Quien crea que cuando muere se acaba, es que no ha querido a nadie de verdad.

No me importaba la distancia, el tiempo o las normas que el cielo nos imponía. Pronto podría saborear en mi piel esa primera caricia que nunca llegó.
Aquella que tanto anhelaba, aquella con la que noche y día soñaba. Mi diario relataba más rápido de lo que mi mente alcanzaba a imaginar, todas esas aventuras que ambos viviríamos juntos.
Todo estaba en nuestra contra, pero no me importaba.
Cada noche esperaba la llegada de la luna y con ella, su atrayente mirada y su sosegada presencia.
No sabía que estaba haciendo, no sabía si era real o si tan solo eran mis deseos intentando salir porque no aguantaban más encerrados en la realidad.
De lo único que estaba segura, era de que le necesitaba a mi lado.
Su sola imagen en mi cabeza era capaz de provocarme el más grande escalofrío, a la vez, la más profunda tristeza por no poder tenerle a mi lado, teniéndolo tan cerca.
Hace mucho que dejé de preguntarme como o cuando sucedió.
Al principio todo estaba sumido en un terrible caos, uno que mi cabeza no lograba solucionar, un puzle sin piezas, una pregunta sin respuesta…
No tardo en dejar de importarme. Sabía que, me deseaba tanto como yo a él. Tenía la certeza de que, ninguno de los dos descansaría hasta rozar la mano del otro.
Pero el deseo, la necesidad, fue cobrando vida propia en mi interior. Hasta tal punto, que de echo, un día pude sentir su cuerpo contra el mío, su aliento pegado a mi nuca, el susurro de su voz… -Te amo.
Que complicado y absurdo puede resultar el amor. Parece tan sencillo al principio. Si amas a alguien y este te corresponde, ¿por qué no estar juntos?
Hay tantas cosas que pueden intentar interponerse. Lo que muchos olvidan y se resignan a esa idea, es que puede suceder. Mas no es así como yo lo veo.
Cada noche, sentada en mi cama esperaba su visita. Pero un día… simplemente no apareció.
Caí derrumbada pensando que me había abandonado, que ciertamente no era posible que nuestros sentimientos llegaran a buen puerto.
Pero no tardó mucho tiempo la luna en avisarme, de que, en su presencia, él iba implícito.
Así pues, hoy, ya no es visible para mis ojos, pero siempre lo será para mi alma y mi corazón.
¿Cursilería? Tal vez, pero sinceridad ante todo.
Le sentía cercano a pesar de la lejanía. El cielo se propuso separarnos, pero ni él ni yo estábamos dispuestos a aceptarlo.
Las almas gemelas nunca se separarán, los corazones entrelazados por un cordón invisible para muchos, es más fuerte que cualquier otra cosa.
Hoy día, sigo mirando a la luna. Y hoy, todavía veo su sonrisa, esbozada por esos preciosos y perfectos labios.
Le siento junto a mi y eso, nada ni nadie lo puede cambiar porque…
Quien crea que cuando muere se acaba, es que no ha querido a nadie de verdad.