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Perú

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Tzadek, 5 de Octubre de 2009. Respuestas: 4 | Visitas: 627

  1. Tzadek

    Tzadek Poeta recién llegado

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    12 de Septiembre de 2007
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    Habían sido amigos por siempre: S. y L.. S. era una de las últimas bellezas naturales del mundo. Ni un femtogramo más de masa corporal de sobra tenía en su cuerpo; su cabello casi dorado, eso era lo único artificial que tenía, ondulado se movía salvajemente por la brisa marina. Sus ojos amarillo verdosos, parecían ojos de algún felino pre-histórico, miraban el horizonte, donde el cielo y el mar convergen, trazando su siguiente meta: un barco azul abandonado a la deriva a seiscientos u ochocientos metros de la orilla. L. miró también el barco, él con sus ojos marrones oscuros, cabello castaño también oscuro, torso musculoso, brazos y piernas tonificados pero pálidos, pues el esperaba obtener el tan codiciado bronceado, y leyéndole el pensamiento le dijo: “Está muy lejos S., por más que hayas nadado toda tu vida nunca has nadado en mar abierto esa distancia.”. S., por supuesto, lo sabía pero calló. Es tradición en el Perú que cuando llega el último año de secundaria el año entero va a algún lugar, generalmente destino turístico porque no faltaba el oportunista que quería irse a algún lugar remoto de la cordillera o de la selva, “¡A luchar contra los jaguares!” decían “¡Dejen que vengan!”, elegido, digamos, democráticamente, a veces algunas madres oportunistas hacían valer su derecho como madres algunas veces sin razón, a pasar, por si la situación económica y el valor del dólar americano estaban razonablemente estables, como mucho dos semanas. No es más tiempo porque la mayoría de colegios no permite más de una semana de relajo y “vagancia”, como se dice coloquialmente. En este caso el destino elegido había sido una ciudad al norte del país con playas famosas mundialmente. La sección había llegado la noche anterior al hotel por lo que se habían quedado con las ganas de meterse al mar y luchar infinitamente con sus incansables olas. Su único consuelo había sido la piscina donde la temperatura oscilaba peligrosamente entre fría y bastante fría. Las risas y el “¿Te metes?, ¡No! Hace mucho frío para calatearme” acabaron por inhibir a la mayoría de la sección por lo que sólo unos cuantos se metieron, propiamente dicho, a la piscina.


    -¡Mañana me levanto con el sol y nado quinientos metros! – dijo R.


    Al día siguiente cumplió su palabra y antes que amaneciera ya estaba listo calentando los músculos en la orilla. Después del suceso me contaron que cuando prometía algo movía cielo y tierra para cumplir su palabra. Una vez, cuentan las malas lenguas, dijo que se bebería una botella de cerveza, Pilsen porque era la que la mayoría tomaba, de seiscientos veinte mililitros de tres tragos. Nadie nunca, mientras el vivió e incluso hasta ahora, supo como lo hizo para embutirse aproximadamente doscientos seis mililitros aproximadamente en su boca pero lo hizo. Algunos, otras malas lenguas, aseguran que la botella no era de seiscientos veinte mililitros sino de trescientos cincuenta y cinco, casi la mitad, de modo que tener ciento dieciocho mililitros es fácil. Unos confirman esta historia y otros no; la verdad es que yo creo que R. fue capaz de hacerlo. Por eso cuando dijo que las leyes de Sir Isaac Newton no se aplicaban en ciertos casos en el macromundo, contradiciendo a su colérico profesor de física que se jactaba haber estudiado física en la universidad de Múnich, creó un sistema en el cual estas no se cumplían. Debido a este acontecimiento todos los libros, sin excepción, tuvieron que ser reescritos. Debido a eso él llamo este acontecimiento “mi pequeña revolución industrial”. Ahora los profesores temían pavor de contradecirlo pues temían estar equivocados y no querían que todo lo que ellos habían estudiado en su vida esté equivocado. A raíz de esto, que llegó a ser un acontecimiento mundial, también todos los libros de ciencias del mundo fueron revisados. Los de matemática no tuvieron nada que temer pues R. era un gran amante de ellas. El aseguraba que casi todo estaba descubierto y lo único relevante que faltaba desarrollar, según su punto de vista, era la psicohistoria, sacado de un libro de ciencia ficción. Era el comportamiento humano reducido a ecuaciones matemáticas que se desprendía de la ley cinética de los gases. Regresando a la historia, se levantó a las cuatrocientas treinta horas para cumplir su promesa. Nadó quinientos metros ida y vuelta haciendo una pausa para encontrar el camino de vuelta. Nunca nadie verificó esta hazaña porque nadie se levantó con él, había bajado a la playa y salido de su habitación sigilosamente, de puntillas, como si temiese despertar a alguien. Pero él era así, nunca hacía mención de sus proezas; la única prueba que había era que cojeaba un poco de la pierna izquierda debido al calambre que le dio cuando regresaba a la orilla, por lo que tuvo que impulsarse con una pierna solamente. Lo que nadie sabía, sólo yo, era que este hecho le pudo haber costado la vida si en vez de regresar rápidamente a la orilla, como hizo, hubiera permanecido en el mar unos minutos más quejándose por el dolor. De haber sido así hubiera venido una ola que lo hubiera jalado cada vez más de adentro de a pocos y no habría regresado nunca a la orilla. A raíz de este evento, nadar quinientos metros a las cuatrocientas cincuenta horas, se resfrió, porque el mar estaba aún en el lado oscuro de la tierra, lógicamente más frío. Llegó a su habitación sigilosamente como había salido, se secó y se puso a dormir sin sospechar que cuando despertase cinco horas más tarde, a las mil horas, tendría un ligero malestar muscular y dolor de cabeza. Esto no evitó que se levantase con los demás en la mañana a desayunar y si alguien notó un ligero cojeo por parte suya nadie comentó nada.


    -Si quieres vienes conmigo –sugirió S. mientras miraba a L., quizás dijo esto a sabiendas o no. L. tenía pánico al mar, después se le cambió el nombre por “respeto”, desde el día en que uno de sus primos murió ahogado en una playa de la Herradura cuando todavía era pequeño. El pensamiento instantáneo de L. fue negarse pero sabía que le estaría dando el gusto a S.. L. le había dicho a S. que se había enamorado de ella cuatro semanas atrás; ella había prometido estar con él cuando cumpliesen diecinueve años, dos años después. Debido a motivos ajenos a este texto no trataremos esos asuntos aquí, sólo falta decir que L. aceptó y ante todo pronóstico aceptó nuevamente esta vez. La hora pactada para nadar hasta el barco azul fue a las mil seiscientas treinta horas, dos horas antes del ocaso aproximadamente. Con un apretón de manos los términos fueron acordados y cada uno se fue por su camino. En el tiempo restante L. había tratado de disuadirla por todos los medios, lógicos, posibles pero ella se había negado obstinadamente también por todos los medios, y no tanto lógicos. L. tenía miedo de presionar tanto que S. pensase que era un cobarde. El almuerzo había pasado y L. se había ido a dormir para, como él decía, recargar energías. Desde la propuesta de S. había actuado de una manera extraña ese día. Después me enteré que antes de dormir en la tarde ya había empacado todas sus cosas extrañamente como si ya se preparase para partir a algún lugar a pesar de haber llegado la noche anterior y que faltasen 6 días más para regresar, por lo menos eso fue lo que leí en el informe que la policía había redactado cuando su presencia fue requerida en el hotel. Regresando nuevamente a la historia a las mil seiscientas horas L. ya había bajado a la playa y estaba explorando el terreno pues no quería sorpresas al momento de llegar al barco. Él ya había empezado a calentar pues, a pesar de tener miedo, no quería pasar por lo mismo que su primo y tampoco quería privar a su familia de otro miembro. Llegaron las mil seiscientas treinta horas sin ningún contratiempo S. no aparecía; ella sabía que L. era amante de la puntualidad, debido a su estricta madre y su niñez en un colegio alemán, pero lo hizo esperar de tres a cinco minutos más. Cuando llegó ella estaba, en una palabra, bella. Ella por supuesto lo sabía, a lo mejor quizás nunca lo sabremos, por supuesto, de esto si estamos seguros, sabía que L. lo sabía y lo había notado. S. también había notado algo diferente en el rostro de él, su jovialidad había disminuido un poco. “Será por el hecho de meterse al mar” -pensó-“a lo mejor tiene miedo.”. Ella también sentía miedo pero había aprendido, con los años, a controlarlo y a no mostrar ni un ápice de este. Nunca había nadado esa distancia en mar abierto y no sabía la razón por la cual lo hacía, quizás ella era así: alegre, como se decía en Perú, pilas, muy activa y algo caprichosa.


    -¿Vamos? –dijo L. con voz trémula.
    -Espérame, tengo que calentar –respondió S. jovial.


    Esto último no necesitaba hacerlo pues ya lo había hecho antes de bajar… yo creo, y estoy casi seguro, quería exhibirse ante L.. Se sacó el pareo y empezó a estirar: primero sus brazos despacio como dándole tiempo a L. de mirar su esplendoroso cuerpo disimuladamente; después hizo unas flexiones para el torso, las piernas, aquí también se demoró porque le gustaba hacerlo lentamente, y por último los tobillos. Su profesor de Educación Física estaría complacido con ella. Dio un último estirón y se encaminó hacia el mar sin decir una palabra y L., por lo que me dijeron, la siguió, no le quedaba otra. El mar estaba tibio, increíblemente, y el avance fue rápido hasta que las olas les cubrieron las piernas, la cintura y los hombros… Habían avanzado, según los cálculos matemáticos de L., unos 20 metros, con una incertidumbre de más menos un metro pues el azote del agua era incesable y hacía que se desviasen de su rumbo. Cuando sus dedos ya no tocaban el suelo tuvieron que nadar en estilo libre los cientos de metros que los separaban del barco. El avance fue más lento y prolongado pues si bien no había muchas olas como cerca de la orilla tenían que nadar juntos porque L. no podía nadar tan rápido como S. y ella tenía que disminuir su velocidad para poder ir junto a él. Pasaron quince minutos y pararon a, según los cálculos de L., cuatrocientos metros del barco. Ante todo pronóstico S. estaba feliz, estaba sonriendo, radiante, como sólo ella sabía ser; L. nunca la había visto así de contenta


    -¿No quieres regresar? –preguntó S.- Ya hemos llegado bastante lejos.
    -A esta distancia da igual si avanzamos o regresamos –replicó L.
    -Pero si avanzamos y luego regresamos serían mil doscientos metros.
    -Depende de ti. Sólo me aseguro de que estés bien al regresar.
    -Sigamos –dijo alegremente S.- he nadado toda mi vida. A partir de aquí el agua esta mansa, sigamos pues.
    -Como quieras –replicó L.


    Siguieron avanzando, esta vez más rápido quizás porque L. se sentía algo humillado por tener que reconocer que estaba asustado. Siguieron avanzando otros cientos de metros cuando L. notó que S. estaba cansándose; él sabía que ella nunca mostraba signos de cansancio. Cuando hicieron una nueva pausa escuchó que su respiración estaba acelerada, no tanto como la de él pero estaba acelerada.


    -¿Estás bien? –preguntó L.
    -¿Por qué preguntas? –inquirió S.
    -¿Siempre respondes una pregunta con otra?
    -¿Por qué no?


    [SIZE=3]L. se tragó su cólera. Sabía que S. se ponía así cuando algo la incomodaba o la fastidiaba, él había aprendido a controlarse y a manejar educadamente la situación. A lo mejor se dio cuenta que S. se había dado cuenta de que él no estaba tan cansado como ella. Era la primera vez que nadaba esa distancia y en mar abierto.[/SIZE]


    [FONT=Calibri][SIZE=3]-Necesito saber si debo arrastrarte hasta la orilla si te cansas –dijo irónicamente L.[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-¿No crees que serás el primero en saber si me pasa? –respondió S. y siguió avanzando al barco.[/SIZE][/FONT][/FONT]​
    [FONT=Calibri]

    [LEFT][FONT=Calibri][SIZE=3]Llegaron al barco sin mayores contratiempos y al tocarlo se dieron cuenta de que había estado allí, según los cálculos de L. de cuarenta a cuarenta y cinco años. No habían preguntado a la gente del hotel sobre aquel barco. El casco, si bien no estaba bastante oxidado, tenía signos de corrosión. Era imposible subir al barco desde donde estaba así que su viaje terminó allí y sin demora emprendieron el retorno a la orilla; al momento de hacer una pausa L. revisó su reloj y vio que habían estado en el agua más de una hora.[/SIZE][/FONT][/LEFT][FONT=Calibri]

    [LEFT][FONT=Calibri][SIZE=3]-Son más de las mil setecientas treinta horas –le dijo L. a S.[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-Lo sé –dijo S. mirando su reloj.[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-Mejor démonos prisa S.[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-Lo sé –dijo S- nuevamente.[/SIZE][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/LEFT][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]

    [LEFT][FONT=Calibri][SIZE=3]Emprendieron el retorno con más velocidad que cuando partieron: sería por las olas que los empujaban hacia la orilla, sería por el pánico o sería por, al haber alcanzado su meta ya no tenía más que hacer allí. Faltando cuatrocientos metros ocurrió lo indeseable para alguien que está nadando en el mar, sin más ayuda que otra persona que probablemente no sabía como rescatar a una persona en el mar aunque mejor era eso que nada: L. lanzó un alarido de dolor, le había dado calambre en la pierna izquierda. S. no escuchó el alarido porque se había sumergido en el agua con intención de nadar más rápido y dejarse llevar, además, por el impuso de la corriente marina. Cuando ella salió a la superficie no vio a L. a su lado y miró que en todas las direcciones para intentar ubicarlo.[/SIZE][/FONT][/LEFT][FONT=Calibri]

    [LEFT][FONT=Calibri][SIZE=3]-¡L.! –gritó- ¡¿Qué haces allí?![/SIZE][/FONT][/LEFT][FONT=Calibri]

    [LEFT][FONT=Calibri][SIZE=3]Vio que los labios de L. se movían pero no podía escuchar lo que decía. S. miró su reloj y se asustó al ver que eran las mil ochocientas horas, si bien aún no se había puesto el sol pero no estaba tan claro el día como había esperado. De repente un súbito pensamiento se le atravesó por la mente.[/SIZE][/FONT][/LEFT][FONT=Calibri]

    [LEFT][FONT=Calibri][SIZE=3]¡Calambre![/SIZE][/FONT][/LEFT][FONT=Calibri]

    [LEFT][FONT=Calibri][SIZE=3]Sin perder ni un segundo más nadó hasta donde se encontraba L., manteniéndose a flote con un poco de dificultad.[/SIZE][/FONT][/LEFT][FONT=Calibri]

    [LEFT][FONT=Calibri][SIZE=3]-¿Qué pasó? –inquirió S. con miedo cuando emergió al lado de L.[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-Tengo un calambre –dijo L. con evidente molestia y dolor.[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-Eso pasa por no comer tu plátano… –dijo S. bromista.[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-Después ríete de mi todo lo que quieras, toda la vida si es necesario, ahora ayúdame –dijo L con voz molesta.[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-¿Cómo?[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-Tienes que jalarme del cuello hasta la orilla nadando de espalda. Yo seré tu flotador y no nos hundiremos. ¿Entiendes lo que hay que hacer?[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-Sí –dijo S. con un poco de temor.[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-Empecemos.[/SIZE][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/LEFT][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]

    [LEFT][FONT=Calibri][SIZE=3]L. se puso de espaldas aguantando la respiración para flotar y S. lo cogió suavemente del cuello y empezó el lento retorno a la orilla. S. nunca había hecho eso antes por lo que lo difícil vino cuando ya se encontraban cerca de la orilla pero no lo suficiente como par tocar suelo pues las olas ya estaban fuertes por ser hora de marea alta. Una que otra ola los hundía pero L. se las arreglaba para mantenerse a flote y mantener a flote a S.. Finalmente legaron a una profundidad en la cual podían tocar el suelo con las puntas de los pies. A partir de allí L. ya podía moverse por sus propios medios y alcanzaron la arena en un minuto, al llegar cayeron exánimes por el esfuerzo, la presión y el stress. Pasaron diez minutos y ninguno dijo palabra alguna. L. sabía que tenía que agradecer a S. por haber regresado así que lo hizo antes que le fuera imposible:[/SIZE][/FONT][/LEFT][FONT=Calibri]

    [LEFT][FONT=Calibri][SIZE=3]-Gracias S.. Sin ti a lo mejor no hubiera regresado con facilidad. –dijo L. pero rápidamente.[/SIZE][/FONT][/LEFT][FONT=Calibri]

    [LEFT][FONT=Calibri][SIZE=3]S. no dijo nada por un rato pero después respondió:[/SIZE][/FONT][/LEFT][FONT=Calibri]

    [LEFT][FONT=Calibri][SIZE=3]-De nada, aunque fue por mi culpa que nos encontrásemos allí.[/SIZE][/FONT][/LEFT][FONT=Calibri]

    [LEFT][FONT=Calibri][SIZE=3]L. sabía que era verdad por lo que dijo:[/SIZE][/FONT][/LEFT][FONT=Calibri]

    [LEFT][FONT=Calibri][SIZE=3]-Y al final ¿quién arrastró a quién a la orilla?[/SIZE][/FONT][/LEFT][FONT=Calibri]

    [LEFT][FONT=Calibri][SIZE=3]S. rió.[/SIZE][/FONT][/LEFT][FONT=Calibri]

    [LEFT][FONT=Calibri][SIZE=3]-Si me pasa algo quiero que sepas que te dejo todas mis pertenencias a ti –continuó L.[/SIZE][/FONT][/LEFT][FONT=Calibri]

    [LEFT][FONT=Calibri][SIZE=3]Esto extrañó a S.[/SIZE][/FONT][/LEFT][FONT=Calibri]

    [LEFT][FONT=Calibri][SIZE=3]-L. no vas a morir… no al menos en los siguientes cincuenta y tres años por lo menos.[/SIZE][/FONT][/LEFT][FONT=Calibri]

    [LEFT][FONT=Calibri][SIZE=3]-No dije morir, dije si me pasa algo… sólo quiero que lo sepas. [/SIZE][/FONT][/LEFT][FONT=Calibri]

    [LEFT][FONT=Calibri][SIZE=3]S. guardó silencio. Justo unos momentos antes la mayoría de chicos se habían levantado de la siesta y se preparaban para la última zambullida del día; bajaron a la playa cuatro chicos amigos de L. con ropas de baño y encontraron a L. que yacía junto a S.[/SIZE][/FONT][/LEFT][FONT=Calibri]

    [LEFT][FONT=Calibri][SIZE=3]-¡Vamos a zambullirnos una última vez L.! –dijo uno de ellos- ¡No seas aguafiestas![/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-Vamos –respondió L. incorporándose.[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-Pero tu… –empezó S.[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-No te preocupes –interrumpió L. sonriéndole – Sólo acuérdate de lo que te he dicho.[/SIZE][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/LEFT][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]

    [LEFT][FONT=Calibri][SIZE=3]S. se quedó sentada en la arena mirando a los cinco chicos. “El agua debe estar ya bastante fría” –pensó S. “Mejor me abrigo con algo antes de enfermarme”. Pensando esto se levantó y se dirigió al hotel. Alguien había recogido su pareo de la playa porque lo encontró en una de las sillas de la piscina. A lo lejos oía las voces de los cinco chicos en el mar; volteó y vio las cinco siluetas de los chicos con el agua hasta la cintura. Cogió su pareo y se lo colocó: reducía el contacto del aire con su piel que le robaba calor del cuerpo y reducía la sensación de frio (¡Bien! Se le había quedado algo de la lección de Termodinámica la de la semana anterior. Su profesor de física estaría orgulloso de ella.). Notó que el viento corría fuerte pues agitaba sus cabellos con fuerza y tuvo que amansarlo con las manos. Volteó y vio el mar: ya estaba más oscuro, debido a que la noche avanzaba imparable, y las olas también estaban más grandes. Volvió a escuchar las risas de los chicos y creyó poder reconocer la de L. porque era un tanto grave y fuerte pero no escandalosa. Posó su mirada en L., ese debía ser L. porque su avance era el más lento que del resto, “¡Cómo se mete al agua con calambre!” pensó Sofía, y se acordó lo que le había dicho a ella: “Si me pasa algo...”. ¡Langston tenía que estar loco! Apartó estos pensamientos de su mente justo a tiempo para ver como los cinco chicos se metían debajo de una ola y solo emergían cuatro.[/SIZE][/FONT][/LEFT][FONT=Calibri][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font]
     
    #1
    Última modificación: 25 de Diciembre de 2009
  2. amanciojr

    amanciojr Poeta fiel al portal

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    Buena prosa amigo, un saludo y grato leerte...
     
    #2
  3. rodrigotoro

    rodrigotoro Poeta adicto al portal

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    Muy interesante escrito amigo. La depurada descripción de los hechos y el insolito descenlace de tu historia son fabulosos.
    Ojo con algunos detalles de escritura: te comiste unas letras al comienzo..
    Te felicito por la intensidad de tu trabajo. Muy bien logrado y atrapante...

    gusto leerte: R. toro
     
    #3
  4. Tzadek

    Tzadek Poeta recién llegado

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    Gracias por tu comentario, en verdad es un intento a hacer un cuento... digamos... de ficción o algo por el estilo... no tengo idea definida todavía... te agradecería si me indicaras que letras me he comido... muchas gracias de nuevo...
     
    #4
  5. rodrigotoro

    rodrigotoro Poeta adicto al portal

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    : un braco azul abandonado

    Ni un femtogramo gramo más


    Tu estilo es muy bueno. Me recuerda a mis primeros tiempos de escritor. Realmente felicitaciones. Un amigo: R. toro
     
    #5

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