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Pinceles de sol

Tema en 'Prosa: Surrealistas' comenzado por Ricardo López Castro, 25 de Junio de 2018. Respuestas: 0 | Visitas: 531

  1. Ricardo López Castro

    Ricardo López Castro Poeta adicto al portal

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    Hombre
    Es el pensamiento crítico, lo sé por la escapatoria de las ideas.
    Del fuego a quemarropa que me desnuda las tripas y me somete a tripulaciones de sombras.
    No se exime el conocimiento.
    Tampoco es bello un banquete de escaleras.
    Pero subir a los conceptos pixelados de la convocatoria cultural que me grita desde los grifos, me empuja y me avasalla, como un iguanodon desde la cúpula del adn.
    Circular es el mismo convoy de chamanes que sanan el hielo con termómetros.
    Es el cosmonauta de las desplegables nociones nocivas como bocinas, que la lanzadera espacial insonoriza y abisma, porque el viajero siente gusto por dejar atrás la materia vulnerable.
    La que nos aburre, como una rutina de hibernaciones.
    Desde nuestra primera vocal, la cultura y el aprendizaje, dicen todo de nosotros.
    La cultura es el único editor del reconocimiento.
    La vorágine de las mitificaciones.
    Pero la laguna del estudio y la erudición es el espejo de la materia, ésa que nos arrastra con dientes de barro, y lenguas levadizas, y gargantas que abren cuevas y cuerdas oscuras de las que tiramos y tiramos, hasta tocar el cadáver de un dios.
    Porque dios solo es la lectura de un contrato, el último fleco entre el acuerdo y la evidencia, el reconocimiento.
    Pero somos abismos para sondas egocéntricas.
    Descubro por mí mismo la esencia, no ovalada ni esférica, ni piramidal, ni cilíndrica, sino que piensa diferente a mí, a mi intención de saturar el espacio de poliedros, de ordenarlo en cajones, y lavar las sábanas en un centrifugado de manos.
    No es fortuito el control del vehículo en que circula la poesía, sino que el tráfico dirigido por la invocación de la distancia se detiene en las aglomeraciones de magnitudes apocalípticas, versos que ocupan testamentos y párpados cerrados que imaginan aves de pegamento.
    Libertades de gomaespuma recolectadas en el vientre del buque insignia del hombre, que no es otro que la insurrección de las plataformas que instruyen a las ballenas, ese mar de calles sin viviendas en el que se limita la conciencia y las impurezas y manchas epidérmicas nos cubren de civilizaciones contractuales.
    Ese dios que sale a pasear a su escorpión rueda por las tinieblas de la poesía.
    Y lo que nos gobierna es la picadura del delirio sobre las necesidades correlativas, corrientes y corruptas.
    La muerte se lapida a sí misma con un volumen de enciclopedia.
    Y las palabras inservibles del deseo endemonia a los oyentes del balsámico hábito de la adherencia entre servicios al camuflaje de la fotosíntesis de los espejos y las ideas acerca de las precauciones, mientras los cómics completan grandes olas de quiasmos.
    El entretenimiento es tener un modelo a seguir, como si se tratara de un balance de cuentas, e inconsciente y parcialmente, esa butaca nos mira y nos juzga y nos miente con mierda en el respaldo.
    El tiempo se calza el uniforme y vuelve el circuito a ejercitar nuestra atadura.
    Y la vitrocerámica funciona como un infierno de dimensiones reducidas, como si las reacciones y las réplicas fuesen técnicas proféticas.
    Y eso a lo que llamamos dios, reza como un mutilado del pueblo.
    Como si fuera uno con el hombre que se vacía las alas y se reproduce en la pluma.
    Como si su forma fuese punzante y puntiaguda, pero sin la textura de las agujas apagadas del reloj de la materia.
     
    #1
    A BEN. le gusta esto.

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