Por Owen W.S

Palabras impensadas peleándose el estrecho camino de mi brazo... para llegar y diluirse en la oscura sangre sobre la piel muerta, carcomida de recuerdos, desbordándose las emociones que aun no satisfechas se escabullen bajo el silencio e incluso ahora, después de todo, siguen perturbando aquel, su mar quieto... con un moribundo soplo desesperado. La lluvia me acompaña relatando en su coro ancestral la cruenta historia de un alma; que fue una cámara de torturas o un universo de cristal. Ahí luzco, escuálido frente al escritorio desusado herencia de mi padre y una maltratada pluma de gancho torcido retraída en mis manos demacradas, la habitación es consumida por la pestilencia del desorden en la turbulenta labor que avala mi congoja, con la cabeza revuelta, los ojos cansados que apenas diviso las siglas O.W.S; iniciales de mi nombre en los libros sobre la cama. Ya el amanecer se anuncia por mi ventana, ha sido un fatigoso desvelo combinado de obsesivas horas e incluso días enteros idolatrando una ilusión, a estas alturas me abaten ofuscadas cavilaciones al ver las penurias en mi cuerpo derrotado, ante la imponente figura de esa criatura abominable, ¡sí, esa! por la que mi alma juraba jardines de ensueño, bellas lunas platinadas, infinitas bibliotecas en sus manos indescifrables y ese oculto e intacto misterio tras su rostro profundo en su coraza anfibia.
Bien sabía que solo una palabra debía ceder… para que mi cuerpo transparente tomara forma ante su resplandeciente entorno. Después de años observando, era ineludible poder sentir como su entumecida presencia en el mundo yacía fosilizada, notaba como traía a cuestas su capa de neblina sumida en soledad, junto a un aire de naturaleza hostil en aquel desplante asesino.
En unas de esas tardes otoñales, en las cuales ella se movía con el viento; siendo el único ser capaz de encajar pulcramente en el espantoso paisaje moribundo, yo me sentaba a un extremo del parque, bajo el alero de un castaño con la impresión simulada en un libro, estaba al tanto que mi cuerpo frente a ella no tenia juicio alguno, pero en ese instante evadí la habitual fuga desconcertada, mi alma dando gritos y sin más que pensar me levanté dejando caer el ignorado libro, alcé la vista para buscar esos llanos desiertos de hielo desafiante en su mirar, ese por el cual la afonía de mi alma retorcía las intrigas curiosas, propensas al miedo y locura en aquella acostumbrada frustración de ocultarme, incluso el imprudente tiempo se paralizó haciéndose cómplice de mi osadía dándose fin con el llamado alentador de una cálida brisa revoloteando en su cabello ondulado, ella en sus horizontes paralelos y su juvenil risa de encanto descendió con una singular postura atónita, sin disimulo su mirada curiosa se deslizó por cada fragmento de mi ser, sonrió al notar los sutiles estremecimientos de mis manos, luego se posó con su placidez en mis pupilas fijas, solo un par de metros nos distanciaban…nada más, ella lo entendió todo, es como si me hubiese visto cada tarde amándola, como si hubiese a propósito estado lejana… pero siempre con su existencia ligada a mi; bajo su hilarante cantar en las lluvias de julio o el reflejo de su mirar en los velos que cubrían los cielos de octubre, siempre estuvo mostrándome y contemplando conmigo. Quise hablar, preguntarle porque no me había dado una señal, porque ella había decidido no vivir, pero las palabras me abandonaron, ahí fue cuando yo entendí todo con un golpe frió y certero, es imposible captar la percusión de aquel estruendo, mis labios temblaron…un doloroso ¡¿por qué?! se vertió por mis ojos infortunados, inadvertido sentí sus fríos dedos secando mi mejilla, aprecié su tersa piel de porcelana pálida como si la muerte ya anunciase mi derrota, como en su expresión herida se profetizaba deslizándose volátil el sigiloso espectro hambriento... podía leer los besos que me guarecía en su lecho mortal, pero ya nada me dominaría esta vez, la tome suavemente por el cuello…pero ella interrumpió la mudez, liberando en el acorde mágico de su voz pedazos de su antiguo armamento, susurró “la alborada incrédula me reprendía a diario diciendo; Advente del tenso abrazo del ser ignorado o solo será una sombría especie a falta de cordura.”_sonrió con tristeza y sus ojos delataron como el temor los había cegado todo ese tiempo árido. Mis palabras las recitó el candil agónico de la luna, que envidiando el reflejo sereno en el cuerpo de mi amada nos amparó esa noche tibia en que la felicidad se pronunció en los mas puros deseos del sentir.
El sumergirme en recuerdos me ha extenuado, han traído consigo el sutil aleteo de las mariposas en su mirada, aparentaron ser el raudo viento, fueron y cortaron la circulación de su palpitar…cesando el movimiento, el sentir, el pensar, el vivir… mi reloj ha quemado hasta esas palabras de oro en esos labios de pasión y prisión, ventilar la habitación es un trago amargo, no logro conformarme con dejar ir los últimos vestigios que me hacen sentirla, su aroma en mi cama o respirar el aire que ella respiro.
Hace una semana visité su tumba en aquel reino de muerte, no pude mas que balbucear con la voz quebrada, imaginándola sentada a mi lado con sus escarchados soplos y constelación ocular. Le dije “mi alma ha callado... la tuya también amada mía, un espacio vació nos separa, tortuosa quietud implacable, pero estás en mí…suspendida en el péndulo de la mente o el alma, solo te ruego… amarra tu sentir, congela tu andar, que el tiempo en su despiadado arrebato nos traerá sus satisfactorias cartas de primavera y amor, que tan solo el dulzor y desquicio del anhelo, logra estremecer de sensaciones y hace florecer los sueños otra vez.”

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MARIÁN GONZALES
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