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Pero ella... ella había sido real

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por San León, 28 de Mayo de 2014. Respuestas: 1 | Visitas: 309

  1. San León

    San León Poeta recién llegado

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    16 de Marzo de 2013
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    Maldita sea. Maldita sea. Maldita sea. Maldita sea. Maldita sea. Maldito sea el mar. Oh el mar. Maldita la pared que me lo impide ver. Maldita sea. Maldita sea. Maldita sea. Maldita sea. Solo el viento me trae su aroma a sal. Maldita sea. Maldita sea. Maldita sea. El aroma del mar me despeja la mente.. he visto una cabaña en mitad de un bosque frondoso... me despeja la mente... Maldita sea maldita sea maldita sea. ¿Es un sueño?¿una alucinación?quizás sea asfixia. Quizás haya llegado al mar y en él me esté ahogando. En la puerta hay una mujer con el pelo alborotado, como una maraña de ventilaciones y sueños oscuros. Maldita sea, maldita sea. ¿qué es todo esto? Maldita sea. Va hacia la puerta, en silencio. Le acompaña un zorro. Maldita sea. ¿No me ven? Estoy aquí mismo. ¿No me veis? Estoy en la oscuridad, ¡estoy aquí! ¡Maldita sea! Ella va hacia la puerta. La tiene delante. Está encarada a ella. No abre. ¿qué hace? ¿por qué no hace nada? ¿por qué no abre? ¿no me oye? Estoy aquí. Hazme caso. ¡Escúchame! Abre la puerta. Haz algo. ---Asfixia--- Respiro oscura frustración. El aire es denso. Y lo veo todo oscuro. Los arboles son frondosos. Verdes y oscuros. No dejan pasar la luz del sol. ¡Maldita sea! Esta oscuro. Quizás no sea ni tan siquiera de día. ¿No debe de ser de noche, verdad? No, imposible. La noche tiene un alma más fluida. Respiraría viento puro. No respiraría aire durante la noche. Respiraría pureza y viento. No, no es de noche. ¿Qué?... unas afiladas hebras de luz carnosa se alargan por el suelo. Atraviesan los ramajes. Atraviesan el espesor furioso y oscuro del bosque denso; Denso comon el silencio. E ilumina. Maldita sea si ilumina... No, no puede ser de noche. Estoy a unos metros de la cabaña. La dama enmarañada en el silencio con la piel blanca como el reflejo de la luna llena sobre el mar eterno. Su zorro silencioso como el alma abierta. Y el bosque denso, cada árbol como un guardián estoico y totémico de la cabaña. Y el sol que llega de ninguna parte trayendo su fulgor por entre el laberinto de silencios densos como un pajaro entre los zarzales. Maldita sea. Es como estar entre zarzales. Maldita sea. Maldita sea. Maldita sea. Maldita sea. Haz algo. Tus soldados del bosque, tu zorro fiel. Tu maldita puerta. Maldita sea. ¿No me oyes? Estoy aquí. …. chillo y chillo. ¡Estoy aquí!¿Qué tengo que hacer?

    No me muevo. Ella se gira. Ningún ruido. Su piel es como la luna. Su piel esta hecha de luna. No puedo mirar nada más. Es la luna. No puedo dejar de mirar la luna. Todo se podría nublar, podría oscurecerse, podrían oscilar los afilados haces de luz hasta desaparecer en el olvido, podría cubrirse todo el suelo, alrededor de los soldados del bosque de la niebla más densa hasta oscurecerlo todo... Podría desaparecer todo a su alrededor y ella seguiría allí, como la luna insaciable de esencia de la noche.

    Tiene una mirada perdida. Enmarañada como su cabello. Un labio fino y carnoso, pero de un color débil, a punto de desaparecer en su nívea tez. En el cuello se le marcan los músculos tensos. Tiene mirada perdida. ¡Maldita sea! Es como si no me viese. Como si viera más allá de mí. Como si me cruzara. Como si me atravesara. Como si sus ojos fueran lanzas afiladas que pudieran cruzar mi garganta y al atravesarla, y entonces fueran capaces de convertir mi sangre en piedra. Maldita sea. Está quieta mirando a través de mí. No puede ser. Me ve. Ve. No ve mis ojos. ¿Ve el reflejo de mis ojos, quizás?¿Está viendo lo que ven mis ojos? ¿Es eso? Sus ojos transmiten ecos. Tintineos. Son esencia pura. Sus ojos tintinean. La luz pasa por ellos. La luz no se refleja en sus ojos, la luz entra en ellos. Sus ojos son como el vacío. Son como una cascada de azabache. Y tintinean. Como si al pie de la cascada, estuviera lleno de plantas y cada una, dejara caer su sombra sobre el agua, y en sus dúctiles hojas, las gotas reposaran y en ellas cayeran minúsculas gotas desde la cascada; y por el peso, estas gotas cayeran buscando a sus hermanas. Sus ojos hacen el mismo sonido que las gotas al caer. Ese sonido azabache también de la noche.

    Ella espera. Cada paso que da tiene sentido. Cada paso que da está lleno de vida. Cada paso que da es puro. Cuando gira la cabeza, no lo hace con los músculos. No. Mueve la cabeza con el viento. Ella se lo pide al viento. Le pide al viento que acompañe su cabeza hacia donde estoy. Si quiere ver, se lo pide al sol. Le pide que baje hasta ella; luego le pide a sus guardias del bosque que se agiten con el viento. Ellos podrían estar quietos. Lo podrían estar. Pero ella se lo pide. Se lo pide con la mirada. Con su mirada hecha de ecos de luz, de cascadas inmensas. Es una musa.


    Y ella me lo dice. Me lo cuenta todo. Me mira. En silencio. Y me ve y me deja que yo la vea, porque se lo ha pedido a la luz afilada, que entra en hebras por entre los árboles. Le ha pedido a la luz que llegue hasta mí. ¿Sangre?¿Es sangre? ¿Vuelve a ser sangre? Sí, lo es. Ya no soy una piedra. No me mira con ojos afilados. Ya no. La sangre ya no es piedra.

    En silencio sigo ahí. No chillo. Me ve. Sabe que estoy ahí. No chillo. Me lo dice con la mirada. Chillar es luchar contra el viento. No le gusta. Ni a ella ni al viento. Ni al laberinto de árboles por el que se pierde mi voz, y los ecos de mi voz... y los ecos de los ecos... y la esencia de los ecos... y las esquirlas de voz.

    En silencio, pacientemente, da un paso más, apartándose de la puerta. Y queda allí. Vuelve a mirarme. Me sonríe. Entrecierra los ojos cuando sonríe, y noto como es capaz de crear corrientes al entrecerrar sus cascadas de luz negra. Me da un vuelco el corazón. Confusión. La sangre no sabe moverse. No, espera. ¿La sangre se mueve? No. La sangre estanca en el corazón. Pende. No existe la gravedad para la sangre. Y nunca me he movido. Sigo mirándola. Y ella a mí. En sus ojos me veo, como un espejo. Y a la vez, veo a través de sus ojos, como si fueran puertas abiertas. No existe la sangre. Son espejo; son profundidad. No puede ser real... y sin embargo... ella es real... es real... real... es humana... ella... es humana... nada más que ella y este sitio con el que habla es real... nadie más puede ser real... ¿verdad?... no... la gente no habla como ella... NO... la gente no deja que sepas como es... la gente no ama con la mirada como ama ella... podría entreabrir los labios y sencillamente soltar el aliento, y si ella quisiera, podría convertir en piedra con su voz... podría derretir continentes de indiferencia... podría hacer llorar con solo expirar... nadie más que ella puede ser real... ella habla... ella es capaz de hacerlo... puedo verme en ella, en sus ojos perdidos... y puedo verla a ella; puedo ver en su profundidad, en su esencia.

    Gira la cabeza, lenta y sosegadamente. La sangre ha vuelto. No es vapor. La sangre corre. Corre por las venas. Nada es confuso. La sangre fluye. Llega hasta las manos, a la garganta... a la garganta. Y suspiro. Leve, levemente. En silencio.

    Ella mira hacia la puerta. Sin alterar su sonrisa. Y lentamente se va abriendo. Y ladea la cabeza... gentilmente, saludando y dando las gracias. En silencio, vuelve a mirarme, con su rostro de luna. Y en sus ojos me veo yo. Veo la luna. Veo el reflejo de la luna en un inmenso mar nocturno. Veo el pasillo que hila la luna entre el oleaje. Un camino de plata desde la orilla hasta el horizonte que te dice- Ven, ven... entre susurros de plata... ven, sigue, vamos, ven.

    La sigo, como tintineos, sus pasos. Como tintineos de la luna sobre el agua. La sigo, como le sigue el viento, la luz, o su dulce y paciente zorro.


    Entro a la choza. Lo siento por la hierba a la que no le he sabido preguntar si podía pisarla. Me siento torpe, como si a cada paso fuera haciendo saltar campanadas, como si cada paso estuviera hecho de ruido y de furia pura. Lo siento por la hierba, por las hojas secas y húmedas, por el suelo fértil, por las ramitas, por el viento a cada paso, por el polen al que aparto de su vaivén como si fuera un fiero conquistador sediento de sangre, sediento de imponer su voluntad. Seriamente lo siento por todos ellos.

    Entre zancadas aparatosas, llego a la cabaña. Ella no está. Su mirada ha desaparecido. Sus ojos como espejos y sus cataratas al vacío puro y primigenio. Su rostro puro como la luna. Y su esencia aerea y silenciosa como una revelación que solo llegara en parte. Toda ella ha desaparecido. Maldita sea. Ha desaparecido... Maldita sea.

    Allí dentro... Vuelvo a oler la esencia de sal. ¿Sal? ¡El mar! El olor a sal. El mar. Maldita sea. Desde mi casa se veían las montañas, y el faro y el puerto. Pero no el mar. Y el viento... el viento trae hasta mí el olor salitre, trae hasta mí la sal pura que corroe las sogas de las barcas. Maldita sea. Lo recuerdo. El olor a sal... Quizás era un sueño. O una alucinación. O quizás había llegado hasta el mar y me estaba ahogando. Quizás... Pero ella era real... Era lo único que jamás había sido real. Era pura. Pura. Sabía hablar. Y te hundías. Ella era pura. Era lo único puro. Podía haber sido un sueño, o podía haber sido una alucinación... o maldita sea, podía haber sido la última visión antes de que me ahogara. Pero ella... ella había sido real.
     
    #1
    Última modificación: 28 de Mayo de 2014
  2. candebarbieri

    candebarbieri Poeta recién llegado

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