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Periodímen. capitulo 4 de la tercera historia.

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por sergio Bermúdez, 31 de Agosto de 2009. Respuestas: 0 | Visitas: 938

  1. sergio Bermúdez

    sergio Bermúdez Poeta que considera el portal su segunda casa

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    CAPITULO 4: EL MONASTERIO DE LAS CALAVERAS POLARES.



    Desde los cielos relámpagos, hasta la ansiedad de un buitre sin plumas, pasando por las pesadillas de las claves oscuras, y por donde las calaveras polares formaron un monasterio, en donde todo se basaba en un cementerio con tumbas, en donde había cuchillos, que bailaban sobre la tumba y ponían nombres, para enterrarse bajo la lápida. Periodímen debía de alcanzar el nivel que le llevaría a ser testigo del presagio, en donde las columnas hablaban, y el sabor de los hechizos no perdonaba a cada cadáver que había sido inscrito en la lista de los huesos helados, los cuales se deshacían cada vez que la voz del rey Omicaldus, jefe del imperio, rey de los muertos, y el consejero del mismísimo diablo, que estaba lleno de bicolotus, unos insectos martirizados con los cuernos, y en donde la sangre reventaba en burbujas acidas, pues así estaba todo, perteneciente a una dosis de adrenalina machacada en más sangre. Omicaldus llegaba al monasterio, y una vez hubo llegado aniquilo a un esclavo, en el que una serpiente lo habían matado, y esa serpiente era un guerrero con alma transformada en culebra, la cual torturaba su propia alma y le imponía automáticamente una dura disciplina, venida de la Biblia oscura, esa que solo los seres malignos podían leer bajo las leyes de Omicaldus. Omicaldus estaba contento con su imperio, además aparecieron Fascas Donitburucuas, unas personas muy extrañas, que llevaban su cuerpo electrificado y sus ojos iban desmayados en súbitos relámpagos, con arena irritable, y tormentosos brazos, llenos de cabezas de animales disecadas en sangre. Periodímen llego allí, y justo cuando llego se armo una cruel guerra, donde los cuchillos de las tumbas volaron, y se hizo todo eco, el cual llovía manos de muertos, y profundizaba entre cada terrorífico paisaje, que decoro el abismo de una secta de Guerderroes, unos caníbales, los cuales llevaban dientes de león en su collares, esos que estaban llenos de odio, los cuales armaban espadas con púas en las puntas, a la vez que llevaban en las púas, labios de personas disecados, untados con aroma de muerto, y perfume de Anyelisco sacrificado sin darle oportunidades. La crema de la muerte estaba servida en un plato de recuerdos tan negro, como ver a las sombras podridas en envidia. Porque de ahí aparecía la cólera, esa crueldad que llevaba a la desaparición de la visibilidad inocente. No había más que mirar el horizonte sangrando, y vomitando cada tripa que se suicidaba ante el perfume de las gripes, que contagiaban las calaveras polares. Periodímen lucho contra todos, y mediante su puño llenado de tintinaida, una tinta antimaterialista, que destruía a los seres que querían matar al bien, el cual se decaía entre sollozos de gritos hundidos en los puentes de la muerte nocturna, la fauna moría, y Omicaldus reía como nunca antes lo había hecho, era el imperio de las malas costumbres, sumergidas en el poder que llenaba de orgullo las profecías que se hacían en el monasterio de las calaveras polares, esas que obedecían ordenes, para asesinar sin mirar, sin sentir, hasta poder beber de las sangres inocentes, las cuales llenarían más gotas de sangre en los estómagos de estas calaveras repugnantes y odiadas por cada paso que daban hacía el suicidio de la humanidad, pues hasta los cuadros de los pintores más famosos de la época pintaban sus muertes, sin saber, sin llegar a entender porque querían morir, simplemente la catástrofe los hizo suicidarse sin mirar su destino, todo quedo enganchado de un hilo sin esperanza, pues las tinieblas se transformaban en más pesadillas, pues era lo más parecido a tener una sensación, de estar ahogándose si ver la luz de un esperadísimo alba.
     
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    Última modificación: 31 de Agosto de 2009

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