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Pequeña

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Lican St Rebelle, 2 de Septiembre de 2014. Respuestas: 1 | Visitas: 380

  1. Lican St Rebelle

    Lican St Rebelle Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    23 de Mayo de 2013
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    A C.B., o Pequeña.

    Pequeña ha vivido toda su vida en las faldas del Llaima. Ella creció entre los cielos azules que se entristecían en invierno. Ella sintió el frío y el viento bajo el caluroso abrazo de su padre. Ella vio a la lluvia congelarse para transformarse en nieve.
    Pequeña ha jugado toda su vida alrededor de los mágicos bosques del sur. En esos bosques, cuentan las leyendas, conviven seres elementales encarnados en la madera de robles milenarios; ellos son el viento cantando las hojas, son las hojas cayéndose en otoño, son las flores naciendo en primavera. Ellos son las lluvias alimentando los ríos y son los ríos corriendo hasta el mar.
    Brujos y machis esconden su guarida tienen en la profundidad del bosque. Los guerreros abatidos por el huinca aún se oyen marchar en aquellos rincones donde no penetra la luz de la luna, buscan la flecha ensangrentada que marca la corteza de los árboles, anunciado que la guerra se avecina.
    - Tiene que pedir permiso pa’ entrar en el bosque, niña - le decía a Pequeña su anciana abuela - o si no el bosque se enoja.
    Un día, Pequeña estaba jugueteando en las afueras de las arboledas cuando, como un relámpago blanco, pasó frente a sus ojos un peludo conejo. Pequeña, quien en su inocencia aún amaba a todo ser que estuviera vivo, persiguió al pequeño mamífero hacia la frondosidad oculta bajo las faldas de la imponente cordillera. Pequeña olvidó los consejos de su abuela, no pidió permiso.
    Ella siguió al animal hasta que éste se perdió dentro de una madriguera. Pequeña se agachó para ver el interior de la cueva, mas se sintió decepcionada, no había ningún país de maravillas allá adentro, aunque por derecho ya vivía en un país lleno de locos sombrereros y reinas corta cabezas.
    Al pararse vio al fin lo que se labraba a sus espaldas mientras perseguía al pequeño animal. Los brujos se encarnaron en la madera de los más legendarios árboles y con sus ramas dejaron caer una pesada sombra sobre la niña; las machis se convirtieron en viento y le soplaron una canción a las hojas. Bajo el ritmo de ésta se pusieron a bailar los espíritus caídos durante la más larga de las guerras. Ellos aullaban alrededor de un pira azuzada por un grupo de hadas que revoloteaban a su alrededor. Así, en medio de la noche, y con Pequeña como única testigo, el bosque levantó al unísono una única consigna: ¡Vete de aquí, Vete de aquí!
    Pequeña vio con sus grandes ojos celestes el lúgubre espectáculo que se formó en torno a ella, mas no le dio miedo, tan solo dibujó en su rostro una bella sonrisa. Tal vez ella – sumida en la suave candidez de la infancia - no lo sabía en ese momento, pero si en su alma pudo sentir, si bien de forma remota, que estaba en presencia de toda la enormidad del universo.
    Normalmente, si aquella sonrisa hubiera venido de cualquier otra alma, el bosque lo hubiera tomado como una ofensa y no dudaría en dejaría caer toda su ira sobre el infortunado individuo. Pero la de Pequeña, en cambio, despertó tal ternura en los míticos seres que aplacó toda la furia que el bosque guardaba, esa que hace años venía acumulando a causa de las constantes faltas cometidas por los invasores, esos que vinieron derribar la araucaria, a incendiar el roble, a callar el rugido del puma, a detener el vuelo del cóndor, a silencia el grito del guerrero.
    Entonces los brujos liberaron a la madera de su presencia para así encarnarse en la luna, la cual se iluminó como si fuera, por tan sólo un segundo, el mismísimo sol. Pero nadie se dio cuenta, pues solamente disparó un haz de luz, y éste fue dirigido exclusivamente a Pequeña. Entonces el canto de las machis se hizo alegre y los guerreros empezaron a bailar aun más eufóricamente alrededor de la hoguera. Ahora el bosque susurraba con ternura un solo lema: Pequeña, Pequeña. Y Pequeña no dejaba de sonreír.
    Luego de un rato, imposible saber cuánto, las hadas dejaron de avivar el fuego y se acercaron volando hasta la ternura. La tomaron por los brazos, también por las piernas, elevándola para sacarla del bosque. Los árboles se apartaron para formar un sendero luminoso en cuyo final se veía una triste mancha gris… la civilización. Mientras Pequeña se acercaba a la mácula, el bosque seguía cantando sin cesar: Pequeña, Pequeña. Y Pequeña escuchaba aquel susurro cada vez más lejos, hasta que desapareció al tocar la mancha.
    Entonces Pequeña despertó en su cama, ya era de madrugada. Le contó a todo el mundo sobre su maravillosa experiencia. – Fue sólo un sueño – le dijeron todos – eso nunca ocurrió.
    Y quizás los adultos tuvieron razón y aquellos hechos que os acabó de contar jamás tuvieron lugar en el mundo real. Sin embargo, el tiempo ha pasado, Pequeña ya ha perdido su tierna inocencia y las formas de mujer ya terminaron por dibujarse sobre su lienzo de niña. Y a pesar de esto, según dicen los murmullos perdidos en el faldón cordillerano, si te acercas al bosque estando ella cerca, todavía es posible escuchar el suave susurro entre las hojas, proclamando: Pequeña, Pequeña. Y Pequeña continúa sonriendo.
     
    #1
  2. esthergranados

    esthergranados Poeta adicto al portal

    Se incorporó:
    18 de Marzo de 2014
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    ¡Hola Lican St Rebelle, yo he tenido una infancia de cuentos y leyendas... me gustaban tanto! tu me has hecho por un momento volver a ella, me he visto ese bosque animado y he escuchado las voces llamando a Pequeña. Todas las estrellas del cielo para ti....un saludo.
     
    #2

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