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PAREJA ACOSTADA EN ESA CAMA CHINA LARGAMENTE REMOTA, Ricardo Rojas.

Tema en 'Poetas famosos, recomendaciones de poemarios' comenzado por ramar84, 7 de Noviembre de 2008. Respuestas: 0 | Visitas: 2422

  1. ramar84

    ramar84 Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    22 de Julio de 2008
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    1. Hablando de dioptrías, Mafalda era la ciega
    y yo el ciego, compartíamos
    la misma música arterial,
    y cerebral, llorábamos de risa
    ante el espectáculo de los dos espejos, el dolor
    nos hace cínicos, este Mundo
    decíamos no es yámbico sino oceánico por comparar
    farsa y frenesí: gozosa entonces mi desnuda me
    empujaba riente como jugando al límite
    del barranco casi fuera de la cama
    alta de Pekín, como apostando
    a la peripecia de perder de
    dinastía en dinastía, cada vez más y más al borde del camastro
    de palo milenario y por lo visto nupcial, cada vez
    más lejos del paraíso de su costado
    de hembra larga de tobillo a pelo entre exceso
    y exceso de hermosura y todo, ¡claro! por amor
    y más amor, tigresa ella
    en su fijeza de mirarme lúcida, fulgor
    contra fulgor, y yo
    dragón hasta la violación imantante, ¡diez
    minutos sin parar, espiándonos,
    líquidamente fijos, viéndonos por dentro
    como ven los ciegos, de veras, es decir
    nariz contra nariz, soplo
    contra soplo, para inventarnos otro Uno centelleante
    desde el mísero uno de individuo a individua, a tientas,
    costillas abajo!- El que más
    aguanta es el que sabe menos, pudiera acaso
    decir el Tao.
    Este Mundo
    repetíamos y acabamos sin más
    no es yámbico sino oceánico. Otras veces
    llovía duro, lo que más llovía
    eran lágrimas.
    Ma-fal-da, digo ahora entrecortado, y esto
    va en serio, ¿qué
    habrá sido de Mafalda?
    2. Pues de cuantas amé, amé a Mafalda, ¡y que
    me despedacen las estrellas!, la amé
    volandera en la lluvia de la Diagonal, bufanda al viento,
    de una Concepción que yo no más me sé, la esperé
    ahí anclado y desollado hasta que volviera
    la Revelación cuya encarnación
    se da una sola vez, bajé al Infierno
    de la costumbre, a
    mis años de galeote en USA bajé, entre doctos
    y mercaderes, no hubo para mí en el plazo
    más que mi Beatrice Villa sin arcancielo, cumbre
    y cumbre hasta la asfixia, ni
    tersura paridora
    al itálico modo, ni otra ni
    otra, ni esbeltez comparable, ni olorosa
    a la velocidad de ser, ni pensamiento
    de diamante, ni exacta
    de exactitud de mujer, ¡Frida acaso
    que fue Diego hasta el fin!
    3. Otros la amaron pero yo la vi, otros
    la amarán sin alcanzar nunca a verla, otros y otros
    dirán que la durmieron entre las sábanas
    del placer, nadadora y libertina
    en el oleaje de las tormentas, madona
    de las siete lunas dirán por despecho, cambiantes cada 28
    de sus días terrestres, tornadiza y
    veloz, ¡déjenla
    intacta como es, que escriba
    su bitácora de vuelo interminable para mí, que arda y arda
    en mi corazón, que dance
    su danza de danzar, libérrima!
    4. Y en cuanto a mí, ¿cómo lo diría Matta?, consíguete
    una vida de 80 años
    porque la vida empieza a los 70,
    así al morir
    ya se sabe Je m’en fous, Roberto: palabras
    perdedoras, puras palabras, vejeces
    de palabras malheridas. No hubo tiempo
    entre nosotros, nunca hay tiempo
    ni distancia, todo es posible
    entre dos locos que se ven a cada instante. Relámpago
    es lo que hubo esa vez de Concepción de Chile
    y nada más que relámpago, figura
    de lo instantáneo hubo de lo que pende el Mundo,
    y eso está escrito.
    La amo,
    ¿y qué?
    Soy el ciego que ama a su ciega.
    Viernes 21 de junio,
    mes aciago. 1996
     
    #1

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