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Por los viejos tiempos

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por ivoralgor, 3 de Julio de 2014. Respuestas: 0 | Visitas: 420

  1. ivoralgor

    ivoralgor Poeta asiduo al portal

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    Siempre he sido un estúpido romántico, Luisa lo sabía. La conocí en la Plaza Grande, llevaba un vestido floreado de tirantes; había calor ese domingo y los artesanos ya estaban acomodando su mercancía para el tianguis de Mérida en Domingo. Caminaba deliciosamente. Estaba acompañada por otra mujer, Silvia, su amiga desde la primaria. Me levanté de la banca verde y fui hacia donde estaban. Me gusta este collar, dijo Luisa rosando levemente el collar de imitación de perlas, combina con mi vestido de manta cruda. A Silvia le pareció igual bonito. Cuánto cuesta esta pulsera, dije, la que tiene los broches plateados. Cuesta cincuenta pesos, dijo el artesano que se afanaba con un collar de cinta de cuero. Luisa sonría, me estaba flirteando, sus ojos cafés me deslumbraron. Me llevo el collar de perlas, dije seguro de mí. Me lo dio el artesano en una bolsita de plástico transparente. Son doscientos pesos, dijo. Saqué mi cartera y le pagué con dos billetes de cien pesos. Te lo regalo, le dije a Luisa, es tuyo. Se sonrojó de inmediato. Titubeó antes de aceptarlo. Silvia le ayudó a ponérselo. Gracias, eres lindo, dijo sonriendo tímidamente. A partir de ese momento me enamoré de ella. Pendejo. Le hacía regalos cada vez que podía. Le dedicaba canciones casi todos los días. Una en particular aún me la recuerda: Eres todo en mí de Ana Gabriel. Para colmo, cada vez que veo la película Dance with me me recuerda cuanto la amé y las cosas que pasamos juntos. Cuando pasan la película, por la tele, me quedo como pendejo viéndola hasta el final. Ella me mandó a la chingada hace diez años más o menos. Ya no te amo, Juan, por favor ya no me busques, dijo, debo seguir mi camino. Si me amas déjame ir sin más. Juro que casi me la madreo en esos momentos. Todo lo que pasamos juntos valieron para una puta madre. Me aguanté. Voy a respetar tu decisión, dije con lágrimas en los ojos, seguiré mi camino sin ti. Me dio un beso en la frente y se marchó.

    Me casé al año siguiente con Austria. Una mujer de nobles sentimientos, pero algo caprichosa. Jamás le dije lo que viví con Luisa, era mucho para ella. Dejé atrás el insano romanticismo. Me volví más práctico y duro. A veces quiero, decía Austria, que seas más detallista y romántico. La asía a mi cuerpo. Te amo, decía para calmar sus románticos deseos, y los sabes bien. El domingo fuimos a Mérida en Domingo. Pablo y Matías, nuestros hijos, estaban felices persiguiendo a las palomas. Tengo calor, dije, voy a comprar un granizado, ahora vuelvo. Me traes a mí y a los niños. El señor de los granizados estaba frente al Palacio de Gobierno. Me da cuatro granizados, dije. Sentí que me tocaban el hombro. Era Luisa, llevaba puesto una blusa azul marino y una mezclilla, igual azul. Se veía más buena que antes, el tiempo le había sentado muy bien. Quedé apendejado. Parece que viste a un muerto, dijo, aún no lo estoy si eso te preocupa. Empezó a reír. Nada de eso, dije al fin, me sorprende verte por aquí. Vine con mis dos hijas y se fueron con su tía a comprar helados, continuó, a mí se me antojó un granizado. Hace diez años que no nos vemos, dijo, y veo que te ha tratado bien la vida. Así parece, dije acariciándome la panza levemente pronunciada, me alimentan bien. Empezamos a reír. Platicamos unos veinte minutos mientras el señor de los granizados atendía a otros clientes. Ya estoy harta de mi vida, en ella no pasa nada interesante, dijo, quiero algo de emoción y mi esposo ya se volvió un fodongo. Uno por los viejos tiempo, dije excitado. Entendió la indirecta. Me dio su número de celular. Háblame el miércoles, dijo nerviosa, y lo planeamos mejor. Mi esposo se va de viaje el martes por la noche y regresa hasta el viernes al medio día. Tuve una leve erección cuando terminó de hablar. Me dio un beso en la mejilla y se marchó.

    Regresé con los granizados. Austria y los niños ya estaban sentados. Les di sus respectivos granizados. ¿Y esa sonrisa? Preguntó Austria sorprendida. Nada, vi a una ex-compañera de la preparatoria, dije para salirme del paso. Seguimos dando vueltas por el parque y volví a ver a Luisa un par de veces y me flirteaba. Esa risita no me gusta, dijo encabronada Austria, parece que te acuerdas de algo que no me quieres contar. Déjate de pendejadas, dije, sólo me estoy riendo de las cosas que hice en la prepa, se me acordaron cuando vi a mi ex-compañera.

    El miércoles por la mañana le marqué a Luisa. En lo dicho, dije, es miércoles. Estaba bien excitado. Un silencio se prolongó. Sabes, Juan, dijo después de un rato, quiero ser sincera contigo. Puta madre, pensé. Es mejor que no nos veamos, ni por los viejos tiempos, continuó, cada quien que siga con su vida. Chinga tu puta madre, dije y colgué. En ese momento borré su número de mis contactos. Cada vez que escucho Eres todo en mí de Ana Gabriel me sigo acordando de Luisa, pero ahora me encabrona. Culera. No puedo negar, que a veces, me masturbo recordándola chupando el hielo del granizado.
     
    #1

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