Pequeña prosa de tristeza después de ir a comprar pan

desde mi siempre estaba la señora flora en la esquina, siempre estaba ahí con su burrita para ayudarle a caminar. En las mañanas se colocaba apoyada a la pared y en las tarde se sentaba a tomar en sol en la vereda del frente. Tenia cara de contar buenas historias y manos que tejían bien. No se de lo que era antes de estar en la esquina del pasaje. Iba a buscar las pelotas que se caían a su casa y le fui a buscar agua cuando no teníamos y ella no podía salir corriendo atrás del camión. No eramos de mucha conversa pero sus buenas tardes cuando me bajaba de la micro y iba para la casa de mi abuela eran calentitos en el corazón, sin importar que tan mal o decepcionado te dejaba el plan. Doña flora saludo a la primera niña que traje para mi casa y me saludaba cuando me ponía el chaleco para que no me retaran que venia muy desabrigada. Y hace poco Doña flora ya no esta acá en la calle, decía que le dolían mucho las rodillas como para estar afuera y hace poco un hijo de ella la encontró muerta y no me había chocado la noticia, hasta ahora que devuelta de comprar el pan, afuera ahí donde mismo se ponía, estaban todas sus cosas afuera. Ya no va a ser la casa de Doña flora, y ya nadie me saluda al bajar de la micro.