Primer gran amor

Llueve serenamente. No es llovizna, no es chaparrón, solo se trata de un llanto nuboso, continuo y suave.
La calle gris ya se pobló de algunos charcos poco profundos, y el otoño proclama a los cuatro vientos que el verano fue desterrado del paisaje silencioso que se adormece con el ritmo constante de las gotas.
La mañana del domingo es todavía más triste.
Se autoproclama tonto por no haber empleado el fin de semana para quedarse en la ciudad, por haber puesto su cabeza en la guillotina de la nostalgia del barrio. Para qué…
Como es su costumbre, no usa paraguas.
El impermeable que le llega a los tobillos no le queda mal, y camina de nuevo buscando lo que sabe perdido.
Se detiene frente a la casa de la esquina. Por la ventana entreabierta se filtra el aroma de una carne que se cuece en una salsa de verduras, y se queda unos instantes varado en la memoria de aquella mesa familiar que tantas veces compartió.
No fue hace mucho tiempo, pero él a veces siente que fue en un siglo lejano, y algunas lágrimas se le pierden, mezcladas con el agua de lluvia que se desliza por su rostro.
Le queda claro que la señora lo vio. Su porte elegante y su estatura son inconfundibles, y con la excusa de barrer algunas hojas del jardín frontal, sale a saludarlo con la sonrisa de siempre. Una sonrisa que él conoce de otro rostro.
— ¿Cómo estás, Ernesto?
No está habituado a que le pregunten como está. Titubea, no sabría explicar cómo se siente.
—Estoy bien, gracias ¿y ustedes, su esposo? —opta por la salida de cortesía más simple y seca su cara con un pañuelo mientras se guarece bajo el alero del porche.
—Solitos— dice la señora con un tono maternal que lo parte al medio y sigue para peor—sabés que las hijas cuando se nos casan se van del barrio, ¿querés almorzar con nosotros, corazón? —le dice con los ojos brillantes, esperando una respuesta afirmativa.
—No, no, ya me vuelvo a mi casa, estuve ayer en una comida con mis hermanos y me quedé a dormir, le agradezco, siempre tan amable usted— responde ocultando cuan incómodo se puso.
—Esta también es tu casa, querido, cuando gustes—insiste la señora y lo abraza, y lo besa, y después vuelve adentro, mientras él camina en dirección a su auto y a la avenida que lo va a llevar lejos de allí.
La mujer regresa a su cocina y lo observa por la ventana mientas se va alejando.
Su marido la secunda en el espionaje, y opina, por supuesto.
—No se puede sacar de la mente a Lucy, este hombre todavía quiere a la nena, se hace pedazos, pero la ronda, sigue viniendo a buscar no sé qué…
—Ella fue su primer gran amor, y no sé si el único, nunca se olvida, pobrecito…—le responde reflexionando, sintiendo que tal vez no debió invitarlo a almorzar.

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Las personas de antes que eran bastante trágicas acostumbraban decir que el primer amor no se olvida pero que tampoco va a ninguna parte, como que no llega a durar.
Dear, está TAN bien narrado, tan fluido y ya vos sabés lo que pienso y los añares de leerte me respaldan que bueno, no me quiero embrollar ni liar ni tropezarme con las palabras. Me importa como tu AMIGO que estés de nuevo "plumeando" porque posta que me preocupé en todos tus meses de silencio. Leerte me hace feliz.
Kiss en tus manos mágicas.

 

Es verdad, mi mamá solía decirlo y algo de eso es cierto. En este caso quiero dar la idea de un sentimiento arraigado.
Sí, sé lo que pensás de mis temas y esos añares de contar con tu lectura me dan mucha emoción. Quienes se quedan en el transcurso del tiempo me generan un cariño muy grande. Igual aunque te embarulles yo te entiendo bien.
Leí mal o usted dijo "posta"... ¿está usted hablando en argento, Lord H con residencia en Londres? ¿Hablan así en Londres? ¿Se está usted argentinizando?
Lo de "plumenado" es para enmarcar. Y ahora en serio, también me preocupé por mi, pero eso ya quedó archivado, por suerte.
Igual acordate que siempre es "solo por hoy", porque mañana nunca se sabe. Hoy escribo y me pone contenta que estés.
Pocos me leen en prosa y eso es realmente cariño del bueno.
Abrazos fuertes y un millón de gracias.

 

Esta es una de esas historias que a mí, particularmente, me encantan. Tiene su recorrido, la introspección de los personajes, el toque romántico de un amor que se ha perdido y la amabilidad de esa mujer que le saluda.
Es una historia que, o bien nos ha pasado, o bien nos puede pasar. Y tiene ese toque de humanidad que la hace creíble y posible. Son las historias que abren la memoria, que navegan por los recuerdos y nos llenan de ternura el corazón.
Esa es tu habilidad, hacerlas palpables, casi como si nos hubiesen ocurrido.
Me encanta tu facilidad para dibujar la situación y vestir a los personajes. Es un don admirable.
Un abrazo con el comentario de haber disfrutado tu relato.

 

Esta historia surgió por una consigna que hicimos hace algunos años con unos pocos amigos aficionados a la escritura, en un sitio que hoy ya no existe. Solíamos proponer temas y escribir a ver qué surgía. Fueron años muy hermosos, creativos y de una libertad/ felicidad inolvidables.
Me gusta mucho el relato breve, en mi etapa anterior lo cultivé bastante pero admito que esta casa no es el lugar de las prosas ni los lectores están predispuestos a ellas. Como que cuestan las ficciones.
Valoro, amigo todos los buenos conceptos hacia mis pequeños trabajos y las gracias son dobles porque leer de este lado me habla de cariño real. Y aunque los cuentos no tengan acá la importancia de los poemas, me alegra ser leída por personas como vos.
Un abrazo lleno de gratitud.

 

Ya sabes que últimamente lo poco que publico suelen ser prosas. A ellas llegan los verdaderamente interesados, lo mismo que ocurre con las tuyas. A mí, al principio me resultaba extraño, pero luego he agradecido que se acerquen quienes están verdaderamente interesados, y lo disfruto enormemente.
Gracias por escribir así y dejarnos estos tesoros en este rincón.
Un gran abrazo.

 

Es que tengo una amiga argentina muy linda y muy habladora y se me pega el lenguaje...
Ya te dije que donde estés estoy y donde vayas voy.

K.i.y.h.

 

Es cierto, Luis, yo incluso varias veces dejé comentarios a prosistas de la casa, pero ni siquiera los tomaron en cuenta, por eso ahora leo solo a esos pocos como vos, que me importan y que escriben poniendo el alma.
Nuevamente gracias por alentarme para continuar cultivando lo que me hace sentir bien.
Otro abrazo

 

Claro, claro...entiendo...
Gracias por causarme tantas sonrisas y tan necesarias

 

Escribo cuentos desde los siete años, casi toda mi vida. La poesía la cultivé mucho tiempo después y aunque este sitio fue creado principalmente para las líneas cortas, solía dejar algunos cuentos.
Muchas gracias por tu paso por aquí, Alde.
Muy feliz viernes.