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piedras del río

Tema en 'Prosa: Surrealistas' comenzado por hank, 29 de Junio de 2011. Respuestas: 0 | Visitas: 731

  1. hank

    hank Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    27 de Junio de 2011
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    Me gustaría a veces sentarme entre las piedras de un río. Dejar que la tibias aguas refresquen mis pies y que el sol radiante me ilumine. Escuchar la tarde con los murmullos del agua entre las piedras. Las pequeñas rocas que deambulan como locas por el lecho del río. Recoger entre sus playas conchas y caracoles. Sentado mirando la inmensidad del tiempo, el abismo eterno de la existencia que no tiene límites, que no para, que trasciende hasta el correr de las aguas. Por ejemplo, esta noche me encantaría estar en lo alto de una montaña, sentir el viento helado en la cara, el frío profundo entre los huesos. Gritarle al mundo solo en la noche en la montaña. Gritar “Estoy aquí”. “Estoy vivo”. Gritar hasta partirme en dos en la soledad de la noche. Ayer quería bucear en el Caribe, entre los corales y los acantilados, conocer el secreto de los océanos salvajes, la cuna de la vida. También me gustaría ser por un día un animal. Quiero ser un animal de caza, un depredador, una fiera inteligente y fuerte. Un halcón del mar, un águila de la montaña, un tiburón blanco, un tiranosaurio rex, monstruo alado, un enemigo natural silencioso y certero, capaz de matar a su presa en una sola jugada, al primer intento. Implacable. Imbatible. Ese día aguardaría entre las sombras, con paso leve y discreto, al arrullo del viento entre los matorrales, quedito, menudito, como desapareciendo entre la bruma de los montes. Y zaz. Asestar al primer golpe. Una ráfaga que pase inadvertida como la noche. Mis garras y mis fauces la harían mía. Me llenaría de energía vital, correría después por la sabana, volaría por los acantilados del norte, sería el oso pardo que vive entre los bosques. Cuidaría de mi manada, me aparearía con mis hembras, sería ese día el mejor día de mi vida. Yo animal, haciendo lo que se debe hacer como un animal. Otras veces me gustaría volar en un globo por la campiña alemana, por los valles de Fráncfort o por los puentes de piedra de Praga. Volar a baja altura por esas ciudades, en una mañana de otoño, un poquito fría, pero con el resplandor de los astros colmando cada instante de tiempo. Un día quise ser un dictador. Un fascista. Un comunista. Todo en uno. Un dictador convencido de la democracia. Un tirano maldito que arrase con su pueblo. No podría ser un buen rey. No sería rey. El pueblo se hubiera sublevado y me hubiera matado en el primer año de reinado. Pero ese día quise ser un dictador a la antigua, un rey. Voy a dejar por sentado quién manda aquí. Yo mando en esto. Soy el rey y aquí se hace lo que me da la regalada gana. Soy el mandamás, el capo, el grande, el big brother, dios, todo eso soy. Soy lo máximo, el top one. Hércules, Neptuno. Baco. Zeus, el dios de dioses. Papá. Un día quise ser un dios y no escuchar a los que creían en mí. Dejar que sus estúpidas plegarias siguieran por más de dos mil años engrasando la maquinaria idealista. Un dios inmisericorde que permita que cada tres segundos un niño muera de hambre, que haya guerras y pestes, que los hombres de mi creación se maten entre ellos en mi nombre. Quise enviar siete mil plagas, maldecir a sus futuras generaciones, someter a mi capricho su destino y su vida. No se podría ser un dios bueno. Imposible. Los dioses encarnan la bondad y la maldad. Los dioses son demonios y al revés. En un tiempo los hombres consideran demonio a una cosa y más tarde esa misma cosa se transforma en un dios. Pero no podría ser un dios bueno. Tendría que, por ese día, ser una deidad injusta y perversa. Nada haría por evitar violaciones, asesinatos, secuestros. Miraría imperturbable desde mi celestial posición cómo mueren a cada instante los hombres. En una sola hora vería miles de atropellados, miles de abortados, miles de sodomizados en las iglesias católicas. Yo el dios vería y me rascaría mis divinos huevos por el aburrimiento de ver tanta mierda. Pero también quiero ser hombre, quiero embriagarme con la voluptuosidad de la carne, quiero vivir mi propia tragedia ser Dionisio y ser Apolo. Quiero desgarrarme el pecho de dolor y amar hasta volverme estúpido. Quiero maldecir a las leyes y a los estados, a las iglesias y a los santos, quiero, como hombre, cagarme en el hombre que inventó a dios y en la puta madre que lo parió. Quiero equivocarme hasta llorar sangre, hasta sentir como la dignidad no es nada más que un recurso para no suicidarse porque da miedo hacerlo. Deseo fornicar hasta que los sentidos tornen grises el camino de los iluminados. Quiero probar el trago más amargo, ese que te hace vomitar todo lo corrupto que uno tiene dentro. Pero también quiero probar las mieles más dulces, como hombre venido a este mundo sin haberlo pedido quiero deleitarme con los manjares de la carne, de la carne que se come y de la carne que se goza, de la que el placer no conoce de límites más que los impuestos por la moral y las buenas costumbres de los hipócritas malnacidos enfermos primeros cristianos. Hundirme en el miasma de los placeres más horrendos, salvajes, animalidad pura y dura. Someter y poseer. Rayando con el ultraje y el sadismo. Volar por los cielos en nubes de cristal, en aviones de plata con luces verdes y rojas como árbol de navidad. Los vuelos de los fantasmas de la sociedad, los placeres escondidos de los hombres, las vergüenzas propias y las ajenas. Probar, someter a mi entero juicio lo que se debe y no debe hacer, lo que se puede y no se puede tener, lo que se quiere y no se quiete poseer, lo que se tiene y no se tiene que recordar. Todo, every thing, all. Desaduanizar todo, que todo pase por el control de mis sentidos, por la migración de mi intelecto. Calcular y pronosticar, como lo hacía Hank en los hipódromos de California después de haber escrito 50 poemas y haber bebido tres botellas de güisqui. Aprobar y desaprobar. Juzgar, ensayar nuevas variables, inéditos recodos del camino, dejando a un lado las piedras que levantan la paz y la calma. Actuar como una sernidera, una coladera mental, física, de los sentidos, de la conciencia. Eso, un tribunal de la conciencia. El que dicte las normas y trace los proyectos. El que dirija desde su idónea perspectiva el devenir de lo que me resta de existencia. Quiero ser mi propio juez y mi propio verdugo, mi fiscal y mi abogado. El jurado. Abriré expedientes si es necesario, vigilaré a raja tabla el dictamen de mi sentencia. No habrá perdón ni olvido. No habrá exculpación ni amnistía. No habrá oportunidad siquiera de arrepentimiento. Nuremberg será una nimiedad ante tamaña corte. Pero si quiero todo, no puedo ser Yo quien se autolimite. Pero quien te está limitando no eres tú, soy Yo. Y quién eres Tú. Tu conciencia, por supuesto. Acabas de decir que será tu conciencia la que como un tribunal, dirija tu vida, entonces la vida que quieres no puede ser posible. Entonces chao conciencia. No me puedes eliminar tan fácilmente. Sin Mí en este momento estarías muerto, preso, enfermo o loco. O todo a la vez, menos muerto. No es cierto, todo lo que ahora soy, todo lo que ahora represento, todo el significado de mi vida, de las cosas que hago, de las personas con las que socializo, todo eso depende del medio, de la casualidad de estar aquí y ahora. Pero eso no es posible. Sin tu conciencia, que soy Yo, no habrías decidido hace 20 años que quería ser periodista, que te “encantaría” ser periodista porque podrías tener la posibilidad de viajar, de conocer el mundo, de adentrarte como un loco aventurero en la vida. No, no, no. Eso no fue una decisión de hace 20 años. Desde que Yo me acuerdo, incluso antes de que llegues a formar parte de mi vida. Yo soy parte de tu vida desde que naciste. Eso no es tan cierto. Eres el fruto de una serie de condiciones evolutivas que hacen que puedas estar en la vida de las personas, pero no siempre. Tú no naciste conmigo, te formaste a través de mí, que es distinto. Whatever. No importa, el hecho es que soy tu conciencia y me tendrás hasta que mueras. Piensa un poco. Te acuerdas una vez cuando hiciste cosas que luego pensaste que no estaban bien para ti. Recuerdas como te engañabas una y otra vez, cuando te prometías falsas esperanzas y en tu propia cara te burlabas de ese ser que tenías ante el espejo. Si recuerdas las largas noches de rabia e impotencia, de frustración y de llanto. De dolor y desesperanza. Te acuerdas cuando tu pobre corazón lloraba de resentimiento, cuando los sentimientos llegaron a lo profundo del ser. Entonces surgí como llama liberadora, como espada valiente te rescaté entre los pozos de estiércol. Forjé ante tus ojos la imagen perfecta. La salida que dejaría ese bacanal de innecesarios placeres. Te alerté sobre lo que te podría suceder. Sin mí no lo podrías hacer bien. Bueno, te he escuchado mucho tiempo ya. Ahora a callar.
     
    #1

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