en el recuerdo la vereda mojada, un puñado de escalones contados al azar, y una puerta blanca golpeándose en los pasillos dormidos, las sábanas en el piso, la penumbra, el reloj . Así llegaste. Así muy despacio entonces a la otra esquina, sumergida en el repentino frío que te hizo levantar al fin la mirada. Dos tiralíneas negros salieron de tus ojos y ochavaron la calle despoblada en diagonal. En frente, el mozo de manga corta que parecía un enfermero barría la vereda y te miró como si nada. De la manzana ni noticias, y algunos gorriones picoteaban con apuro en el cordón.
     
    #1
    Última modificación por un moderador: 4 de Junio de 2013
  2. Mamen

    Mamen ADMINISTRADORA Miembro del Equipo ADMINISTRADORA Miembro del JURADO DE LA MUSA

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    Momentos que quedaron en recuerdos,
    imágenes que no puedes olvidar,
    donde nos dejas ese hilo de melancolía,
    acompañado de muchos sentimientos...
    Un placer haber pasado, un beso.
     
    #2
  3. ROSA

    ROSA Invitado

    Así muy despacio entonces te estuve leyendo sumergida en el repentino frío que te hizo
    escribir esta prosa. Está llena de resentimiento pero no deja de ser hermoso tu escrito. ABRAZOS. Ojala vea pronto otro escrito como este. GRACIAS POR COMPARTIRLE.
     
    #3
  4. Leonardo Vinci

    Leonardo Vinci Poeta recién llegado

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    Gracias Mamen, muchas gracias por leer...

    Un gran abrazo
     
    #4
  5. Leonardo Vinci

    Leonardo Vinci Poeta recién llegado

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    Rosa, te agradezco mucho la lectura y el comentario, tu presencia aquí en esta prosa.

    Pero no me queda claro eso del resentimiento. Quizás lo podamos hablar, sería un gusto.

    Te mando un abrazo; y gracias por tu bienvenida !!

    Leonardo
     
    #5

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