Perrojuez

Perrojuez ​

Esa una era, era muy promiscua. No somos nadie... y por algo será.
Sucedió en un tiempo sin tiempo, que dejó de ser lo absoluto, para ser relativo al esfuerzo de una mínima en un canuto. El frío era consistente, la nada perezosa; pero un calor mínimo existente rompió por calurosa... El cero quedó en su rompiente y hubo luz que ya era masa; después llegó pretendiente de atracción que no fracasa, y siguió la cosa pendiente del enchufe de la casa. Nadie se explica el poniente que pelea cuando abrasa, que se queda en luces relente que se paga por la tasa. Será el albor referente de la pulcra nebulosa, que pasa siendo el oriente de Orión la más famosa. El viejo le dijo a la vieja: quiero guerra… La vieja supo tenerla porque vieja no era ella. Nació un viejito diosete de los ángeles la perla, llorando a toda estrella, -que dijeron: ¡Qué monserga! Y vino a ser el ojete, limpio y suave como aquella, que pelo en la lengua tenía afeitándose la mella. El embudo estaba en la causa, y el que lo puso no lo pudo, poner por ser la crasa toda grasa de felpudo. Los pelos no se sostienen en un niño bien nacido, que mal parado no viene todo calvo, aunque orgullos ya nacieren por lo salvo, y no están porque deseen con el bello de estornudo. El látigo hiere la carne si fustiga el ser verdugo... ¡Clemencia! Piden la cárcel los juzgados macanudos. El juez es juez moldeable y nos habla desde el púlpito: Perdonar al miserable, ¡micifú coma un perruno! El ser humano nos ladre y se coma un Juez moruno, macho de Javalambre, de las nieves un capullo.​