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Poemas de Percy Shelley

Tema en 'Poetas famosos, recomendaciones de poemarios' comenzado por emiled, 28 de Octubre de 2007. Respuestas: 0 | Visitas: 13456

  1. emiled

    emiled Poeta adicto al portal

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    17 de Febrero de 2007
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    Percy Shelley.
    Inglaterra (1792-1822)

    Uno de los grandes románticos de la literatura inglesa, influencia de grandes poetas posteriores.



    EL ESPÍRITU DEL MUNDO


    En lo hondo, muy lejos del borrascoso camino
    que la carroza seguía, tranquilo como un infante en el sueño,
    yacía majestuoso, el océano.
    Su vasto espejo silente ofrecía a los ojos
    luceros al declinar, ya muy pálidos,
    la estela ardiente del carro
    y la luz gris de cuando el día amanece,
    tiñendo las nubes, a modo de leves vellones,
    que entre sus pliegues al alba niña acunaban.
    Parecía volar la carroza
    a través de un abismo, de un cóncavo inmenso,
    con un millón de constelaciones radiante, teñido
    de colores sin fin
    y ceñido de un semicírculo
    que llameaba incesantes meteoros.

    Al acercarse a su meta,
    más veloces aún parecían las sombras aladas.
    No se columbraba ya el mar; y la tierra
    parecía una vasta esfera de sombra, flotando
    en la negra sima del cielo,
    con el orbe sin nubes del sol,
    cuyos rayos de rápida luz
    dividíanse, al paso, más veloz todavía, de aquella carroza
    y caían, como en el mar los penachos de espuma
    que lanzan las ondas hirvientes
    ante la proa que avanza.

    Y la encantada carroza su ruta seguía.
    Orbe distante, la tierra era ya
    el luminar más menudo que titila en los cielos,
    y en tanto, en la senda del carro,
    vastamente rodaban sistemas innúmeros
    y orbes sin cuento esparcían,
    siempre cambiante, su gloria.
    ¡Maravillosa visión! Eran curvos algunos, al modo de cuernos,
    y como la luna en creciente de plata, pendían
    en la bóveda oscura del cielo; esparcían
    otros un rayo tenue y claro, así Héspero cuando en el mar
    brilla aún el Poniente, apagándose; más allá se arrojaban
    otros contra la noche, con colas de trémulo fuego,
    como esferas que a la ruina, a la muerte caminan;
    como luceros brillaban algunos, pero, al pasar la carroza,
    palidecía toda otra luz...




    PROMETEO LIBERTADO


    Tú bajaste, entre todas las ráfagas del cielo:
    al modo de un espíritu o de un pensar, que agolpa
    inesperadas lágrimas en ojos insensibles,
    o como los latidos de un corazón amargo
    que debiera tener ya la paz, descendiste
    en cuna de borrascas; así tú despertabas,
    Primavera, ¡oh, nacida de mil vientos! Tan súbita
    te llegas, como alguna memoria de un ensueño
    que se ha tornado triste, pues fué dulce algún día,
    y como el genio o como el júbilo que eleva
    de la tierra, vistiendo con las doradas nubes
    el yermo de la vida.
    La estación llegó ya, y el día: esta es la hora;
    has de venirte cuando sale el sol, dulce hermana:
    ¡llega, al fin, deseada tanto tiempo, y remisa!
    ¡Qué lentos, cual gusanos de muerte los instantes!
    El punto e una estrella blanca aun tiembla, en lo hondo
    de esa luz amarilla del día que se agranda
    tras montañas de púrpura: a través de una sima
    de la niebla que el viento divide, el lago oscuro
    la refleja; se apaga; ya vuelve a rutilar
    al desvaírse el agua, mientras hebras ardientes
    de las tejidas nubes arranca el aire pálido:
    ¡se pierde! Y en los picos de nieve, como nubes,
    la luz del sol, rosada, ya tiembla. ¿No se oye
    la eólica música de sus plumas, de un verde
    marino, abanicando al alba carmesí?...​



    VINO DE HADAS

    Me embriagué de aquel vino de miel
    del capullo lunar de zarzarrosa,
    que recogen las hadas en copas de jacinto:
    los lirones, murciélagos y topos
    duermen entre los muros o en la hierba,
    en el patio desierto y triste del castillo;
    cuando el vino derraman en la tierra de estío
    o en medio del rocío se elevan sus vapores,
    de alegría se colman sus venturosos sueños
    y, dormidos, murmuran su alborozo; pues pocas
    son las hadas que llevan tan nuevos esos cálices.​
     
    #1

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