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¿Quién me presta una escalera?

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Annya, 7 de Noviembre de 2017. Respuestas: 1 | Visitas: 638

  1. Annya

    Annya Considerar el portal mi casa, virtual *___*

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    Maira se encontraba sentada en una pequeña terraza frente al mar, casi acariciando las olas que llegaba a la orilla envueltas en rizos de color nieve. Rodeada por la tranquilidad que reinaba en la playa. Eran las doce de la noche.
    Se encontraba pasando unos días de vacaciones en aquel lugar. El hecho de que al día siguiente fuera laborable, ocasionaba que, apenas hubiera muchas personas paseando por esta, en ese momento.
    El mar, estaba tranquilo. Vestido de azul verdoso, con el negro sobre la línea del horizonte y con una reflejos de plata que aportaba a éste la luz de la Luna en algunas zonas, invitaba a dejarse llevar por miles de sensaciones que iban poblando los sentimientos, al contemplar a lo lejos, algún que otro barco y barquichuelas que navegaban al compás de las olas.
    El ambiente inevitablemente invitaba a volver a los recuerdos, que quisiera o no se aposentaban en la mente cuando se paraba el reloj del tiempo de la actividad desenfrenada, en el transcurrir diario.
    A pesar de que se quisiera desconectar un poco del mundo no siempre sereno, de la rutina cotidiana, en esos momentos en que se encontraba feliz, rodeada del cariño y amor de aquellos que la querían y compartían esa felicidad, no pudo evitarlo acordase de otros que por circunstancias no siempre buscadas, no la tenían.
    Esto la hacia valorar si cabe más esos pequeños momentos que se viven y hay que aprender a disfrutar.
    Si embargo con esa soledad buscada; durante ese cruce de sentimientos ante la inmensidad del mar que contemplaba, no pudo evitar que, el barco de sus recuerdos volviera por un instante, al puerto de las palabras. Esas que unos días antes con el fondo musical de una Saeta, había escuchado a una de sus amigas, envueltas en el amargo sabor de la soledad.
    Por unos instantes hubiera querido coger aquella escalera que nombraba la canción, para subir al madero como decía en esta; desenclavar los clavos de los silencios dolorosos de su amiga que, crucificada su sensibilidad ante la vida, cansada y perdida en la entrega no valorada, con las manos ensangrentadas por la agonía del desamor, puso a su corazón voz. Como ponía la Saeta, el canto sobre el aire; envueltos en llantos que pedían cada año, al renacer la Primavera, que los caminos sin salida lleguen por fin al último peldaño para bajar de la cruz, al Dios de la plenitud, la justicia y la fe, de aquellos que del poder divino esperan, que llegue poniendo luz sobre su camino. Al igual que pide el Andaluz con ese canto, que esa cruz no sea el símbolo de lo perdido por el pueblo herido, sino la evidencia de lo recorrido sobre el mar de lo sentido, en rumbo constante, hacía nuevos destinos.
    Evidentemente, a lo largo de la vida, todos o casi todos llevamos una cruz. Todos arrastramos en algún momento ese madero, en algún tiempo de nuestro discurrir hacia la cima del monte de la vida, después de llorar lágrimas de amargura en el huerto de los olvidos, ante la evidencia de las vivencias.
    Todos, vivimos instantes, en que nos perdemos en callejones sin salidas. Pero la vida es sabia y siempre germina la semilla que, hace crecer la esperanza, aunque no siempre su rostro vista de calma y no llegue a nuestros oídos sus palabras y a nuestro corazón, el perfume que preside a la grandiosidad de sus pétalos abiertos, dirigidos al sol de las alegrías y en la desesperación del momento, nos ahoguemos en el mar de los chantajes a ésta, que las olas de la vida pone sobre la playa de nuestros sentimientos.
    Y así es. Como dice la Saeta: ¿Quién me presta una escalera para subir al madero para quitarle los clavos a Jesús el Nazareno?
    Como el grito del canto de los gitanos, de ese Nazareno al que Machado presto su voz, surge desde nuestro corazón el desencanto, a penas sin percatarnos de la fuerza de esas palabras. Por que todos en algún instante de nuestra vida necesitamos a alguien, que nos preste esa escalera, formada por peldaños de solidaridad humana y nos ayude a subir por ella cuando nos encontramos crucificados, en algún paso de la vida; coronados por las espinas del desaliento y el cansancio, como Nazarenos, incomprendidos y asustados ante el olvido del Padre de la vida que parece haber cerrado sus ojos a nuestro sufrimiento.
    Sin embargo, también como la voz de la saeta, nuestra voz debe alzarse, desenclavando con ello los clavos de los miedos.
    Que no puede el amor ser infierno, ni crucificar sobre maderos de silencios, de entrega sin límites, el egoísmo de los demás ante sus propias soledades, anulando la libertad del compañero.
    Desde lo alto de la cruz, desde el cenit de los sentimientos, desde el punto del firmamento, aposentados sobre el planeta de la tristeza, desde esa estrella fugaz donde habita la soledad más cruel, la soledad en compañía muda, debemos volver a bajar, debemos volver a cantar alzando la voz sin miedos, a pesar de que en el mundo existen muchos que a la cruz nos quieran hacer subir, a aquellos que el desamor disfrazado de amor entregan, elevándonos sobre el madero de sus manos, apuñalando nuestros costado para que la sangre brote desde las venas del dolor y el miedo.Pero deben saber que, desde arriba cuando se contempla el firmamento a pasar de las dudas del desconcierto, siempre llega el día en que como ave Fénix, se vuelve a alzar el vuelo. Que la muerte del alma no es muerte, cuando sólo es un paso por el silencio de los desconsuelos y después de las lágrimas de la perdida en vida de aquello que amábamos, se, resucita de nuevo a la vida.
    Y como dice el cantar con notas de positividad, el crucificado libre ya, gritará a los que ataran las cadenas de su andar:
    ¨ No eres tú mi cantar. No quiero cantar ni puedo a ese Jesús del madero, sino al que anduvo por la mar ¨
    Y con la mar de frente cerrando el instante de los recuerdos, Maira mando sus pensamientos envueltos en la brisa que llegaba desde el tranquilo horizonte que contemplaba, sus más sinceros deseos para su amiga, para que estos siguieran navegando por el mar de las palabras desde la distancia. Para que su barco de sentimientos, cargado a veces con tristezas y otras con esperanzas, surcara las aguas de sus desvelos y durante la pesca de sus anhelos en un mañana, el alimento de estos con sus valor, permitiera que alguien le prestara una escalera de sentimientos, para subir por el madero que el árbol de la soledad alguien tallara en su andar y desenclavando los clavos de los silencios de su corazón, arrancada de su costado la lanza que hacía sangrar a su confianza malherida; con sus fuerzas después de las heridas cicatrizadas y con el equipaje de su propia sensibilidad equilibrada, bajara de su cruz particular a ese Jesús de Nazareno, para para aliviado el dolor del desencuentro aportando a su vida un nuevo aliento, convirtiéndolo así en el símbolo de libertad ante todos aquellos que la incomprensión crucificara.

     
    #1
  2. Maramin

    Maramin Moderador Global Miembro del Equipo Moderador Global Corrector/a

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    Excelente redacción para un reflexivo relato sobre pensamientos que se originan contemplando la inmensidad de ese mar en calma llevando a filosofar sobre la vida y la cruz que a cada uno le toca llevar.

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    #2

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