Pensaba para mi

Pensaba para mi, pero con la costumbre de hacerlo en voz alta, a solas. Las cuatro paredes de la oficina me miraban con tedio como respondiendo con blancura desaprobación a cada aventura de planes, palabras y propuestas.

Deje que mis manos volaran por el teclado a la misma velocidad que las ideas golpeaban mi cabeza, dando como resultado precisamente, un dolor de sienes y frente como cuando la migraña llega para hacer guarida.

Me he dado gusto leyendo sobre amor y diferentes planteamientos tan diversos... ricos y osados, que llegué a la conclusión de que estamos en la frontera misma del conocimiento. En la orilla opuesta de un universo que aún no conocemos.

Caí de espaldas, recargando el peso de mi cuerpo en un respaldo que gimió como protesta “¡Eh! ¡Que reviento!".

Frente a mis ojos circularon tantas imágenes, separadas por catálogos de quimeras, anhelos, certezas, desasosiegos... y aún no empiezo a plantearlos de un modo serio.

Debí detener la cascada de bosquejos para centrarme en un solo momento. En un segundo de retraimiento: El primer poema que escribí siendo niño. Aún sonrió pues lo tengo en la mente. Todo lo que esas líneas desencadenaron... Cierto que para sorpresa mía no fueron recibidas con agrado: “No pierdas el tiempo en eso.” Estas fueron las palabras de las monjas maestras del colegio.

Hoy se los agradezco... ya que su reprobatoria y “angelicales” palabras despertaron rebeldía y ganas de seguir escribiendo.

Entonces... volviendo a lo que pensaba... ... ¡Ya no me acuerdo!