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Potenciemos al lector, para que no muera el escritor

Tema en 'Ensayos' comenzado por ALYA, 20 de Octubre de 2016. Respuestas: 0 | Visitas: 687

  1. ALYA

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    Mujer
    Título: Potenciemos al lector, para que no muera el escritor

    Por: Melania Pérez.



    Resumen

    En este ensayo se plantea la necesidad imperiosa de reconocer la importancia de valorar la lectura como actividad que no solo proporciona deleite sino que también posibilita la potenciación de los escritores del mañana, al tiempo que se responsabiliza a la escuela como entidad social de promover los valores agregados que desarrolla un estudiante que lee. Entendiendo que posicionar la lectura en el gusto de los jóvenes hoy día en que la tecnología y sus encantos se han apoltronado en ese sitial, resulta un reto, un compromiso que debe asumirse con conciencia, planificación y constancia, se aboga además por el rol protagónico de la escuela para potenciar a los lectores de hoy, que serán los escritores de mañana.

    Palabras claves: lectura, deleite, escritor, lector, escuela, potenciar, actividad.

    Cada vez que escuchamos a alguien hablar sobre alguna experiencia satisfactoria que le marcó al leer determinado libro, la impresión de deleite reflejada en esa confesa situación resulta ser tan contagiosa que acabamos por vivenciar la experiencia de nuestro interlocutor como si fuera nuestra. Nos imaginamos cada escena y nos colocamos justo en el lugar donde sucedieron los hechos logrando de esa manera incorporar a nuestra experiencia esa información que se nos está ofreciendo de la manera más exacta posible.

    Cuando leemos y logramos establecer esa conexión empática entre el texto y nosotros justo eso es lo que sucede, lo que nos cuenta el texto despierta a tal punto nuestro interés que no tardamos en incorporar a nuestra mente las imágenes, las escenas, los hechos como si los estuviéramos viviendo, convirtiéndose así la lectura en una actividad que proporciona un deleite y una satisfacción tan grata que el sujeto lector deja de ser un ente pasivo para convertirse en un sujeto activo de la trama logrando esa interacción, esa comunicación con el texto que es lo que a fin de cuentas importa a la hora de comprender e incorporar la información nueva que está recibiendo.

    En el párrafo anterior, sin mencionarla, se habla de una atención, de un contacto del sujeto que recibe la información con quien se la está proporcionando. Una atención que es básica en ese proceso de comunicación del que lee con el texto escrito. En épocas en que la lectura tenía la hegemonía de la predilección de los jóvenes por ella como pasatiempo esa atención, esa conexión, no era difícil de lograr, era una condición presente. Adentrarse en el texto escrito era una experiencia de deleite tal, que el solo hecho de encontrar en un libro los mundos ya existentes en el alma y la mente de los jóvenes era suficiente para que leer se convirtiera en una experiencia placentera e incomparable.

    Fueron muchos los grandes escritores a los que la lectura le significó la puerta de entrada al mundo de sus creaciones. Haberse encontrado en las páginas de algún libro siendo muy jóvenes y después de descubrir que no solo podían ser parte de esos mundos fantásticos, sino que también podían crearlos y exorcizar en sus obras las pesadillas y demonios que le atormentaban fue sin lugar a dudas la oportunidad divina de legarle al mundo las maravillas más hermosas que podrían encontrarse, los mundos posibles logrados en las páginas de sus libros.

    Sábato por ejemplo, en sus memorias Antes del fin, refiriéndose a la lectura confiesa: “Leí siempre a tumbos, empujado por mis simpatías, ansiedades e intuiciones” “siempre me conforté frente a las obras supremas como si me adentrara en un texto sagrado; como si en cada oportunidad se me revelaran los hitos de un viaje iniciático” “las lecturas me han acompañado hasta el día de hoy, transformando mi vida gracias a esas verdades que solo el gran arte puede atesorar” (Sábato,1999,p.45)

    Carlos Fuentes en En esto creo, argumentando sobre el valor del libro señala: “ Un libro nos enseña lo que le falta a la pura información, nos enseña a extender simultáneamente el entendimiento de nuestra propia persona, el entendimiento del mundo objetivo fuera de nosotros y el entendimiento del mundo social donde se reúnen la ciudad-la polis-y el ser humano-la persona. El libro nos dice que nuestra vida es un repertorio de posibilidades que transforman el deseo en experiencia y la experiencia en destino” (Fuentes 2002, p.151)

    García Márquez en Vivir para contarla narra su primera experiencia lectora: “…Así pude leer el primer libro que encontré en un arcón polvoriento del depósito de la casa. Estaba descosido e incompleto, pero me absorbió de un modo tan intenso que el novio de Sara soltó al pasar una premonición aterradora: “¡Carajo!, este niño va a ser escritor”, pasaron varios años antes de saber que el libro era Las mil y una noches “(García Márquez, 2002, p.119)

    Pablo Neruda en Confieso que he vivido relata: “…Mientras tanto avanzaba en el mundo del conocimiento, en el desordenado río de los libros como un navegante solitario. Mi avidez de lectura no descansaba de día ni de noche” (Neruda, 2000, p.29)

    María Esther Vásquez en la biografía que escribió sobre Borges refiere la experiencia del escritor desde su tierna infancia con los libros, señalando que Borges de adulto no recordaba una sola época de su vida en que no supiera leer ni escribir, su existencia estuvo indisolublemente unida a los libros y su lectura, siendo los primeros que devoraba cada tarde: Las mil y una noches, Los cuentos de Kpling, las novelas de Stevenson, Wells, Dickens y Mark Twain y luego Don Quijote, El cantar de Mio Cid y Juan Moreira.( Vasquez,1996, p.34)

    Refiriéndose a los motivos para leer, Jiménez Sabater afirma en Oxidante: “Leemos porque ansiamos escapar a nuestra soledad…”y más adelante: “el que lee para instruirse no sabe leer, se lee para llenar de color y significado la existencia” (Jiménez Sabater 2011, ps.51-54)

    En fin, todos esos grandes autores fueron más que nada grandes lectores, que a través de las páginas de los libros encontraron la posibilidad de desarrollar sus habilidades imaginativas, sensitivas, creativas, afectivas, emocionales y de esa manera perpetuarse en la memoria histórica de la humanidad a través de sus obras.

    Lamentablemente potenciar hoy día al lector ha de ser una situación planificada, organizada y estratégicamente llevada a cabo entre la escuela y el hogar, porque al parecer el auge de los medios tecnológicos representa un atractivo muy singular para acaparar la atención de las personas, especialmente de los jóvenes estudiantes, que ante el bombardeo publicitario excesivo de tantas y tan variadas propuestas cada día alejan más las miradas del texto como objeto de deleite, como opción para el disfrute. Los teléfonos inteligentes, las tablets, las computadoras, parecen haber arrasado con la atención y la conexión que antes pertenecían al texto escrito y al lector.

    Y no se trata en esta ocasión de cerrarnos a entender que la tecnología es una oportunidad de apertura a nuevas experiencias y que debemos estar abiertos a los cambios, ¡no!, se trata de un asunto vital, romper, perder la atracción por el texto es un asunto grave que debiera ser motivo de preocupación, porque si perdemos a los lectores, perderemos también a los potenciales escritores. Es por esta razón que se hace imperiosa la necesidad de que la escuela asuma un rol activo en la búsqueda de que las miradas de los jóvenes regresen curiosas, sedientas, enamoradas, hacia la lectura y lo que ella ofrece.

    Se trata entonces de abrir los ojos frente a la imposición de la cultura de la imagen (la televisión, las computadoras, los videos-juegos, etc.) sobre la cultura escrita y comprender las desventajas que esta imposición sutil representa, el libro ya no es motivo de diversión en comparación con los múltiples estímulos proporcionados por la tecnología, la trama de una novela que atrapa ya no es un mundo alternativo para resguardarnos de las inclemencias existenciales. Entonces la escuela debe buscar alternativas que consigan igualar los tiempos de dedicación a la tecnología y al disfrute literario. Se trata de recuperar el interés de los alumnos/as por la palabra escrita, que esta no ocupe un lugar secundario en la escuela, sino que continúe siendo el vehículo fundamental de comunicación entre la realidad y la fantasía, la alternativa para la construcción de mundos posibles, la posibilidad de expandir nuestra humanidad y de concretarnos en otros.

    Otra afirmación válida que merece la pena retomarse es que la lectura es una estrategia insustituible para redimensionar el aprendizaje de la lengua , la cual transversa todos los procesos educativos sin distinguir áreas o disciplinas, siendo en el meta uso de la misma donde encontramos todas las herramientas posibles para explotar al máximo este papel insustituible de la lengua como fin y como medio, desde esta concepción la lectura es una de las herramientas más apropiada para vestir de motivación las clases de lengua.

    La enseñanza de la lengua desde la lectura permite acercar la mirada al conocimiento desde el contacto con el discurso literario, posibilita consolidar y ampliar la competencia comunicativa del estudiante que es una condición imprescindible para el logro de los fines formativos de sus procesos de aprendizaje.

    El aprendizaje de la lengua desde el texto escrito contribuye a la ampliación de la competencia comunicativa a través de su indudable calidad lingüística. A través de la lectura el alumno entra en relación con géneros, registros y estilos variados, producto de la ficcionalización de otras situaciones comunicativas, lo que permite la reflexión sobre modelos textuales que reflejan situaciones que han servido a los seres humanos para comunicar sus pensamientos y emociones en diferentes contextos sociales.

    Además de apoyar el desarrollo de los objetivos lingüísticos, leer ayuda al estudiante a solidificar su personalidad. En los libros encontramos como lo refirió Rosenblat: “la memoria universal de la humanidad, el archivo de sus emociones, ideas y fantasías”, por lo que ese contacto con los libros colabora en la maduración intelectual y humana de los jóvenes, al permitirles ver objetivadas experiencias individuales y colectivas en un momento en que son evidentes sus necesidades de socialización y de apertura a la realidad.

    Concierne a la escuela aprovechar cada momento del desarrollo personal de los estudiantes y en cada etapa de su vida escolar colocarlos frente al significado de los libros, no desde un enfoque meramente académico, más bien hay que conducirlos a vivir el libro y de esta manera posibilitarle la oportunidad de que ensanchen su comprensión del mundo. La etapa escolar es clave para que se consolide el hábito de la lectura, se desarrolle el sentido crítico y se acceda a través de los libros a la experiencia cultural de otras épocas y de otras formas de pensar. Desde los primeros años, hasta sus años de bachillerato, la escuela tiene con los jóvenes que recibe el compromiso sagrado de convertirlos en lectores y de esta manera en potenciales escritores.

    La lectura constituye un medio de conocimiento, una vinculación tanto de los diferentes entornos geográficos, como de los cambiantes entornos sociales, e incluso de la misma condición humana. Leer contribuye al autoconocimiento, a la comprensión del comportamiento del otro y al enriquecimiento cultural en múltiples direcciones. Asimismo, los aprendizajes obtenidos al leer son ilimitados, parten de la cultura propia, la cultura de los demás y se extienden hasta límites sólo marcados por la dedicación o curiosidad del alumno.

    Dichos conocimientos se fortalecen en la medida en que aumenta la capacidad de comprensión y la sensibilidad perceptiva del lector, manifiestas ambas en el deseo de acceder libro como fuente de placer estético. Por ello, la lectura en la escuela se ha de orientar de modo que el análisis y la interpretación de las obras literarias impuestas por los programas curriculares no sean un impedimento para el disfrute del texto y además que no coarten la creatividad del alumno.

    La lectura en la escuela por tanto debe procurar, de una parte dotar al alumnado de una mayor capacidad para conocer discursos ajenos y para formalizar el propio y de otra parte elevar el nivel de conocimientos y la capacidad de reflexión, además de incrementar la experiencia lectora y la potencialidad creadora.

    Es una labor académica fomentar en el alumnado el interés por la imaginación, hay que generar en el estudiante la convicción de que ellos también son creadores, como plantea Rodari: “La imaginación del niño, estimulada a inventar palabras, aplicará sus conocimientos en todos los aspectos de la experiencia que provoque su intervención.”

    Motivar la lectura requiere la creatividad del maestro el cual tiene en este sentido un papel trascendental, pues tiene el deber de convertirse en “encantador’’, provocando con su rol de lector, vendiendo las bondades del libro desde su experiencia lectora, declamando poesía con musicalidad y ritmo, permitiéndole al alumno acercarse a personajes cercanos y lejanos, reales y fantásticos, emotivos y fríos, con los que pueda identificarse y compartir la odisea de la lectura recreativa, espontanea e íntima. Acercarlos a los libros para que creen en su interior verdaderas representaciones teatrales de otras vidas, otras gentes, otros modos de entender el mundo y el alma, verdaderas revoluciones emocionales que los conduzcan a entender de qué estamos hechos.

    Muchas cosas podrían cambiar en los procesos de aprendizaje si se le da a la lectura el verdadero valor como eje, como centro y desde ella acercar de forma atractiva a los alumnos a sus múltiples posibilidades de descubrir la imaginación y la fantasía como experiencias liberadoras a través de la expresión creadora. Entonces es hora de que la escuela entienda que es su deber potenciar al lector para que no muera el escritor.

    Bibliografía consultada

    García Márquez. (2002). Vivir p ara contarla. Bogotá. Editorial Norma.

    Fuentes C (2002). En esto creo. México. Editorial Planeta.

    Jiménez Sabater J (2011). Oxidente. República Dominicana. Grupo Santillana.

    Neruda P (2000) Confieso que he vivido ( reimpresa para colección) España. Bibliotex.

    Rodari G (1983). Gramática de la Fantasía. España. Argos Vergara.

    Rosenblatt L (2002) La literatura como exploración. México. Fondo de cultura económica.

    Sábato E (1999) Antes del fin. Barcelona. Seix Barral.

    Vásquez M (1996) Borges, esplendor y derrota .Barcelona. Tusquets Editores.
     
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