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PROFECIA Rafael de León

Tema en 'Poetas famosos, recomendaciones de poemarios' comenzado por lobo111, 20 de Febrero de 2013. Respuestas: 0 | Visitas: 1033

  1. lobo111

    lobo111 Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Rafael de León - La Profecía

    «Y me bendijo a mi mare;
    y me bendijo a mi mare.
    Diez céntimos le di a un pobre
    y me bendijo a mi mare.
    ¡Ay! qué limosna tan chiquita,
    qué recompensa tan grande.
    ¡Qué limosna tan chiquita,
    y qué recompensa tan grande!»

    ¿A dónde vas tan deprisa
    sin decirme ni ¡con Dios!?
    Me puedes mirar de frente,
    que estoy enteraó de todo.
    Me lo contaron ayer
    las lenguas de doble filo,
    que te casasté hace un mes
    y me quedé tan tranquilo.
    Otro cualquiera en mi caso,
    se hubiera echado a llorar.
    yo cruzándome de brazos
    dije que me daba igual.
    Y nada de pegarme un tiro
    ni liarme a maldiciones
    ni apedrear con suspiros
    los vidrios de tus balcones.
    ¿Que te has casado? ¡Buena suerte!
    Vive cien años contenta
    y a la hora de la muerte,
    Dios no te lo tenga en cuenta.
    Que si al pie de los altares
    mi nombre se te borró,
    por la gloria de mi madre
    que no te guardo rencor.
    Porque sin ser tu marido,
    ni tu novio, ni tu amante,
    yo fui quien más te ha querido,
    y con eso, tengo bastante.

    * * *

    —¿Qué tiene el niño, Malena?
    Que anda como trastornao,
    tiene la carilla de pena
    y el colorcillo quebrao.
    Y ya no juega a la tropa,
    ni tira piedras al río,
    ni se destroza la ropa
    subiéndose a coger niós.
    ¿No te parece a ti extraño,
    no ves una cosa rara
    que un chaval de doce años
    lleve tan triste la cara?
    Mira que soy perro viejo
    y estás demasiado tranquila.
    ¿Quieres que te dé un consejo?
    Vigila, mujer, ¡vigila!

    Y fueron dos centinelas
    los ojitos de mi mare.
    —Cuando sale de la escuela
    se va pa los olivares.
    —Y ¿qué buscas allí? —Una niña,
    tendrá el mismo tiempo que él.
    José Miguel, no le riñas,
    que está empezando a querer.
    Mi pare encendió un pitillo,
    se enteró bien de tu nombre,
    te regaló unos zarzillos
    y a mí un pantalón de hombre.

    Yo no te dije «te adoro»
    pero amarré en tu barcón
    mi laso de seda y oro
    de primera comunión.
    Y tú, fina y orgullosa,
    me ofrecisté en recompensa
    dos cintas color de rosa
    que engalanaban tus trenzas.
    —Voy a misa con mis primos.
    —Bueno, te veré en la hermita.
    Y qué serios nos pusimos
    al darte el agua bendita.
    Más luego en el campanario,
    cuando rompimos a hablar:
    —Dice mi tita Rosario
    que la cigüeña es sagrá,
    y el colorín, y la fuente,
    y las flores, y el rocío,
    y aquel torito valiente
    que está bebiendo en el río;
    y el bronce de esta campana,
    y el romero de los montes,
    y aquella línea lejana
    que la llaman... ¡horizonte!
    ¡Tó es sagrao: tierra y cielo
    porque así lo quiso Dios!
    ¿Qué, te gusta más, tu pelo?
    ¡Qué bonito me salió!
    —Pues y tu boca, y tus brazos,
    y tus manos redonditas,
    y tus pies fingiendo el paso
    de las palomas zuritas?
    Con la pureza de un copo
    de nieve te comparé;
    te revestí de piropos
    de la cabeza a los pies.
    y a la vuelta te hice un ramo
    de pitiminí, precioso
    y luego nos retratamos
    en las agüitas de un pozo.
    Y hablando de estas pamplinas
    que inventan las criaturas,
    llegamos hasta tu esquina
    cogiós por la cintura.
    Yo te pregunté: —¿En qué piensas?
    Tú dijiste: —En darte un beso-.
    Y yo sentí una vergüenza,
    que me caló hasta los huesos.
    De noche, muertos de luna,
    nos vimos por la ventana.
    —¡Chssss! Mi hermaniyo está en la cuna,
    le estoy cantando una nana.

    «Quítate de la esquina,
    chiquillo loco,
    que mi mare no quiere
    ni yo tampoco».

    Y mientras tú cantabas
    yo, inocente pensé
    que nos casaba la luna
    como a marío y mujer.

    ¡Pamplinas! ¡Figuraciones
    qué se inventan los chavales!
    Después la vida se impone:
    tanto tienes, tanto vales;
    por eso, yo al enterarme
    que llevas un mes casá,
    no dije que iba a matarme,
    sino que me daba igual.
    Más como es rico tu dueño,
    te vendo esta profecía:
    tú, por la noche, entre sueños
    soñarás que me querías,
    y recordarás la tarde
    que mi boca te besó
    y te llamarás «¡cobarde!»
    como te llamo yo.
    Y verás, sueña que sueña,
    que me morí siendo chico
    y se llevó la cigüeña
    mi corazón en su pico.
    Pensarás: «no es cierto ná,
    yo sé que estoy soñando»;
    pero allá en la madrugada
    te despertarás llorando,
    por él que no es tu marío,
    ni tu novio, ni tu amante,
    sino él que más te ha querido.
    y con eso, tengo bastante.
    Por lo demás, tó se orvía.
    Verás cómo Dios te manda
    un hijo como una estrella;
    avísame de seguía,
    me servirá de alegría
    cantarle la nana aquella:

    «Quítate de la esquina,
    chiquillo loco,
    que mi mare no quiere,
    ni yo tampoco».

    Pensarás: «no es cierto ná,
    yo sé que lo estoy soñando».
    Pero allá en la madrugá
    te despertarás llorando.

    Porque sin ser tu marío,
    ni tu novio, ni tu amante,
    yo soy... quien más te ha querio...
    ¡Y con eso, tengo bastante!
     
    #1

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