Perdida oceánica

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Vagabunda soy ante tu mirada, oscura y reclusa de mi alma.


Quizás estas sean mis ultimas horas de vida y este mar sea mi eterna morada, ya no me dirás bienvenida a casa. Rocé tus fríos labios, besé tus mejillas y te di mi adiós con mis gestos, sentí tu silencio en mi pecho. Tu mirada tenía la profundidad del mismo mar y yo me perdía en sus olas. A las horas perdí tu aroma, con los días olvidé tu sonrisa, a la semana no recordaba tus gestos y hoy olvide tu cuerpo. ¡No eras mío!, pero me pertenecías, conocía tus pensamientos y eran míos tus sentimientos.


Recuerdo nuestra última noche en la cama, le quitabas la ropa a mi cuerpo y lo dejabas desprotegido, poco a poco descubrías mi piel. Parecías tan tierno, tan apetecible ante esos rayos de la luna, ellos bañaban caprichosamente tu piel, en la oscura noche agitaban tu cuerpo; era casi mágico.


Mi corazón no hacía más que latir como un caballo desbocado, no entendía lo que pasaba pero no podía dejar de mirar, no quería parar, mi corazón se me quería salir del pecho, comencé a desearte más y más, yo sabía jugar de esa forma tan ardiente; al final brillaron como ríos de plata ante el resplandor de aquella luna, ríos que iban a morir en ese mar, que yo imaginaba dulce y mojado agitado por tu sexo que se iba a morir en la orilla, tu órgano inquieto y desesperado buscaba algo en lo más profundo de mi ser y si, lo admito, desperté entre mis fluídos, en medio de mi cama, con mi cuerpo desnudo, preguntándome si era real o si mi mente me había vuelto a engañar.


Soy náufraga en este sombrío atardecer, mis pensamientos me exigen la muerte, mi cuerpo me pide que viva, que encuentre una salida, sin embargo mi corazón ruega por tu regreso… Prometimos volver, pero nuestro destino ha sido fugitivo y nos ha dejado varados en medio del mar con el alma muerta y el corazón hecho pedazos.

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Edilexys Ramírez​